La otra mirada desde la sala
Alimentando el mito
Los testigos intentaron ayer reforzar la tesis de la violencia policial del 1-O con versiones exageradas e inverosímiles

Desde Egipto a la modernidad, los mitos siempre han sido esenciales para legitimar al poder. Esto lo sabían muy bien los totalitarismos que surgieron en Europa en el siglo pasado, que denigraban la democracia frente a la exaltación de la voluntad del caudillo. El pensador ... que desarrolló con mayor coherencia la importancia de los mitos en la comunidad política fue Carl Schmitt , que llegó a ser el jurista de cabecera del nacionalsocialismo.
Schmitt sostenía que el concepto de ciudadanía de los Estados liberales estaba muerto y que los nuevos regímenes totalitarios tenían que buscar su legitimidad en los sentimientos , en los vínculos afectivos. Para ello, había que construir mitos que movilizasen al pueblo y que le hicieran sentirse partícipe de un proyecto nacional.
El independentismo catalán ha sido siempre muy consciente de que cualquier avance en sus reivindicaciones tenía que apoyarse en un mito identitario, en el que el Estado español apareciese como su gran enemigo. Nada más útil para la cohesión de su causa . Esto lo vimos ayer con los testimonios de los testigos que declararon en el Supremo a instancia de los defensores. Todos ellos fueron interrogados sobre su presencia en los colegios electorales durante la consulta ilegal del 1 de octubre.
A lo largo de toda la jornada, los comparecientes fueron describiendo con absoluta unanimidad unas actuaciones policiales brutales y salvajes, en las que se pegaba a viejos, niños y mujeres con saña y sin motivo alguno. Llegaron a hablar de « charcos de sangre» , de «vecinos inconscientes» , de personas «pateadas y arrastradas por el suelo» e incluso de la acción de un policía que agredió a una anciana en una silla de ruedas. Según sus testimonios, los agentes entraron en un colegio y se llevaron «juegos y disfraces» tras destrozar puertas que estaban abiertas y apalear a los presentes indefensos.
A los hermanos Salvadó Fernández, que presentaron a los agentes como unos sádicos sin escrúpulos, se les olvidó mencionar que –en el centro de La Rápita en el que ellos estaban– los pacíficos ocupantes arrojaban piedras del tamaño de un puño sobre los policías que querían ejecutar el mandato del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña . Y que cercaron a dos vehículos de la Guardia Civil, que fueron zarandeados y no podían abandonar el lugar. Por estos hechos, hay en curso una investigación judicial.
En el mismo sentido, dos alcaldes de pequeñas localidades justificaron la cesión de locales y su presencia en los colegios con el argumento de que el derecho al voto es sagrado, sin importar que la consulta había sido declarada ilegal por el Constitucional y de que habían sido advertidos de este extremo.
«Métodos desproporcionados»
En esta estrategia de la confusión, uno de ellos llegó a afirmar que las Fuerzas de Seguridad no tenían derecho a entrar en los colegios para retirar las urnas porque las ordenes judiciales primaban la seguridad de los ciudadanos sobre cualquier otra circunstancia.
No importa que muchas de las afirmaciones que se escucharon ayer eran inverosímiles y exageradas ni que lo que dijeron los testigos fuera irrelevante para la causa porque lo que los independentistas querían era seguir alimentando el mito de la violencia de los cuerpos policiales durante el 1 de octubre . Nada ha ayudado tanto a su empeño y ha hecho más daño a la legitimidad del Estado que esta ficción de que los pacíficos ciudadanos que querían ejercer sus derechos fueron agredidos con unos métodos desproporcionados y violentos por la Guardia Civil y la Policía Nacional.
Si algún día Cataluña logra su independencia, no faltarán las placas conmemorativas de los lugares y las personas que actuaron como héroes contra la represión. Un relato que sigue sustentando al independentismo y que constituye su mayor éxito. Schmitt tenía razón cuando dijo que la verdad es lo de menos si la gente tiene fe ciega en los mitos.
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