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El ladrillo de toda la vida se reconstruye con nuevos materiales

La arcilla se mezcla con residuos de caucho, plástico, cenizas o huesos de aceitunas para lograr un producto más ecológico

El viaje de reinvención de la madera como pilar sostenible del futuro

Ladrillos ecológicos de la empresa La Paloma Cerámica

Charo Barroso

El ladrillo tiene más de 11.000 años de historia, aunque se atribuyen a los romanos los primeros experimentos con masas de arcilla cocida para arcos, bóvedas y cúpulas. Ahora, empresas y universidades investigan nuevas mezclas más eficientes y menos contaminantes.

Un ejemplo es La Paloma Cerámicas, empresa española que ha desarrollado un ladrillo ecológico que permite un consumo energético eficiente y el máximo rendimiento de los edificios. Parte de su secreto radica en un formato (236 mm de largo x 100 mm de ancho x 119 mm de alto) que disminuye un 49% el mortero en el paño cara vista y reduce hasta en 36 unidades el número de piezas colocadas por metro cuadrado.

Julio Pascual, director general de esta firma, explica que el ladrillo ecológico limita el CO2 que emite una fachada con dos vías, las medidas y la materia prima: «Es como si pusieras dos ladrillos normales, uno encima de otro, para utilizar menos mortero en la obra. También elaboramos un ladrillo más estrecho, con menos profundidad. En España, el estándar tiene 11,5 centímetros de profundidad. Nosotros lo hacemos de 10 y ahorramos materia prima. Junto a la arcilla y el agua de siempre, incorporamos elementos reciclados de otras industrias». Así se reducen hasta en un 31,8% las emisiones por cada metro cuadrado de fachada.

La innovación forma parte del ADN de la empresa, señala Pascual: «Buscamos menor huella de carbono en nuestros hornos; la simplicidad de colocación, como el sistema Termoklinker, con paneles de ladrillos, o el sistema Iris, para celosías cerámicas sin morteros; y la estética, adecuada a las arquitectura y los gustos modernos». El compromiso medioambiental es firme. «Fabricamos el ladrillo —afirma Pascual— solo de día, para poder aprovechar las placas solares. La elaboración con residuos nos da la posibilidad de tres colores, el negro, el gris y el marfil, mientras que para otros productos llegamos a las 30 variedades».

La Paloma Cerámicas, con nueve fábricas en España y Portugal y más de 300 empleados, cuenta entre sus proyectos más emblemáticos con la ampliación del Museo del Prado y la Estación de Atocha en Madrid, el campus de la Universidad Loyola en Sevilla o la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.

Significativa evolución

Para Elena Santiago, secretaria general de Hispalyt, Asociación Española de Fabricantes de Ladrillos y Tejas de Arcilla Cocida, «el ladrillo cara vista como material de construcción ha evolucionado significativamente en los últimos años para dar respuesta a la necesidad de soluciones constructivas más eficientes, sostenibles y adaptadas a las nuevas tendencias como la construcción industrializada». Entre las innovaciones para fachadas, Santiago destaca «el Termoklinker, que combina paneles prefabricados con aislamiento térmico integrado y acabado de plaqueta cara vista, y Flexbrick, un sistema modular basado en láminas flexibles con elementos cerámicos».

Las propiedades del ladrillo favorecen la eficiencia energética de los edificios, aclara Elena Santiago: «Su alta inercia térmica permite reducir la demanda de calefacción en invierno y de refrigeración en verano. Además, mejora la envolvente térmica del edificio sin necesidad de mantenimiento, asegurando su durabilidad y rendimiento a lo largo del tiempo». Su fabricación se realiza mediante innovadores procesos en los que se aplican las últimas tecnologías (biomasa, energía solar, hidrógeno verde) para lograr reducir el consumo de energía, agua y emisiones. Todos estos aportes a la descarbonización y sostenibilidad medioambiental están certificados por sellos o etiquetas tras someter a los ladrillos a diferentes ensayos y evaluaciones.

La secretaria general de Hispalyt estima que el futuro del sector del ladrillo en España va a estar marcado por cuatro grandes tendencias: «Sostenibilidad y eficiencia energética (para dar respuesta a las necesidades de rehabilitación energética del parque edificado y a la lucha contra el cambio climático); industrialización, con el auge de soluciones prefabricadas que permitirán construir de manera más rápida y con menor impacto medioambiental; innovación en diseño e instalación; y la digitalización y el uso generalizado de BIM, que va a permitir una mejor planificación y control de calidad en todas las fases del proyecto».

José Manuel Díaz Sarachaga, doctor en Ingeniería Civil y profesor del Máster en Energías Renovables de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), comenta que la investigación en España discurre por caminos semejantes a lo que sucede más allá de nuestras fronteras, «aunque aquí se customiza el producto para adecuarlo a las características del país, fundamentalmente climáticas o geográficas».

Evitar las arcillas

El objetivo de la innovación pasa por evitar o minimizar el uso de arcillas, expone Díaz: «Esto implica utilizar materiales reciclados. Y estos materiales van desde el plástico hasta las cenizas e incluso la paja. También se pretende que los ladrillos aumenten el aislamiento térmico y acústico. Otra línea de investigación es aquella que explora minimizar el coste de instalación, la mano de obra, que en estos momentos es cada vez más escasa».

Pero la arcilla aún tiene vida por delante, «desgraciadamente», sostiene el ingeniero, «por el alto consumo energético». «La implantación de ladrillos novedosos va a depender del conocimiento de los usuarios —aventura—. Si alguien compra un piso y le dicen que el material de los ladrillo es de cenizas volantes, de plástico o de paja, puede echar a temblar si no sabe las ventajas. Se precisa cierta campaña de educación en la ciudadanía y preparación en los operarios que la colocan».

Uno de los objetivos de la innovación en los ladrillos es lograr la máxima eficiencia de los edificios

«La construcción más sostenible, demostrado de todas las maneras posibles, es la prefabricada», relata el experto. «Si tú calculas la huella de carbono en todo el ciclo de vida, es bastante menor que la de la construcción tradicional. ¿Qué ocurre? Mientras que en otros países casi todo es prefabricado, el desconocimiento en España hace que todavía se apueste por el ladrillo», añade.

Alejandro San Vicente Navarro obtuvo el doctorado en Ingeniería Mecánica por la Universidad de La Rioja con una tesis que demostraba la viabilidad de la fabricación de ladrillos de mortero usando triturado de hueso de aceituna. La investigación 'Metodología para la evaluación de la sostenibilidad en ladrillos de mortero dopados con triturado de hueso de oliva' fue desarrollada con la dirección de Javier Ferreiro Cabello y Esteban Fraile García.

Mejora

El trabajo evidencia que este material mejora las propiedades de aislamiento térmico de los ladrillos, progreso que se consigue sin comprometer significativamente la resistencia mecánica, siempre y cuando la proporción de triturado se mantenga entre el 5% y el 15%. «Empezamos probando –describe San Vicente, actual docente en Ingeniería Mecánica en la Universidad de La Rioja– con caucho triturado de residuos de neumático y ya comprobamos una mejora de los parámetros de conductividad térmica. Después nos focalizamos en el triturado de hueso de oliva para sustituir el árido en distintos porcentajes, pero sin perder propiedades de dureza y resistencia».

El aumento de la capacidad de aislamiento térmico se traduce en menor consumo de energía para calefacción y climatización en los edificios levantados con estos ladrillos. «Vimos que era sostenible en todos los aspectos», apunta. El planteamiento de la investigación fue para ladrillo en edificio nuevo. Para comercializar el prototipo, considera San Vicente que «solo se precisa un poco de infraestructura no muy compleja».

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