vÍA PULCHRITUDINIS
El obispo Nicolás
Era importante que él hiciera todo aquello pero lo era aún más que quienes se lo cruzaban por la calle después lo comentaran en sus casas como algo bueno, digno de admiración
Un Óscar para Puente

El antiguo obispo de Palencia, Nicolás Castellanos
La victoria de Donald Trump y su frenética actividad tras llegar a la Casa Blanca nos ha puesto de bruces ante el que, sin duda y opiniones aparte, es uno de los líderes mundiales del momento. A Trump le siguen de cerca en ese ideario ... del liderato, el ruso Vladimir Putin y el chino Xi Jingping. Sin ánimo de juzgar, piensen ustedes en ellos y en cuáles son los atributos que les convierten de facto en referentes mundiales.
Pues bien, este miércoles fallecía en Bolivia Monseñor Nicolás Castellanos. Que a nadie se le ocurra comparar al que fuera obispo de Palencia con el trío que encabeza estas líneas pero no me resisto a traer aquí qué es lo que consideramos hoy éxito o liderazgo. Estoy seguro de que el obispo Nicolás no encajaría en lo que ahora entendemos como hombre de éxito y, mucho menos, en el reconocimiento público y la admiración. Recuerdo al que fuera obispo de Palencia pateando las calles de la ciudad con una cartilla en la que la gente le patrocinaba con unas pocas pesetas por cada kilómetro que recorriera en la Marcha Aspaym en la que se recogían fondos para chicos con discapacidad. El obispo, sí, el obispo, recaudaba dinero entre sus feligreses para los más desfavorecidos sin importarle su estatus ni su alzacuellos. Era importante que él hiciera todo aquello pero lo era aún más que quienes se lo cruzaban por la calle después lo comentaran en sus casas como algo bueno, digno de admiración. Sería por aquello y por otras cosas que no recuerdo por las que los chiguitos gritábamos aquello de «el obispo Nicolás, el que mola más». Tienen todo el derecho a considerar absurdo este recuerdo infantil pero pienso en si hoy todo aquello sería posible. La admiración por la dureza política, el éxito económico o la relevancia pública laureada por los millones de seguidores que cada cual tiene en las redes sociales no dejarían espacio para que el Obispo Nicolás triunfara aquí en su tierra sólo tres décadas después de su renuncia ante el Papa y su marcha como misionero a las zonas más vulnerables de Bolivia.
Su extraña forma de conducirse para los cánones de la época le valieron el reconocimiento público y hasta un Premio Príncipe de Asturias a la Concordia. Hoy, el galardón, su personalidad y su liderazgo se habría diluido en el nombre de su fundación porque, aunque hagan lo mismo, ahora es mucho más moderno ser cocinero que obispo. La clave de su fracaso puede estar en que el obispo Nicolás siempre te pedía mirándote a los ojos sin venderte todo lo que daba. Lo peor no es que Trump sea el líder del mundo, lo dramático es que nosotros no estemos dispuestos a depositar nuestra esperanza en alguien que se parezca al Obispo Nicolás, el que mola más.