Un día en el 'cerebro' de la M-30, el ojo que todo lo ve dentro de los túneles
El centro de control, que implementará un modelo de inteligencia artificial, aborda al año más de 15.000 incidencias
Las 700 cámaras instaladas a lo largo de 40 kilómetros de pasos subterráneos detectan el 99 por ciento de los sucesos
El ‘cerebro’ de la M-30 es un lugar extraño, alejado del Madrid de anuncio. A las puertas de Entrevías se abre paso un pequeño complejo por el que cada día circulan un millón y medio de vehículos, al menos a ojos de ... las 1.700 cámaras que vigilan la carretera de circunvalación más transitada de España. El color rojizo, en apariencia oxidado, de su cara exterior contrasta con la futurista sala de máquinas: seis mesas, dieciocho pantallas y otros tantos ordenadores conforman la médula espinal de un espacio donde no hay lugar para la improvisación. Levantado mientras Dulcinea y Tizona, las dos tuneladoras más grandes del mundo, soterraban hace quince años un total de 40 kilómetros del trazado, el centro de control de la M-30 es hoy el ojo invisible que todo lo ve bajo tierra.
Un ‘Gran Hermano’ imperturbable que terminará de implementar en marzo de 2023 un entramado de inteligencia artificial con el que gestionar el tráfico de manera más eficiente. Pero vayamos por partes. Del global de cámaras, 700 incorporan el sistema de circuito cerrado de televisión y detección automática de incidencias (DAI), todas ellas en el interior de los túneles. Programadas por vectores y píxeles, las esferas de cristal azabache detectan el 99 por ciento de las incidencias, sin errores ni margen para la interpretación. «El DAI presenta una doble programación; por un lado, las cámaras captan el movimiento de abajo a arriba en la imagen, siempre de forma constante. Si un vector viene en sentido contrario o se detiene, nos va a llegar el aviso», explica el responsable de explotación de Calle 30, Sergio Barral. Los colores son la otra parte troncal de la estructura: «Si hay un charco, el cambio de color también lo va a detectar, al igual que el humo generado por un incendio».
La otra encargada de explotación del centro, Lucía Ruiz, pertenece a Emesa, el socio privado que completa –con el 20 por ciento del capital– el modelo de gestión mixta del proyecto. Ambos reciben a ABC junto al director gerente de Madrid Calle 30, Antonio Jesús Tocino, en la singular base de operaciones. En tres lustros de experiencia, Barral y Ruiz apenas recuerdan un par de kamikazes. «Uno seguro, al principio de abrir, que mató a un bombero en el Nudo de la Paloma cuando este iba con su coche a trabajar», apuntan, separando este tipo de maniobras suicidas de los despistes que algunos conductores han tenido al meterse en sentido contrario: «Estos últimos nunca han provocado accidentes».
Ya sea un kamikaze o alguien en la dirección correcta pero con el acelerador a fondo, la respuesta de los operarios es bastante limitada. «Realmente te da tiempo a hacer muy poco. Si un conductor va a más de 100 no está ni dos minutos dentro del túnel», explica Barral, consciente de que el recorrido más largo es de 12 kilómetros. «Lo que hacemos es señalizar al resto de conductores para que se echen a la derecha y avisar a la Policía», añade Ruiz, con la salvedad siempre de no generar una situación mayor de pánico.
La velocidad es, precisamente, el elemento clave para que no se formen atascos. «Alguno sí hay», ríen los dos, señalando el tramo vespertino entre el antiguo Vicente Calderón y el acceso de Marqués de Monistrol. La limitación a 70 kilómetros por hora mejora sobremanera el trenzado entre vehículos, lo que evita frenazos innecesarios al fluir el tráfico de forma más homogénea. Las horas punta no varían respecto al resto de calzadas de la capital, de 7.00 a 9.30 por las mañanas en sentido norte y de 16.00 a 18.00 por las tardes dirección sur. Y a diferencia de otras carreteras, no hay puntos críticos en los túneles.
La grúa, en cinco minutos y medio
Si un vehículo sufre una avería o accidente y se queda parado, será una de las cuatro grúas de Calle 30 la que evacúe el turismo al exterior a fin de repercutir lo menos posible en el resto de la vía. El tiempo de respuesta se sitúa alrededor de los cinco minutos y medio, un factor esencial para el buen desarrollo de la infraestructura si se tienen en cuenta las más de 15.000 incidencias registradas cada año, casi medio centenar a diario. Las controversias pueden ir de lo corriente a lo más variopinto, desde un accidente grave hasta un perro que se ha escapado y corretea a la deriva por uno de los pasos subterráneos.
Una vez el DAI capta la anomalía, un operador avisa a los equipos de mantenimiento y de intervención y en función de la escala valora si avisar o no a cada uno de los servicios de emergencias. «Policía Municipal siempre acude, si se necesita atención médica se alerta al Samur y si se origina un fuego o hay que excarcelar a alguien de un vehículo se hace lo propio con Bomberos», enumera el mando de Emesa. Una de las mejoras que va a incorporar la inteligencia artificial, dotada con una inversión de 9,4 millones, afectará al tratamiento de los incendios, evitando que sean los propios trabajadores los que deban bajar manualmente las barreras de acceso al túnel afectado. «La máquina también pensará», incide Ruiz. La comunicación será otro de los elementos renovados, automatizándose la señalética de los paneles luminosos.
Con el objetivo de prevenir percances de gran envergadura, los responsables de Calle 30 diseñan siempre un gran simulacro al año. Escogen secciones importantes de los pasos, «pero que no generen mucho impacto en el tráfico de la ciudad», como el ‘bypass’ sur u otros túneles pequeños o con alternativa de circulación en superficie para poner en práctica toda clase de acciones devastadoras. En Embajadores, por ejemplo, inundaron la galería con hasta un metro de agua. La misión consistía en poner a salvo a los conductores y extraer el agua sin la ayuda de los pozos de bombeo, ‘estropeados’ para la ocasión. «Los Bomberos metieron una pequeña barca para alcanzar la zona y equipos de buceo», rememoran los ideólogos.
Y en el de la avenida de Portugal simularon un accidente múltiple con incendio, con el añadido de cortar en seco el sistema de ventilación. «Lo que hicimos fue ‘ahogar’ a todo el mundo, el túnel quedó cubierto de humo y no se podía ver ni a un metro de distancia», remarcan. El enredo es tal que no es de extrañar que hayan contratado figurantes para hacer el papel de víctimas.
Objetos perdidos
Mientras un coche de la Policía Municipal se detiene en una de las pantallas del centro de control, los jefes de explotación revelan una curiosidad adicional: el almacén de objetos perdidos. Dentro del excelso escaparate, al que cualquier ciudadano puede asomarse si acredita que la pieza en cuestión es suya, hay hueco para las pancartas, trozos enormes de tela que podrían haberse desprendido de los más de cien puentes que dibuja la M-30 y ocasionar graves accidentes: «Si alguien quiere venir a por su pancarta, que sepa que aquí lo guardamos todo».
El ajetreo en los troncos subterráneos no se detiene fuera del mundo real. Los rodajes están a la orden del día, sobre todo en el túnel construido en un segundo nivel a la altura del ‘bypass’ sur. El desembarco de la serie británica «Intergalactic», el pasado verano, ha sido hasta la fecha la más importante de las grabaciones. Los guionistas prolongaron su estancia durante casi una semana y concentraron bajo el suelo de Madrid a más de 150 personas.
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