ANÁLISIS
21A: el monotema PNV-Bildu, la ausencia del PSE y la «paciencia» estratégica de Otegi
En unas elecciones más condicionadas que nunca por los intereses en Madrid, sólo el PP trata de sacar el debate de un duelo Pradales-Otxandiano
Artículos escritos por Juan Fernández-Miranda en el diario ABC
Quedan cuatro semanas para las elecciones vascas y en España se habla poco del asunto, tal vez porque se da por sentado que el PNV mantendrá la Lehendakaritza con el apoyo del PSE, tal vez porque los comicios catalanes suponen una amenaza más obvia a ... la gobernabilidad de España, o, quizá, porque todo está opacado por la escandalera del caso Koldo y el corifeo de ministros gritando «Ayuso» en lugar de dar explicaciones. En 28 días, cerca de dos millones de vascos mayores de 18 años están llamados a las urnas para elegir los 75 escaños del Parlamento autonómico para los próximos cuatro años. La mayoría de sondeos publicados hasta el momento predicen un escenario con PNV y EH Bildu muy igualados en cabeza en el entorno de los 26 a 28 diputados, seguidos del PSE-EE, en tercer lugar, y el PP, en cuarto.
Pero, ¿y si PNV y PSE no suman? ¿Qué papel jugará un PP al que las encuestas dan una leve mejoría? ¿Y, si gana Bildu, de verdad asumirá con naturalidad no gobernar o eso son mensajes interesados deslizados desde La Moncloa y Sabin Etxea, principales interesados en que nada cambie en Vitoria para que todo siga igual en Madrid? Y la pregunta del millón: cuando el candidato socialista, Eneko Andueza, dice que «el partido que va a impedir que EH Bildu gobierne en Euskadi será el PSE», ¿no creerá que cuela que es por una cuestión moral?¿Por qué impedirá tal cosa si Sánchez gobierna gracias a Bildu, si Chivite gobierna gracias a Bildu, si el PSN apoya a Bildu en Pamplona? ¿Por qué habría que «impedirlo» en Vitoria? La única razón es mantener los equilibrios en Madrid. Hace ya mucho tiempo que los socialistas vascos cruzaron el rubicón moral de pactar con los herederos de Batasuna.
El sintagma que define el plan de Bildu es «paciencia estratégica». La coalición de partidos que dirige Arnaldo Otegi ha explotado las debilidades de Pedro Sánchez y su apego al poder. Por eso sonríe tanto Mertxe Aizpurua en el Congreso: desde la tribuna de prensa del hemiciclo es fácil observar que está a gusto, porque se sabe influyente, y porque cuando conviene mostrar la cara amable que ella no tiene saca a pasear a Oskar Matute o a Jon Iñarritu, otros orígenes y otras trayectorias, pero la misma obediencia al líder Otegi. Qué magnífico título le han puesto Mariano Alonso y Luis F. Quintero a su biografía sobre él: «La última bala de ETA». Es una bala política, sí, pero una bala al fin y al cabo. Bildu está gestionando la oportunidad que Sánchez le ha brindado, y lo hace siguiendo el mandato de ETA en 2016: «Paciencia estratégica». Ayer, Aizpurua lo expresó así en Radio Nacional: «Quizá ahora mismo no, pero no va a tardar mucho en que se acepten esos gobiernos y esa posibilidad». Su éxito es el blanqueamiento que llega de tener contento a Sánchez.
Uno de los legados del séptimo presidente de la democracia española será haber adelantado una generación la incorporación de Bildu a la gobernabilidad, a pesar de que sitúan terroristas en sus listas electorales, de que no han pedido perdón, de que los presos que el ministro Marlaska acerca al País Vasco no ayudan a resolver atentados pendientes… Gracias a El Correo supimos que el plan de Otegi era «presos por Presupuestos», porque de todos los acuerdos de investidura del PSOE el único que no conocemos es el de Bildu. ¿Por qué será? Luego los vamos descubriendo; y mientras los socialistas (y los conversos que les rodean) disfrutan de las mieles del poder cargando con esa pesada losa moral, Bildu observa la política vasca, navarra y nacional con paciencia estratégica. Se saben vencedores en el medio plazo y su candidato, Pello Otxandiano, un hombre de Otegi de 41 años, es una respuesta de futuro para frenar la renovación que Imanol Pradales, que tiene 48, supone para el PNV. La clave generacional también juega en Euskadi.
La duda aquí la pone sobre la mesa el candidato del PP, Javier de Andrés: ¿por qué el PNV no responde a la oferta de Bildu de que el segundo apoye al primero? Con el PSE haciendo dejación de funciones (como en Galicia el PSdG), sólo el PP intenta romper esa idea dominante sobre que la cosa va de Bildu o el PNV. Por la cuenta que les trae, dado que los de Andoni Ortuzar quieren atraer al votante del PP apelando al miedo a los de Otegi.
El viernes, Feijóo acudió a Bilbao a respaldar a su candidato, que hace unas semanas estuvo arropado en Madrid por Díaz Ayuso: «Las próximos elecciones son cosa de dos: el mismo separatismo a velocidades diferentes y el PP. Entre PSOE, Bildu y PNV son posibles todas las combinaciones». Y no le falta razón, porque a nadie parece interesarle hablar demasiado de la gestión del PNV, de los problemas con el euskera en la función pública o del malestar en la sanidad.
Y así las cosas, hay un último elemento a tener en cuenta: la participación. Quedan cuatro semanas, y poco a poco se irá calentando el ambiente porque interesa a todos, menos a Bildu, al que todo, o casi todo, le va bien. Ya se ocupará Sánchez de compensarles desde Madrid y no contárselo a nadie.
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