Exteriores confía en reconducir la relación con Trump gracias al perfil «ortodoxo» de Marco Rubio
En el Gobierno valoran positivamente su conocimiento del idioma y del contexto hispano
Trump propone anexionar Canadá a EE.UU. para facilitar el comercio

En el Gobierno de España se ve con preocupación la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, pero no sólo por el abismo ideológico que le separa de Pedro Sánchez, sino por las medidas que el próximo inquilino de la Casa ... Blanca ha anunciado en su campaña electoral respecto a Europa en términos de aranceles y de política de Defensa. También por la identificación del presidente español con el Partido Demócrata, Joe Biden y Kamala Harris; por su mala relación con Trump en los dos años que ambos coincidieron en los gobiernos de ambos países; y por la coalición con la izquierda radical que mantiene al líder del PSOE en La Moncloa. Todos estos son elementos que no contribuyen a engrasar una relación que nunca ha sido buena, pero que el Ejecutivo español quiere cuidar.
No obstante, según ha podido saber ABC, en el Ministerio de Asuntos Exteriores hay una razón para la «esperanza», y esta es el nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado. En el Palacio de Santacruz consideran que de todos los nombramientos que está anunciado Donald Trump, es el más «ortodoxo», el «menos excéntrico», lo cual puede facilitar las relaciones entre dos países amigos, a pesar de esa distancia ideológica.
Hay un segundo elemento que en Exteriores se considera relevante, y es que Rubio habla «en español», una expresión que esconde un segundo significado más allá del uso fluido del idioma de Cervantes: conoce el mundo hispano, la comunidad hispanohablante y la influencia de España en Hispanoamérica.
A la espera de que Trump tome posesión de su cargo, sobre la mesa hay asuntos relevantes y algunas incertidumbres. El primero es comercial, y está muy de actualidad: la política de aranceles del presidente de Estados Unidos hacia Europa, una vez que hace una semana anunció la imposición de aranceles del 25 por ciento a Canadá y México, sus socios en un tratado de libre comercio vigente durante tres décadas. En segundo lugar, la posición de Trump en cuestiones vinculadas a la política de defensa, un asunto que tiene distintas derivadas. Por una parte, la advertencia de que Estados Unidos va a dejar de financiar la OTAN si la Unión Europea no se compromete a sostenerla desde el punto de vista financiero (el 2 por ciento del PIB); por otro, la posición del presidente norteamericano en torno a la guerra de Ucrania y su relación con el presidente ruso, Vladimir Putin, una vez que la conflagración parece haber entrado en un punto de bloqueo; e igualmente importante, los mensajes relativos al conflicto de Oriente Medio y la doble guerra que mantiene abierta Israel en Gaza contra Hamás y en Líbano contra Hizbolá.
Al Ejecutivo le inzquieta su política de aranceles, las exigencias en Defensa, la posición ante Ucrania y Gaza y la disputa con China
El tercer asunto, más complejo, las relaciones con China, un país con el que el presidente del Gobierno de España ha tratado de llevarse bien. La prueba está no solo en la visita de Sánchez a Xi Jinping el pasado mes de septiembre, sino en las consecuencias prácticas de esa visita: un mes después, a primeros de octubre, el Parlamento Europeo decidió mantener los aranceles a la importación de coches eléctricos de China en una votación en la que España se abstuvo.
Por último, Venezuela. El Gobierno de España no ha reconocido oficialmente a Edmundo González Urrutia como vencedor de las elecciones, a pesar de que sí lo ha hecho el Congreso y el Parlamento Europeo. No obstante, Pedro Sánchez sí que lo recibió en La Moncloa y le dedicó palabras de reconocimiento. Antes del 10 de enero, González Urrutia tiene previsto viajar a Estados Unidos, aunque fuentes de la oposición venezolana no pueden confirmar si será recibido por Trump. Es más probable, sostienen a ABC, que sea Marco Rubio quien lo reciba.
Sánchez se esfuerza
A pesar de que el Gobierno de España se posicionó del lado de la candidata demócrata, Kamala Harris, en las pasadas elecciones, la victoria de Trump ha generado una reacción de amabilidad de Pedro Sánchez. Esto no ha pasado con otros dirigentes de ese espectro ideológico como Javier Milei, presidente de Argentina, a quien Sánchez no felicitó por su victoria electoral y con quien hay una muy mala relación. No obstante, las diferencias entre Estados Unidos y Argentina son notables, y en La Moncloa saben que todo lo bravucones que pueden ser con Milei no se lo pueden permitir con Trump. Cuestión de poder.
A diferencia de lo que hizo con Milei, el presidente español felicitó y llamó al vencedor de las elecciones norteamericanas
El pasado 12 de noviembre Sánchez llamó al presidente electo Trump para felicitarle por los resultados obtenidos. En un tuit publicado en X, el jefe del Ejecutivo español aseguró que España y EE.UU. son «socios, amigos y aliados estratégicos» que mantienen «unas estrechas relaciones bilaterales». Además, Sánchez añadió que tras la victoria del republicano, Estados Unidos y Europa «deben continuar reforzando la relación transatlántica» y que seguirán «trabajando juntos para hacer frente a desafíos globales». La conversación telefónica, en inglés y que se prolongó durante «aproximadamente un cuarto de hora», según fuentes del Gobierno, fue «positiva y en tono cordial». Una semana antes, Sánchez lo felicitó en la red social X: «Felicitaciones Donald Trump por su victoria y su elección como 47º Presidente de los Estados Unidos. Trabajaremos en nuestras relaciones bilaterales estratégicas y en una fuerte asociación transatlántica». La última vez que se vieron fue en la cumbre del G20 en Osaka (Japón) en 2019, en una escena en la que Trump se encontró con Pedro Sánchez y reaccionó indicándole con cara de pocos amigos dónde estaba su asiento. Sánchez obedeció entre sonrisas y se sentó en el plenario.
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