El virus de la soledad laboral se hace fuerte en las empresas digitalizadas
El peaje del acelerón tecnológico, la falta de diálogo y la creciente fragmentación organizativa abonan un aislamiento que tiene un alto coste personal y económico
Una receta equilibrada para combatir el mal del miedo al cambio

La soledad no deseada es un problema de gran magnitud que, en el caso de España, representa un coste total aproximado de 14.000 millones de euros anuales, más del 1% del PIB. Así lo recoge un estudio impulsado por SoledadES, un observatorio creado ... por Fundación ONCE en colaboración con otras entidades para abordar el problema que supone el aislamiento involuntario en la sociedad actual. Este estudio cuantificaba la pérdida de productividad asociada a la soledad en más de 8.000 millones de euros anuales.
Detrás de las cifras de vértigo hay un desafío global que en algunos países ya ha llevado a la creación de ministerios de la Soledad. Uno de ellos en Reino Unido desde 2018, y el otro en Japón, creado en 2021 a consecuencia de los efectos de la pandemia tras un brutal aumento de los casos de suicidio entre personas que sufrían aislamiento. En la UE se han promovido diferentes investigaciones sobre la soledad, orientadas principalmente a recabar información entre adultos mayores y, en algunos casos, relacionada con la población adolescente. En los últimos años ya se están comenzando a desarrollar algunas iniciativas muy enfocadas a detectar y paliar la soledad en el trabajo.
Es lo que ha llevado a Fundación Vivofácil y CEOE a impulsar la iniciativa 'Personas conectadas, empresas imparables' que pretende concienciar socialmente sobre esta verdadera epidemia que, además del malestar emocional que provoca, afecta negativamente a la motivación, a la creatividad y a la eficiencia en el trabajo. «La soledad en el entorno laboral es la sensación de aislamiento o desconexión que experimenta una persona en su trabajo, ya sea por falta de interacción social, apoyo emocional, o por no sentirse parte del equipo -explica Mar Aguilera, directora general de Fundación Vivofácil-. Aunque en ocasiones se puede disfrutar de un espacio solitario para concentrarse, la soledad en el trabajo suele estar vinculada a una falta de relaciones laborales significativas, lo cual puede generar sentimientos de desconexión, estrés, ansiedad y nulo sentido de pertenencia. Esta soledad puede manifestarse de distintas maneras: desde la sensación de no ser escuchado o valorado, hasta la ausencia de un círculo de apoyo dentro de la empresa. Además, en el mundo actual, con el teletrabajo y equipos distribuidos, este tipo de soledad se ha vuelto más común, ya que las interacciones cara a cara son limitadas».
La proyección de 'La Sociedad de la Soledad' -próximo 21 de febrero a las 11.00 de la mañana en la sede de la CEOE de Madrid-, un cortometraje que aborda esta cuestión, será el comienzo de esta llamada de atención a empresarios, directivos, trabajadores y sociedad en general. «Es fundamental que las empresas reconozcan la soledad como un desafío actual que impacta directamente en sus equipos de trabajo. Si no se aborda de manera adecuada, puede derivar en la pérdida de talento, falta de innovación y, en consecuencia, menor competitividad. Para nuestra Fundación es prioritario porque para nuestras empresas es urgente: calidad de vida y competitividad empresarial van de la mano. En este sentido, CEOE comparte nuestra visión y respalda nuestro objetivo de generar un entorno laboral más sostenible y competitivo en el que las personas somos la clave para lograrlo», explica Mar Aguilera.
Paso atrás
Pero ¿cómo hemos llegado hasta esta situación, especialmente en España donde las relaciones sociales, incluso dentro del trabajo, siempre han tenido un importante peso? Elena Méndez Díaz-Villabella es directora de Enevolución y profesora asociada de IE Business School. Por su metodología de medición de la experiencia de empleado han pasado algunas de las principales empresas de nuestro país, preocupadas por la necesidad de conectar bienestar y desempeño. «En nuestras mediciones observamos que las relaciones en el trabajo constituyen uno de los elementos clave de una experiencia laboral positiva -explica-. Lo que está sucediendo es que vivimos en un mundo hiperconectado. Nunca ha sido tan fácil comunicarnos con un compañero de trabajo a través de un mensaje, un correo o una vídeollamada. Sin embargo, paradójicamente, muchas personas se sienten más solas que nunca en su entorno laboral».
La soledad en el trabajo puede ser el resultado de varios factores aislados y/o interrelacionados. Por ejemplo, la falta de trabajo en equipo se traduce en aislamiento al no tener interacción sociolaboral con el resto de compañeros; la cultura no inclusiva también puede provocar que haya personal desconectado. «Si la comunicación no fluye adecuadamente de forma bidireccional, las personas pueden sentir que no tienen un lugar dentro del equipo y la organización, situación que conlleva pérdida de innovación y talento -explica Mar Aguilera-. Por el contrario, la cultura inclusiva potencia el sentido de pertenencia a través de la retroalimentación positiva y fomenta la conexión emocional con la organización. Muchas empresas han cambiado su enfoque hacia el trabajo remoto y el uso de herramientas de comunicación online como único instrumento de comunicación. Esto facilita la conexión, pero también crea barreras interacciones personales espontáneas y las relaciones sociales profundas. Buscar el equilibrio fomentando los encuentros personales salva las barreras con las que nos podemos encontrar».
No solo la tecnología
Aunque la tecnología tiene un peso considerable en esta soledad laboral, Elena Méndez Díaz-Villabella apunta también a otros factores. «Muchas empresas han evolucionado hacia estructuras más especializadas, más fragmentadas, con equipos que trabajan en silos, cada uno con su propio lenguaje y prioridades. Esto reduce la comunicación entre departamentos y la empatía hacia el trabajo del otro -explica-. La soledad en el trabajo está también relacionada con el aumento en la rotación laboral creando un círculo vicioso que se retroalimenta: cuanta más rotación hay en los equipos, más difícil es crear vínculos duraderos, y cuanta más soledad sienten los empleados, más probable es que busquen otras oportunidades laborales. Los que se quedan, invierten menos energía emocional en crear nuevos vínculos, perpetuando así el ciclo de desconexión».
La directora de Enevolución también apunta a otros factores como desencadenantes de la tormenta perfecta: «Hemos ido perdiendo progresivamente gran parte de la capacidad de leer el lenguaje corporal, de mostrar empatía en tiempo real y de manejar desacuerdos de manera constructiva. Pensemos en cuántas veces preferimos enviar un email para evitar una conversación difícil, alargando malentendidos que podrían resolverse en minutos con un diálogo directo. Por otra parte, en un mundo de interacciones superficiales, mostrar vulnerabilidad no es fácil. Existen investigaciones recientes sobre seguridad psicológica que demuestran que las personas temen compartir sus dudas, errores o dificultades por miedo a ser juzgados como débiles o incompetentes. Esta máscara de 'todo está bien' que llevamos al trabajo, profundiza nuestra sensación de aislamiento y soledad».
La psicóloga organizacional Constance Noonan Hadley afirma en el Work Trend Index, elaborado por Microsoft y que también se hace eco de este problema, que «sin un nuevo enfoque, el aislamiento y la desconexión de los empleados seguirán aumentando, independientemente de que la gente vuelva a la oficina o trabaje en remoto. La transición postpandémica ofrece la oportunidad perfecta para poner en marcha las estructuras y recompensas que faciliten una plantilla de personal más conectada. Los gerentes deben priorizar el tiempo para que los empleados se conecten de forma más profunda y auténtica, más allá de la lista de tareas pendientes, y fomentar una cultura que recompense la seguridad psicológica, para que los empleados puedan ser vulnerables y apoyarse mutuamente cuando lo necesiten».
La buena noticia es que, en opinión de Elena Méndez Díaz-Villabella, este 'rediseño' de interacciones a lo largo del llamado 'employee journey' de los trabajadores es una tarea sumamente agradecida: «Los resultados son espectaculares y casi inmediatos. Es sorprendente lo mucho que puede llegar a cambiar un clima laboral con unas mínimas intervenciones. Eso sí, estas han de estar bien diseñadas para que incidan exactamente en la situación que esté creando la atmósfera de aislamiento instalada en algunas organizaciones. Sin olvidar que una gran parte de la solución está en nosotros mismos. Hemos perdido la capacidad de estar con nosotros mismos sin distracciones, lo que afecta a nuestra habilidad de conectar auténticamente con los demás. La tecnología nos ha hecho intolerantes al aburrimiento y a la introspección, pero ¿podemos realmente conectar con otros si no sabemos hacerlo con nosotros mismos? El reto está en equilibrar las ventajas de la tecnología con la necesidad humana de conexión real. Volver a mirar a los ojos a nuestros compañeros de trabajo, conversar sin prisas y recuperar la espontaneidad de la comunicación puede ser el primer paso para que nuestras oficinas (físicas o virtuales) sean lugares menos solitarios».
Desencadenantes
A finales de 2024 la Obra Social Sant Joan de Déu impulsaba la campaña 'Soledad no deseada en el ámbito laboral' en la que se ponían de manifiesto las dificultades que encuentran muchas personas para establecer relaciones de calidad con sus compañeros a raíz del teletrabajo. La campaña también subrayaba la falta de reconocimiento como un factor desencadenante de la soledad laboral.
Potenciar la cultura del reconocimiento y las interacciones cara a cara son claves para frenar esta epidemia
En este sentido, es importante recordar que existen percepciones mentales que desencadenan respuestas físicas: el sufrimiento duele, y el estado anímico de una persona que se siente aislada y poco reconocida desencadena los mismos mecanismos cerebrales que desencadenan el dolor. También sucede a la inversa: unas palabras de reconocimiento a un trabajo bien hecho activan el mismo circuito de recompensa que el de una gratificación económica. «¿Somos conscientes de lo que puede suponer expresar ese reconocimiento en una conversación cara a cara, mirándonos a los ojos y sin ninguna pantalla de por medio?», concluye Méndez Díaz-Villabella.
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