análisis
El padre de la criatura
Todos los padres aspiran a que sus hijos lleguen mucho más lejos que ellos. Y José Luis Rodríguez Zapatero, padre político de Pedro Sánchez, no podía ser una excepción. Recordemos aquel susurro a Iñaki Gabilondo tras una entrevista en las generales de ... 2008. Un micrófono abierto para la posteridad: «¿Qué pinta tienen los sondeos que tenéis?», inquiere el periodista. «Bien, sin problemas, lo que pasa es que nos conviene que haya tensión», responde el candidato a la reelección.
A falta de buena gestión, Zapatero resucitó la querella entre rojos y azules: arrumbar consensos de la Transición con leyes como la de «memoria histórica»; o la reforma del Estatuto catalán que abrió la caja de Pandora secesionista.
Un escritor de izquierdas como Rafael Chirbes lo constataba en sus diarios. Veía en el zapaterismo una impostación de los ideales progresistas: «No buscan justicia, sino ruido. Y quieren enredarte, que formes parte de ese ruido que tapa las voces».
Cuando Sánchez amagó con dimitir, Zapatero acudió a arropar a su criatura: «Hay que comprender y respetar al presidente. Pido a los simpatizantes que se movilicen en favor de la democracia». Nos conviene la tensión, otra vez. Atacar a Sánchez es atacar a la democracia.
El presidente resistente ha copado la campaña catalana para limpiar la política del «fango» del PP y Vox que, según él, son la misma cosa. Aplicando el silogismo de su progenitor político, solo la izquierda y los nacionalismos encarnan la democracia. El padre de la criatura esparció el domingo en Gerona más ruido contra una derecha a la que identifica con retroceso democrático. Jugó también a la España confederal donde «cabe el reconocimiento nacional de todo lo que representa Cataluña».
«El infinito es infinito», proclamó Zapatero en las pasadas generales. Infinito como el desparpajo populista que radicaliza al PSOE.
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