el quinto en discordia
No da más de sí
El último capítulo, en el que ya estamos, de esta etapa de populismo será agónico, pero pronto esta serie con su indiscutible protagonista solo será un mal recuerdo que habrá servido para que conozcamos la fortaleza de nuestras instituciones y el apego general por el orden establecido.
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La vuelta al cole en lo político está resultando grosera. Vuelta al choque. Vuelta a las consignas. Vuelta, en definitiva, al frentismo al que algunos parece que se han abonado porque entienden que es por donde pasa su supervivencia política. Un espectáculo que no ... resulta edificante y que -y esta es la novedad- probablemente no podrá estirarse mucho más.
Las últimas decisiones, con el nombramiento del nuevo gobernador del Banco de España a la cabeza; los últimos discursos y hasta los últimos gestos solo se pueden entender como gasolina barata para la provocación. Una provocación chusca, cuando no directamente usurera. Definen, desde luego, a quienes están detrás -y también a quienes se dejan utilizar- y revela cual es su único juego: alimentar el populismo.
Estamos ante una nueva versión de populismo. Un populismo huérfano, un populismo sin pueblo que lo respalde en la calle. Ya que, aunque tengamos instantes en los que nos domina lo más inmediato, son minoría las personas que solo sienten tranquilidad en medio de la mentira. El veneno inoculado artificialmente ya se ha absorbido y no surte efecto. Y la perseverancia de algunos solo se puede entender como medida de su desesperación.
La fiebre baja. Las encuestas indican que, si alguna vez lo fue, ese ya no es el camino. Los síntomas de agotamiento son evidentes. Es manifiesto para todo el que lo quiera ver, menos para los que se benefician groseramente de este nuevo orden, que, afortunadamente, son los menos. No da para más. Las personas pasan y las instituciones permanecen. Y ya solo es cuestión de poco tiempo el que cerremos este capítulo aciago de nuestra historia reciente.
Todavía no tenemos la perspectiva suficiente, pero no tardaremos en darnos cuenta de que el peaje del populismo en España ha sido menor que en otros países comparables. Podría haber sido incluso mejor si la bola, tras tocar, se hubiera quedado al otro lado de la red. No cabe lamentarse. En cualquier caso ha servido para vacunarnos. Y el precio de la vacuna ha sido mucho menor al que han tenido que pagar otros.
El último capítulo, en el que ya estamos, será agónico. No hay salida digna. Ha sido su elección. Pero pronto esta serie, con su indiscutible protagonista, solo será un mal recuerdo que habrá servido para que conozcamos la fortaleza de nuestras instituciones y el apego general por el orden establecido.
Un aterrizaje más
Llevamos un tiempo a vueltas con como será el aterrizaje de la economía americana, que es, desde la óptica de los mercados, la que realmente interesa. En cosa de pocas semanas hemos pasado de pensar que estaba aguantando mucho mejor de lo esperado y que no iban a ser necesarias las bajadas de tipos -«higher for longer «-, a que las cosas se están torciendo más rápido de lo esperado -un peor dato de empleo del mes de julio que se ha visto hasta cierto punto confirmado en agosto- y que la Reserva Federal va a tener que acelerar los recortes de tipos.
Se trata de otro ejemplo de la esquizofrenia que domina permanentemente los mercados. Un peor dato de empleo no cambia la foto de conjunto, que sigue siendo más o menos parecida a la que teníamos antes de verano. La economía de EE.UU., tras un mejor comportamiento de lo esperado, empieza a desacelerarse.
La economía seguirá su camino. Un crecimiento algo menor, que se verá contrarrestado por las futuras rebajas del precio del dinero. Nada que cambie el nombre del juego. No se han cometido excesos en los últimos años que hagan pensar que podamos estar a las puertas de una crisis que se prolongue en el tiempo.
El siguiente hito importante serán las elecciones. Y su resultado tampoco cambiará sustancialmente el devenir de la economía. Los planteamientos más heterodoxos de Trump serían probablemente mejor recibidos por el mercado a corto plazo -a largo, dependerá de lo que pueda pasar con el tremendo desequilibrio fiscal que arrastra Estados Unidos-, mientras que la mayor ortodoxia de Kamala puede ser peor recibida. En cualquier caso, aunque sea solo por un motivo puramente estético, sería mejor para todos no tener que sufrir la versión 2.0 de Trump.
La economía de Estados Unidos aterrizará de forma más o menos suave para luego seguir al trantrán con un crecimiento algo menor que el visto en los últimos años. No se va a romper nada. Estamos en un punto en el que, a diferencia de lo que pasaba hace unos meses, los buenos datos pasaran más desapercibidos que los malos porque ahora toca cebar los miedos a un aterrizaje económico más brusco de lo esperado. Hemos estado aquí antes. Nada que nos pueda sorprender. Lo recomendable, como casi siempre, es coger distancia y no dejarse llevar, seguir viendo el todo y no solo una parte.
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