CRISIS DIPLOMÁTICA
Marruecos espera un «gran gesto» de España para normalizar las relaciones bilaterales
Intenta desde hace un año que España reconozca, como EE.UU., su soberanía sobre el Sahara Occidental
El Ministerio de Exteriores fracasa en sus intentos y la embajadora sigue en Rabat más de medio año después

Dos contactos. Es todo el acercamiento que España ha conseguido con Marruecos desde el pasado 18 de mayo, cuando Rabat llamó a consultas a su embajadora en Madrid , Karima Benyaich, tras la crisis migratoria provocada por la entrada ilegal en España del líder del ... Frente Polisario, Brahim Gali. El primero ocurrió el pasado 21 de septiembre, cuando el ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, José Manuel Albares , anunció que había hablado por teléfono con su homólogo marroquí, Naser Burita.
El segundo tuvo lugar el 28 de noviembre, cuando Burita llamó a Albares para disculparse por no asistir al foro Unión por el Mediterráneo (UpM) , que se celebró el pasado día 29 en Barcelona. Tras esta conversación, Albares aseguró mantener «una relación fluida» con Burita y que los dos coinciden en seguir trabajando para «reforzar aún más» las relaciones entre países. Pero lo cierto es que estas dos conversaciones telefónicas han tenido lugar en un intervalo de cinco meses, que es el tiempo que ha pasado desde que Albares fue nombrado jefe de la diplomacia española el 12 de julio.
Tras el experimento de Arancha González Laya , en su segunda reforma de Gabinete Pedro Sánchez apostó por uno de sus fieles escuderos. Afiliado al PSOE desde joven y curtido en la carrera diplomática, Albares estaba llamado a restablecer las relaciones diplomáticas entre España y Marruecos. Un acercamiento que se le resiste.

Así lo reconoció Albares el lunes en Barcelona, cuando afirmó que le «habría gustado» que Burita hubiera acudido a la UpM. Sin duda, hubiera sido un buen escenario para visibilizar un acercamiento con Marruecos que, incluso, podría haber dado lugar a una reunión bilateral. Pero Marruecos rehuyó el cara a cara de Burita con Albares porque espera «un gran gesto» por parte de España para hacer borrón y cuenta nueva. «Para tener una amistad renovada y volver a empezar de verdad, Marruecos necesita que España se moje. Que ponga por delante a ‘un país amigo y socio estratégico’, como dice Albares, frente a todo lo demás», explica a ABC una fuente diplomática.
«Es un tema sensible»
¿Y qué es todo lo demás? Nadie da detalles sobre ese «gran gesto», que tendrá lugar cuando haya un acuerdo entre España y Marruecos, resultado de una negociación que se lleva a cabo desde hace meses con el máximo sigilo. Todavía no ha habido un entendimiento entre las delegaciones nombradas por ambos países, que se encuentran sumidas en un tira y afloja para no rebasar las líneas rojas que los países vecinos establecieron cuando decidieron sentarse a dialogar. Desde el Gobierno, cada vez que se pregunta por este asunto responden lo mismo: «Es un tema sensible».
La cuestión de fondo, que es precisamente la razón de que todavía no se haya llegado a un entendimiento, cumple su primer aniversario mañana. Ese 10 de noviembre de 2020, con un pie ya fuera de la Casa Blanca, Donald Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. Marruecos quería que España siguiera los pasos del entonces presidente norteamericano o, al menos, que se acercara a ellos y se posicionara de su lado, lo que implicaba de alguna forma no hacerlo del lado de Argelia, que lleva años acogiendo a refugiados saharauis. «Si España daba un giro a su postura y rompía con la posición tradicional respecto al Sahara Occidental, otros países lo observarían y posiblemente seguirían la línea que marcase », explicó hace unas semanas a ABC Haizam Amirah Fernández, investigador principal del Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano.
Las expectativas de Marruecos no se cumplieron por varios motivos, entre ellos por una cuestión «de legalidad internacional», que hace un mes recordó el tribunal de la UE: «Que el Sahara Occidental es un territorio no autónomo para la ONU y que la soberanía y el estatus final de ese territorio no está resuelto». Existen además otros factores. Por un lado, «en España hay una simpatía hacia el pueblo saharaui por cuestiones históricas, por las vacaciones de los niños que vienen a aquí, por una sensación de deuda…». Además, España no puede reconocer la soberanía de un territorio en disputa para una de las partes enfrentadas: «Sería muy arriesgado porque sentaría un precedente que se podría trasladar a otros territorios ».
Al mantenerse firme en este sentido, comenzó el distanciamiento entre Marruecos y España, que se visibilizó cuando decidieron suspender la cumbre bilateral que tenían previsto celebrar el 17 de diciembre del pasado año en Rabat, una semana después de la declaración de Trump. Lo de EE.UU. fue el germen para la escalada de tensión que se produciría el 18 de abril de este año, cuando el Gobierno permitió la entrada ilegal de Brahim Gali en España , alegando «razones humanitarias» porque el líder del Frente Polisario estaba enfermo de Covid y necesitaba ser atendido en un hospital con recursos.
Crisis migratoria
Semanas después –a partir del 17 de mayo, con Gali todavía en España–, Marruecos respondió permitiendo la entrada de cerca de 10.000 inmigrantes por Ceuta. «Marruecos ha demostrado que cuando ha querido controlar las fronteras , lo ha hecho. Ha habido subidas y bajadas de flujos de inmigración irregular con una clara intencionalidad política por parte de Marruecos, ya sea en positivo –para mandar un mensaje de buena vecindad y coordinación– o negativo, como pasó en mayo», afirma Eduard Soler, investigador de CIDOB, especializado en Oriente Medio y el norte de África.
Durante la crisis migratoria y hasta la salida de Gali de España en la madrugada del 2 de junio, otros dos acontecimientos provocaron que todo saltara definitivamente por los aires. El 18 de mayo, Marruecos llamó a consultas a su embajadora en España, Karima Benyaich, que lleva en Rabat desde entonces.
Y se produjo además una guerra de comunicados en los que Marruecos expresó su «decepción» a España por haber acogido a su enemigo principal y público. Reconoció también que el problema de fondo era el conflicto del Sahara Occidental y lo equiparó al 1-O de Cataluña: señaló que durante «la crisis catalana», Marruecos «no optó por la neutralidad» y «fue uno de los primeros en ponerse del lado de la integridad territorial y la unidad nacional de su vecino del norte de forma clara y contundente».
En este contexto de ruptura de las relaciones diplomáticas entre dos países que están condenados a entenderse, Albares llegó en julio al Ministerio de Exteriores con el reto de iniciar un acercamiento con Marruecos.
Al principio parecía que el proceso de diálogo daba sus frutos, hasta tal punto que el Rey de Marruecos, Mohamed VI, se refería el 21 de agosto por primera vez a la crisis diplomática durante su discurso con motivo del 68º aniversario de la conocida como «Revolución del Rey y del pueblo».
«Aspiramos a seguir trabajando con el Gobierno de España y con su presidente, su excelencia el señor Don Pedro Sánchez, con el fin de inaugurar una nueva etapa inédita en las relaciones entre los dos países, sobre la base de la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y la honra de los compromisos», dijo Mohamed VI, quien reconoció que había «seguido personalmente y de manera directa la marcha del diálogo y el desarrollo de las discusiones» .
Pero tras este comunicado, parece que el acercamiento con Marruecos se ha quedado solo en eso: buenas intenciones y una comunicación más fluida en el marco de unas negociaciones que no avanzan.
En este contexto, Marruecos continúa intentando llamar la atención de España, esta vez ocupando aguas españolas por primera vez. Como en las últimas semanas, cuando ‘El confidencial’ publicó que Marruecos ha instalado tres piscifactorías en aguas territoriales españolas –una de ellas a 700 metros de las islas Chafarinas y muy cerca de Melilla– sin contar con los permisos. Marruecos nunca ha reconocido las aguas de Ceuta y Melilla, pero hasta ahora las había respetado.
Más allá de una queja a través de una nota formal, el Gobierno español ha preferido mirar hacia otro lado respecto a Marruecos hasta que sus relaciones diplomáticas vuelvan a ser como antes.
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