galicia
Tercera condena para el Chicle: 14 años por violar a la hermana gemela de su mujer
mismo modus operandi
El condenado a prisión permanente por la muerte de Diana Quer «sacó un cuchillo grande y se lo exhibió a la víctima, al tiempo que se lo pasaba a modo de advertencia de su posible uso por cerca del cuerpo« anota la sentencia

En ocasiones la justicia llega tarde, pero llega. Diecisiete años después de la que pudo ser su primera violación, José Enrique Abuín Gey, alias el Chicle, ha sido condenado a 14 años de prisión por agredir sexualmente a su cuñada, hermana gemela de su exmujer, cuando ella aún era menor de edad. Según la sentencia emitida por la Audiencia provincial de La Coruña, el verdugo de Diana Quer ensayó su modus operandi en distintas ocasiones hasta dar con la joven madrileña. Y la primera de ellas —al menos de las denunciadas— tuvo lugar en 2005, cuando Abuín convenció a su cuñada de 17 años de que entrase en su coche para ir al cajero a sacar 20 euros que le debía a su suegro. Con ella en el interior del vehículo se desplazó «a toda velocidad» a una explanada apartada, la despojó de su teléfono móvil, cerró las puertas del turismo, la obligó a desnudarse y a punta de navaja le hizo ponerse un camisón que llevaba escondido en la guantera del vehículo, reflejo de su sordidez.
La víctima recordó durante el juicio, con la voz entrecortada, que cuando acabó de violarla la amenazó, le dijo que si contaba algo mataría a sus padres, a su hermana y a su sobrina, y la dejó en la puerta del instituto. Después de confesarle lo sucedido a una amiga, lo contó en casa y sus padres la acompañaron a poner la denuncia. El caso se investigó y Abuín llegó a estar dos meses encarcelado, pero un informe psicológico descartó la agresión y la presunta violación ni siquiera llegó a juzgarse. Fue después del crimen de Diana, y de que Abuín tratase de introducir a una joven en Boiro en el maletero de su vehículo, cuando la juez del juzgado de Instrucción número 2 de Noia (La Coruña) ató cabos y decidió desempolvar la denuncia. Era 2018. Cuatro años después el caso llegó a juicio.
"No soy agresivo"
En su alegato, Abuín afirmó que él no era una persona agresiva, pidió a la Policía presente en la sala que le sacasen las esposas porque «no iba a hacer ninguna tontería» y negó la acusación indicando que después de la denuncia su relación con la hermana de su pareja siguió siendo buena y «ella nos siguió invitando a fiestas». Pero las evidencias en su contra eran potentes, no solo teniendo en cuenta su historial delictivo, sino otros detalles como el hallazgo de pelos compatibles con los de la víctima en el reposacabezas de su coche, que fue limpiado a conciencia según reveló el informe de la Guardia Civil. También fue determinante el testimonio de la amiga a la que la víctima le contó la agresión, apenas una hora después en el baño del instituto. «Tal dato reduce las posibilidades de preparación de un relato fabulado, pues es difícil sostener que una menor de 17 años preparara ese escenario», señala el tribunal, que añade que también manifiesta que la agresión sexual sucedió «precisamente en el día en que el propio acusado reconoce que no estaba en su trabajo».
«Todo el comportamiento inmediato de ella ese día es plenamente coherente con acabar de padecer un hecho como el descrito y hace poco probable que respondiera a una simple simulación», subraya la Audiencia, al tiempo que indica que uno de los agentes que participaron al día siguiente en la inspección ocular del lugar en el que sucedieron los hechos testificó que la menor «era muy clara e indicaba con precisión lo que había sucedido». El fallo al que ha tenido acceso ABC recalca, sobre el sufrimiento provocado en la víctima, que la afectada «no alberga una voluntad vengativa» y aseguran que su relato es coherente, pues «no tiene ninguna quiebra lógica o con las reglas de la experiencia que impida su valoración». Además, destacan que es persistente porque la denunciante «sostuvo de forma continuada la misma versión de los hechos».
La huella que dejó en la excuñada de Abuín la violación a la que fue sometida y la relación que su entorno la obligó a mantener en los años posteriores con su agresor no fueron baladíes. Las psicólogas que la atendieron dejaron constancia de los daños psicológicos ocasionados y permanente en el tiempo, que cobraron una nueva dimensión cuando el asesinato de Diana salió a la luz. Conocer la suerte que había corrido la madrileña reabrió las heridas de su primera víctima, sobre todo cuando descubrió que Abuín le había pedido a su pareja en aquel momento y a otra hermana que le diesen coartada para esa noche cuando los agentes empezaron a fijarse en él. «¿En el caso Diana Quer, les pidió que mintieran para encubrirlo?», preguntó el fiscal, a lo que la hermana de la denunciante y también de la exmujer de Abuín respondió de forma afirmativa. «¿Y lo hicieron?»: «Sí», confesó.
La conocida este lunes es la tercera condena por agresión sexual contra el Chicle. La primera de ellas se dictó en 2019, antes del juicio de Diana, cuando una joven de Boiro lo llevó a juicio por intentar meterla en su maletero y Abuín fue sentenciado a cinco años de prisión por un delito de detención ilegal consumado y de otro de agresión sexual en grado de tentativa. Poco después llegó la sentencia por la muerte de Diana, que acreditó la violación y le abrió la puerta de la prisión permanente revisable, una petición que apoyó tanto la acusación particular como la Fiscalía. A las puertas de los juzgados en los que el pasado noviembre el Chicle se volvió a sentar en el banquillo, el padre de la madrileña, Juan Carlos Quer, lamentó que si Abuín hubiese llegado a la cárcel «cuando le tocaba», la vida de su hija Diana, de 19 años, «no hubiese finalizado, desafortunadamente, del modo en que finalizó». Él, indicó, quiso estar presente en el juicio para «mostrar su apoyo a la joven».
Contra esta última sentencia, que suma catorce años más a la condena a prisión permanente y a los cinco por el caso de la joven de Boiro, cabe recurso.
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