La nueva fisonomía económica y medioambiental de las viejas minas
Cerrar las cicatrices de las antiguas explotaciones conlleva el doble desafío de recuperar los entornos naturales y de generar posibilidades alternativas de creación de riqueza
El sector minero profundiza en la economía circular

Antiguas explotaciones mineras son hoy humedales ricos en biodiversidad, lagos para el esparcimiento y para practicar deportes acuáticos, o presas para regadío e incluso con gran potencial para el consumo humano. Otras veces se han convertido en cultivo de olivos, de naranjos, de manzanos, de ... vid o en terrenos de uso ganadero. Algunos de estos entornos incluso albergan polígonos industriales, teatros y auditorios, hasta parques zoológicos. Fueron en otra época graveras, canteras de caliza, minas de carbón o de hierro o de arcillas, a cielo abierto o también en galerías subterráneas. Minas que han cerrado sus cicatrices y no solo han recuperado el valor medioambiental del entorno donde impactaron, sino que también su rehabilitación ha dado lugar a nuevos espacios que se pueden aprovechar con otros usos, generando así riqueza y nuevos negocios.
Desde 1982 (y según el Real Decreto 2994) toda explotación minera tiene que llevar consigo una planificación de cómo va a rehabilitar el entorno donde va a impactar una vez que cierre. Porque, aunque sea una actividad necesaria (solo tenemos que ser conscientes de que nuestro móvil, por ejemplo, contiene más de 60 minerales para que funcione), hay que reconocer que la minería, incluso la de hoy más moderna, sostenible y avanzada tecnológicamente, tiene una afección negativa importante sobre el medio ambiente que la rodea. De ahí que al cabo de los años y una vez que se cierra un yacimiento, sea obligatorio que todo quede como antes de abrir la mina, e incluso mejor, que de eso se trata la rehabilitación.
«Ya entonces, la preocupación por los efectos de la minería era lo suficientemente importante como para tomar este tipo de decisiones que fueron muy avanzadas para su época. Pero como no había un reglamento que dictara cómo hacer las cosas, unas empresas lo hicieron bien y otras no», explica Julio César Arranz, científico del grupo de investigación en Residuos Mineros y Geoquímica Ambiental del Instituto Geológico y Minero de España IMG, del CSIC. Anterior a aquella época hay que reconocer que tenemos mucha minería abandonada, «muchos pasivos que hemos heredado», afirma Julio César. A los que también se tratan de dar una segunda vida, aunque no sea obligatorio.
En 2009 se aprobó otra regulación, para trasponer una directiva europea de 2006, que «considera la rehabilitación del entorno pero que se centra más en la seguridad de las instalaciones de residuos desde el punto de vista químico y físico», dice el científico.
Eso se traduce en que las empresas operadoras de un yacimiento deben tener un plan para rehabilitar el terreno afectado por la explotación y otro para el espacio natural afectado por los residuos mineros. «Lo que se ha hecho es poner dos garantías financieras, una por el espacio dañado por la explotación y otra por los residuos generados durante la actividad. Estos avales económicos los puede ejecutar la autoridad competente si desaparece la empresa explotadora», indica Vicente Gutiérrez, presidente de Confedem, la Confederación Nacional de Empresarios de la Minería y de la Metalurgia.

Y a partir de ahí entra en juego una enorme variedad de tipos de rehabilitación «como enorme es la variedad de minas que existen. Desde una cantera pequeña que explota una empresa constructora hasta una gran mina de carbón a cielo abierto de una multinacional energética. Algunos proyectos son de enorme complejidad. No es lo mismo remodelar una gravera que resucitar grandes cortas de minería metálica que generan aguas ácidas. Son inversiones importantes. Y los huecos mineros son muy difíciles de rellenar. Lo más caro de un proyecto de rehabilitación son los movimientos de tierras y las capas de impermeabilización para residuos tóxicos. Hay que estudiar la morfología del suelo, la estabilidad de los taludes, calcular si las capas superficiales del suelo van a poder sujetar la vegetación...», apunta Julio César.
«Hay muchas minas rehabilitadas sobre todo de carbón. Se trata de dejar el entorno mejor que estaba para aprovecharlo más y mejor. Por ejemplo, en muchas pequeñas minas asturianas en zonas de montaña se están plantado manzanos donde antes no había posibilidad de hacerlo porque había roca. Ésta se extrajo para obtener el carbón y luego se rehabilitó ese entorno. O se ha quemado el poco carbón que quedaban en escombreras, se han allano y ahora son polígonos industriales», expone Vicente Gutiérrez.
Ocurre además que existe un programa para la restauración ambiental de explotaciones mineras en cierre o abandonadas y de terrenos deteriorados junto a centrales térmicas (situadas junto a las minas de carbón para exprimir todas las posibilidades) con cargo a los fondos Next Generation: 150 millones de euros de ayuda para recuperar 2.000 hectáreas de minas de Asturias, Castilla y León y Aragón.
Un ejemplo a seguir
As Pontes (La Coruña) es uno de los ejemplos más sobresalientes de restauración ambiental del país. Sobre una gran mina de lignito a cielo abierto que está en manos de Endesa desde 1972 hoy lucen las aguas del mayor lago artificial del país, que cuenta con 204 metros de profundidad. La energética decidió cerrar el yacimiento en 2008 a raíz del endurecimiento de la normativa europea sobre emisiones de azufre (responsables de la lluvia ácida). «La directiva para grandes instalaciones de combustión establecía unos límites bastantes restrictivos sobre las emisiones de azufre. Para cumplirlo estábamos obligados a construir grandes sistema de desulfuración de gases de combustión en las chimeneas de la central térmica, que se encuentra a 3,5 kilómetros de la mina. Hubiera sido económicamente inviable y por eso se cierra la explotación», recuerda José Antonio Menéndez Lalo, el último director de la mina de As Pontes y hoy responsable de Relaciones Institucionales de Endesa en el Noroeste.
Así que la solución fue adaptar la central térmica a un nuevo combustible («un tipo de ulla que venía de Indonesia», detalla Menéndez Lalo) para que siguiera en operación y se comenzó a planificar la recuperación de la mina. De ella se extraían entonces 12 millones de toneladas de carbón al año. Así que el hueco que dejaba era descomunal para rellenarlo con estériles y con otros materiales: era un espacio vacío de 865 hectáreas y con una profundidad que alcanzaba los 300 metros. Llevaría bastantes años acometer este colosal desafío.
Así que en una zona pluviosa (de media 1.900 litros al año) y con tan descomunal espacio para rellenar, la opción más adecuada y sensata fue utilizar el agua para crear un lago artificial. «Se recogió el agua procedente de tres orígenes: del río Eume, que teníamos una concesión; de la cuenca de las escombreras donde se depositaban los estériles del yacimiento, y de la propia agua de lluvia que recogía el hueco minero. Así se rellenó. Se construyeron canales que llevaron las aguas desde las cuencas al fondo del hueco para hacerlo de forma controlada y evitar la erosión», cuenta Menéndez Lalo. «Lo más difícil -prosigue- fue evitar la acidificación del lago para que pudiera albergar vida piscícola. El azufre que estaba presente en todos los materiales del yacimiento podía hacer que las aguas fueran más ácidas».

El hueco minero de As Pontes es hoy un lago que se ha convertido en un punto de encuentro turístico para las poblaciones locales. «Competimos con las playas de Ferrol», sonríe Menéndez Lalo. Y la escombrera exterior, donde se acumularon toneladas de material estéril y sobrante del yacimiento, es hoy un parque natural colonizado por fauna autóctona. Alberga más de 217 especies vegetales y otras 205 animales vertebrados. «Hemos alcanzado las más máximas cotas de biodiversidad posible para que cualquier proyecto de negocio se pueda desarrollar allí», garantiza el ingeniero de minas.
Ese bello entorno tiene otras grandes potencialidades. «Es una zona con mucha disponibilidad de agua y energía, además renovable (eólica e hidráulica), y una central de gas que da soporte a la intermitencia de las renovables. Contamos con una red eléctrica muy mallada. Son muy buenos atractivos para la implantación de industria, que es la fase en la que nos encontramos ahora. De hecho, Ence tiene en proyecto levantar una biofábrica en As Pontes para recuperar papel y a producir fibra de tisú que es un papel de más calidad», cuenta Menéndez Lalo. La Xunta de Galicia lo ha declarado Proyecto Industrial Estratégico (PIE). Cauteloso, este ingeniero de minas se guarda otros proyectos empresariales que están sobre la mesa.
Junto a As Pontes, Endesa ha rehabilitado terrenos de las antiguas minas de carbón de Andorra (Teruel), Peñarroya (Córdoba) y Puertollano (Ciudad Real). En total 5.000 hectáreas. Gran parte se dedican a la agricultura (plantaciones de árboles frutales, olivos y viñedos) y a uso ganadero y se han recuperando ecosistemas autóctonos a pesar de tratar de entornos semiáridos de difícil repoblación.
Lago Meirama
La misma estela siguió Naturgy con el que hoy es también un enorme lago, llamado Meirama, en el valle de As Encobras (La Coruña). Es otra de las actuaciones de rehabilitación medioambiental más relevantes realizadas en España. Se transformó también una antigua mina de lignito a cielo abierto que abastecía una central térmica (Meirama) y explotaba Naturgy desde 1980 hasta que llegó de Europa la obligación de reducir las emisiones de azufre en 2008. «Fue cuando pensamos en el plan de rehabilitación y transformar el hueco minero en un lago. Lo importante era que el agua tuviera una buena calidad. Cuando se extrae el carbón, muchos minerales metales y compuestos quedan dispersos y pueden reaccionar con el agua empeorando su calidad. Para evitar que esos materiales entren en contacto con el agua, la prioridad era impermeabilizar el fondo del hueco de la mina con una capa de arcilla compactada. Y se fue rellenado con agua de lluvia. Medíamos la calidad del agua constantemente. Y el lago tiene capacidad para abastecer a La Coruña, una ciudad de más de 240.000 habitantes», cuenta Nieves Cifuentes, responsable corporativa de Medio Ambiente en Naturgy. También se habilitó una playa para el esparcimiento de las poblaciones locales y para generar pequeños negocios de restauración.
El lago Meirama tiene 2,2 kilómetros de longitud y un kilómetro de ancho. «Alrededor se plantaron casi medio millón de árboles autóctonos», continua Cifuentes. Se reforestaron la escombrera exterior y los montes del entorno originando un nuevo ecosistema con más de 800 especies de animales y vegetales. «El reto era cómo restaurar aquel hueco de aquellas dimensiones que estaba muy alterado y devolverle valor. Creamos un capital natural y social que es el propio lago, con potencialidad de aprovechar ese agua dulce y la playa para beneficiar a las comunidades de alrededor», dice Cifuentes.
Minas de Riotinto
En Minas de Riotinto (Huelva), la multinacional Atalaya Mining extrae cobre del yacimiento Cerro Colorado desde 2015 y tiene permiso para realizar nuevas exploraciones y explotaciones. Para llevar a cabo esa actividad la empresa asumió el compromiso de rehabilitar antiguos pasivos mineros heredados de siglos atrás. «En Riotinto no solo restauramos el espacio que ocupamos con la actividad actual, como es preceptivo. Además, estamos comprometidos con la restauración de los pasivos heredados de anteriores generaciones de mineros. En el pasado, no existía un desarrollo legislativo tan amplio como en la actualidad, ni conciencia social al respecto. Así, los materiales de rechazo del proceso minero quedaron sin restaurar, afectando por ejemplo a la calidad de las aguas del río Odiel. Hoy, Atalaya está avanzando con la restauración de estos pasivos, y recuperando la calidad de las aguas del entorno, de manera que en un futuro próximo ese agua tenga un aprovechamiento con la construcción de un nuevo embalse de agua que va a ser un vector de desarrollo para la provincia», explica Emilio San Juan, responsable de Medio Ambiente en Atalaya Mining.
La empresa está sellando muchas escombreras antiguas que contienen pirita y otros materiales que se oxidan con el aire y el agua. Esa oxidación genera acidez en el agua. «Intentamos que esas aguas no lleguen a otros cursos de agua y lo hacemos aislando las escombreras con una capa de material sellante como pizarra compactada, luego echamos suelo y tierra vegetal. Así la escombrera se queda sellada y no aporta agua ácida», explica San Juan.
Todas esas aguas van al río Odiel y hay un proyecto de crear una presa, pero de momento el agua no tiene suficiente calidad. «Estamos limpiando las aguas para que ese embalse que se construirá en el futuro se utilice para regadío».
Cabarceno
En la jornada sobre 'Rehabilitación de Espacios Mineros', que organizó esta semana la Escuela de Ingenieros de Minas, también se expusieron otros casos ejemplares. Como el conglomerado de las antiguas minas de hierro a cielo abierto de Cabarceno (Cantabria) que tras su rehabilitación hoy acoge un gran parque zoológico donde viven más de mil ejemplares de 120 especies de animales de todo el mundo. Entre las dolomias que se mantiene en pie hay leones, hipopótamos, jirafas... en semi libertad. «Se han convertido en uno de los grandes atractivos turísticos de la región con más de 600.000 visitas al año y es un centro de referencia en investigación científica de algunas especies. El presupuesto de la reconstrucción no está escrito, pero calculamos que fue entre 60 y 90 millones de euros, cuando los ingresos anuales ahora solo por entradas rondan los 20 millones», expuso el doctor Julio Manuel de Luis Ruiz, director de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Minas y Energía de la Universidad de Cantabria.
Almadén
Las minas de la comarca de Almadén (Ciudad Real)fueron el yacimiento de mercurio más importante del mundo. «La tercera parte del mercurio consumido por la Humanidad procedían de Almadén», destacó Francisco Javier Carrasco, director de Actividades Industriales en Mayasa (Grupo SEPI), la empresa pública que se dedicó a la explotación de estas minas. La producción cesó en 2003. «Se llevaron a cabo importantes actuaciones en la propia mina, en los edificios, galería, hornos...para que fuera un espacio visitable», recuerda Carrasco. Se levantó el Centro de interpretación de la minería, el Museo del Mercurio... Hoy ese conjunto es el parque Minero de Almadén.
Mientras estuvieron operativas las minas generaron grandes cantidades de desechos, estériles, escoria de hornos, «residuos de todo tipo», matiza Carrasco, que constituyeron la escombrera del Cerco de San Teodoro. Una acumulación que ocupa casi 10 hectáreas con una altura máxima de casi 60 metros, pendientes de hasta 65 % y un volumen total de 3,5 millones de toneladas aproximadamente. «Debido a la gran cantidad de residuos la solución más viable fue sellar la escombrera para evitar que pasara el agua», dice Carrasco. La restauración finalizó en el año 2008, con una inversión de 8,5 millones de euros.
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