Guillermo Garabito - BUENOS DÍAS, VIETNAM,
Calle melancolía
«Calle melancolía, bulevar del descontento, vía de la inflación, paseo de la deuda, carrera del hambre, ronda de la pobreza, rambla de la incertidumbre, costanilla del megavatio por las nubes»

El único logro político de la izquierda puede que fuese la calle. La calle como animal mitológico, como elemento sociológico, como arma de presión. Y con la calle hacían frente a su dudosa solvencia de la economía y de su interpretación de la historia que ... nada tiene que ver con los libros. Con la calle como argumento refrendaban su agenda y sus ocurrencias. La calle –da igual qué calle– era toda de la izquierda. Y del PSOE era la calle hasta que apareció Podemos y entonces aquello fue un callejón.
La derecha tendría apoyo popular, pero no la calle. La calle era patrimonio exclusivo de la izquierda. Pero ahora la calle está melancólica: Calle melancolía. Porque se puede vivir de eslóganes únicamente hasta que uno deja de llegar a final de mes. De los eslóganes no se come. Por eso el callejero, ahora, con sus calles anchas con geranios nuevos y sus avenidas de coches atascados, ha dejado de ser de la izquierda y eso sí que es un cambio histórico.
Todas las calles son la misma calle y no son de la izquierda. Calle melancolía, bulevar del descontento, vía de la inflación, paseo de la deuda, carrera del hambre, ronda de la pobreza, rambla de la incertidumbre, costanilla del megavatio por las nubes , rúa del diesel en copa de champán, corredera de los bocadillos de pan con pan, plaza de todas las tragedias.
Pierde la izquierda la calle cuando dice que los que se manifiestan son grupos de extrema derecha, refiriéndose a los transportistas y a los agricultores. Esto es lo que pasa por no consultar con un asesor de comunicación tus ocurrencias o con tu madre para que te diga, sabiamente, eso de «no digas tonterías». A quién se le ocurre decir que los camioneros que protestan son de extrema derecha . A veces parece que no hay nadie al mando en las cabezas del Gobierno. Los camioneros resulta que son activos de Putin para desestabilizar a la Moncloa, porque todo –ya se sabe– es culpa de la guerra. No conozco mayor místico que el camionero, sólo con su soledad de kilómetros a noventa por hora. Es un sabio sobre ruedas porque entre destino y destino le ha dado tiempo a pensar en todo mientras el resto arreglan el mundo con su diplomacia de precisión… Tan precisa como un tiro en el pie de Froilán.
Decía ayer un ganadero de Lugo, protestando junto con los camioneros, que pensáramos qué íbamos a comer en unos meses si los agricultores no plantaban, los pescadores no faenaban y ellos no podían dar de comer a los animales porque la cebada se ha puesto a un precio prohibitivo.
Al PSOE en España, unicornio de todas las izquierdas europeas, no le atemoriza el botón nuclear sobre la mesa del Kremlin, ni los radiadores fríos por los gasoductos secos que venían de Rusia. No son señales suficientes. La izquierda entiende el apocalipsis como algo mucho más prosaico: calles llenas de curritos cabreados.
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