entrevista con el exministro de economía y expresidente de la aeb
José Luis Leal: «El proteccionismo es el mal, frena la economía, la inversión y las rentas de los que se quiere proteger»
En su ultima obra «El futuro que fue nuestro» explora la Transición española, de una dictadura a una democracia, y cómo estos cambios políticos han influido en la evolución económica y social del país
«No se puede negociar nada estando cada uno en su trinchera, y eso genera menos crecimiento»
Declaración de la renta 2024/2025, en directo: consultar borrador, resultado positivo o negativo y últimas noticias hoy

José Luis Leal Maldonado (Granada, 1939) es una figura destacada en la historia política y económica de España. Fue compañero de bachillerato del Rey emérito antes de obtener su licenciatura en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Amplió su formación académica en la Universidad de Ginebra, donde se licenció en Ciencias Políticas y en la Universidad de la Sorbona, en París, donde obtuvo el doctorado en Ciencias Económicas. Durante su larga y prolífica trayectoria profesional fue ministro de Economía con Adolfo Suárez y entre 1990 y 2006, presidente de la Asociación Española de Banca. Desde 2001, es presidente de Acción contra el Hambre.
Recientemente ha publicado su último libro «El futuro que fue nuestro», donde explora la transición de España de una dictadura a una democracia y cómo estos cambios han influido en la evolución económica y social del país.
—En su último libro, en el bloque sobre que habla sobre la transición, habla usted de la importancia de los Pactos de la Moncloa, que desbordan ampliamente la esfera de lo económico. Dice que «fueron una nueva esperanza que se construyó con el consenso», ¿por qué ahora se ven como un imposible?
—La esperanza nunca se pierde, pero cada situación es muy diferente. Los problemas de entonces eran mucho más graves que los que hay ahora. Pero fue posible construir un consenso entre los principales partidos. Eso fue lo esencial. Ese consenso hoy día es absolutamente imposible por la polarización que existe.
—Sobre la Constitución dice usted que «lleva la marca del momento en que se redactó» y que «habría sido preferible definir un Estado federal en vez del Estado de las Autonomías que se pactó». Los partidos nacionalistas frenaron entonces esa opción, ¿cree que hoy son los nacionalismos los que hacen imposible cualquier adecuación a los tiempos actuales?
—En parte sí, porque los problemas son diferentes, pero efectivamente el problema territorial de España, el problema de las comunidades autónomas, especialmente de Cataluña y la vasca, es uno de nuestros principales problemas políticos, consecuencia del movimiento independentista.
—Desde la llegada de la democracia, la monarquía ha sido un factor de estabilidad política y ha ejercido un poder moderador, ¿considera que hoy es más necesario que nunca el papel del Rey para defender las libertades?
—Sí. El papel de la monarquía es muy importante, de moderador y estabilizador, y lo ha sido en el pasado, lo es actualmente y lo seguirá siendo en el futuro. Es cierto que al Rey no le dejan mucho margen de actuación. Tiene el margen que la Constitución le brinda, un poder moderador muy importante, si bien en ningún caso ejecutivo. Las ideas políticas cambian a lo largo de la historia en este país, pero la Monarquía permanecerá siempre como elemento de estabilidad.
—¿Corre peligro nuestra monarquía?
—No. El Rey lo está haciendo muy bien y no veo ahora mismo ningún peligro; su papel, digamos, se reconoce fundamentalmente por los dos grandes partidos, con lo cual no veo riesgo.
—En la era de la posverdad y la polarización, ¿cree que se desprecia la economía para situar el foco sobre el enfrentamiento ideológico y potenciar el culto al líder?
—Claramente hay un exceso de polarización y de politización. El problema es que se discute poco, estamos centrados en los problemas del día a día y no se discuten los problemas de fondo de nuestra economía, y esto antes o después pasa factura.
—¿Hacen falta unos Pactos de la Moncloa en torno a los jóvenes, como se hizo con las pensiones en el pasado?
—Ojalá pero no. Las cosas no van por ahí. Ocuparse de los jóvenes es realmente el objetivo principal de cualquier posible pacto. Y esto no es lo que se está haciendo. A los jóvenes hay que darles un porvenir que hoy día no tienen. Es uno de nuestros problemas de fondo. Los jóvenes no tienen la calidad de la educación que deberían tener en un país con el nivel de España. La prueba es que cuando se hacen informes regulares, como hace la OCDE con el informe PISA, nuestros jóvenes en capacidad de comprensión, en ciencias, en matemáticas… están muy por debajo de la media. Algo está fallando.
—¿Tiene solución?
—Evidentemente que la tiene, pero hay que buscarla. En Portugal tenían el mismo problema, se pusieron de acuerdo los dos grandes partidos y se solucionó. Portugal estaba por debajo de la media de la UE y ahora está por encima. El problema general es la educación, pero hay mucho más allá. El inicio de las carreras laborales de los jóvenes es demasiado precario, como estamos viendo en los contratos. Y partiendo de esa situación todo se les complica. No pueden comprarse una vivienda, no pueden pagar un alquiler, no pueden ahorrar... lo que les lleva a una emancipación muy tardía, probablemente la más tardía en Europa, y a retrasar la formación de una familia. Con lo cual, tenemos la tasa de fertilidad más baja de Europa, y una de las más bajas del mundo. Son problemas que hay que resolver, junto a los propios jóvenes. Pero ahora mismo no estamos en eso. Ni de cerca, ni de lejos.
—Usted dice en su libro que la creación de la CEOE fue «una buena idea» para agrupar los muy diversos intereses empresariales en torno a una única organización. ¿Piensa que actualmente es posible representar al colectivo empresarial de una forma unívoca?
—Nuestra CEOE es atípica en Europa, en donde suele haber varias organizaciones empresariales. Por ejemplo, los servicios suelen estructurarse por separado de la industria; la banca, como en muchos sitios, está fuera de la organización empresarial; y las pymes también suelen estar por separado. Aquí optamos por ponerlo todo bajo una sola organización. Yo creo que fue una buena decisión, si bien es verdad que su funcionamiento es muy complejo así estructurada. Pero la idea original, y hoy día, sigue siendo una buena organización.
—¿Nos hemos olvidado de que quienes crean empleo son los empresarios? ¿Es imposible pensar en una senda compartida entre agentes sociales, partidos y Gobierno?
—Es difícil. Entre sindicatos y empresarios hay acuerdo, no hay dudas, pero ahora son un poco más difíciles de alcanzar que antes. ¿Por qué? El Gobierno debe estar al margen de sus reuniones, en los aledaños. Se supone que siendo las dos fuerzas principales, y habiendo, digamos, una contraposición de intereses, hace que el conjunto de lo pactado sea algo normal y razonable. El Estado tiene que estar para ayudar no para entorpecer.
—¿Existe una solución indolora para el sistema de pensiones en España?
—Indolora desde luego no. El problema que tenemos es que ahora mismo estamos en un 2 o 3% de déficit y se piensa que en 2050 estaremos en el 5%, y cinco puntos de PIB es muchísimo dinero. Esto hay que arreglarlo. Teníamos el factor de estabilidad creado conla reforma de Mariano Rajoy, que era una buena idea, pero lo primero que hizo el Gobierno actual fue suprimirlo. Un error enorme. Entonces, decidió la indexación de las pensiones a los precios. Muy bien, perfecto, pero ¿lo podemos pagar? El sistema manifiestamente desde esa perspectiva está quebrado, porque los recursos existentes no cubren las necesidades.
—¿Cómo se arregla esto?
—Difícilmente, si bien un gobierno ilustrado, digamos, tendría que mirar a los ojos a los pensionistas y proponerles un pacto de generación como a los jóvenes. Este sistema ahora mismo no es sostenible, les vamos a pedir un esfuerzo, vamos a garantizar las pensiones mínimas como es lógico, pero ese esfuerzo va a ser para sus nietos. Entonces vamos a dar garantías de que será así. Pero eso sería una especie de pacto intergeneracional.
—En la situación actual de polarización ¿es posible?
—Claramente no. Pero ya vendrán tiempos mejores, en los que nos ocupemos de los problemas de fondo y no del día a día. No pierdo la esperanza.
—Respecto a la inflación, ¿sigue valiendo el objetivo declarado en Europa del dos por ciento anual o habría que elevarlo, atendiendo a las altas tasas de endeudamiento público, especialmente en España?
—Hay que tener mucho cuidado con la inflación. Realmente quienes sufren la inflación son los más desfavorecidos. Ha sido así antes y sigue siendo así ahora. En un entorno de inflación como el que existe hoy en Europa, la primera consecuencia es que disuade la inversión. No queda otra que hay que controlar la inflación. No se puede controlar al 0%, pero el 2% es una cifra que da margen, digamos, para los ajustes que hay que acometer. Por eso me parece que es un buen objetivo.
—¿Cómo metemos en cintura al gasto público?
—Ahora sería una buena ocasión para hacerlo, porque han aumentado mucho los ingresos, lo que nos permitiría reducir más el déficit. Pero no lo veo fácil, si bien una medida que habría que tomar ya sin dilación es recortar el gasto público, ¿cómo? Hay que ocuparse, pero muy en serio, en hacer una reforma de la administración, que no para de crecer.
—Usted dedica amplios espacios de su libro al papel de los bancos y la confianza para el buen funcionamiento de la economía. ¿Qué opinión le merece la opa del BBVA sobre el Sabadell? ¿Mejor operaciones nacionales o transnacionales, como defiende el BCE?
—Empezando por el tema de más actualidad, el de la opa, yo creo que el hecho de que se concentren los bancos en entidades mayores es bueno porque les ayudará a resistir mejor en un proceso que antes o después se manifestará también entre bancos transfronterizos. Siempre, los gobiernos, los Estados, quieren tener por lo menos un banco grande. Eso está bien, pero tampoco hay que aspirar a que todos 'sus' bancos sigan siendo 'sus' bancos perpetuamente, sobre todo en un espacio organizado en el que estamos, como es Europa. En el futuro, tendría que haber más fusiones, sin duda. Ahora bien, hay que solucionar uno de los problemas que mantienen estancada la Unión Bancaria, en la que se progresó bastante pero habría que dar un paso más adelante. Se antoja ineludible tener un fondo de garantía de depósitos común al mismo tiempo que habría que avanzar en hacer un verdadero mercado de capitales en Europa. ¿Que no lo hacemos? pues estupendo, el capital es más caro que en Estados Unidos y como consecuencia ellos nos siguen marcando el camino, y la brecha entre europeos y norteamericanos sigue ampliándose, respecto al nivel de vida, de recursos, de rentas... Vamos claramente a remolque.
—La energía ha sido un elemento clave para el crecimiento económico en los dos últimos siglos, primero el carbón, luego el petróleo y más tarde la energía nuclear y las renovables. ¿La lucha contra el cambio climático nos ha llevado a descartar de manera precipitada lo nuclear?
—Probablemente, pero en energía creo que España tienen un nivel de renovables razonable. No en vano, somos un de los mejores países en energías renovables, o el mejor, en Europa. Yo creo que esto es bueno y es positivo. Tenemos margen de seguir creciendo a pesar de que hemos desechado las nucleares. No nos queda ya más remedio que potenciar las renovables.
—¿De esta se sale con más Europa o con más proteccionismo, como propugnan algunos líderes políticos? ¿Ve una Europa líder en ese futuro que perfila en su libro?
—Como también proponen algunos líderes políticos, el proteccionismo es el mal. Desde mi perspectiva, también lo es. Todos los estudios económicos demuestran que el proteccionismo es un desastre, frena la economía, frena la inversión y al final tampoco es muy seguro que proteja a quienes se quiere proteger. Al final, la protección lo que hace es que suban los precios y los precios también van perjudicando o compensando a los que se busca favorecer, termina perjudicándoles en su renta. ¡Y no digamos entonces a los que no se quiere proteger! Lo mejor que podemos hacer es olvidarnos del proteccionismo y al revés, fomentar la competencia.
—¿Le preocupa el avance la Inteligencia Artificial tal y como va ahora? ¿Nos estamos olvidando de los límites morales? ¿Qué impacto ve en el empleo?
—Sería bueno que hubiera un acuerdo para orientar su desarrollo. El primer problema que se plantea, no es que se haya planteado, es la desinformación. La inteligencia artificial puede tener muchísimos beneficios. Pero, tenemos que ver si podemos mantener algún control sobre ella. Actualmente estamos en una fase en la cual sabemos los algoritmos que ponemos en los programas de inteligencia artificial, pero no podemos seguir su trayectoria. Esos programas son como cajas oscuras para nosotros. No sabemos qué es lo que puede salir de ellas. La desinformación lleva a la pérdida de confianza, y si se pierde esa confianza, se pierde también la democracia. No se puede prohibir la inteligencia artificial. Pero sí se pueden discutir los problemas que acarrea y encauzarlos.
—¿Cuál es el mayor reto al que nos enfrentamos como sociedad?
—Europa ahora mismo tiene dos problemas fundamentales y graves que debe de resolver. Uno es la guerra de Ucrania, una guerra en nuestras fronteras europeas. Y el otro es el descuelgue respecto a Estados Unidos. En España, tenemos esos desafíos comunes con Europa. Ahora bien, en el ámbito económico tenemos un desafío añadido, que es no descolgarnos más de la Unión Europea. Nuestra renta por habitante en relación con la Unión Europea ha caído. A principios del siglo estábamos igual, en el 100%. Ahora mismo estamos en torno al 85%. Algo tendremos que hacer para alcanzar de nuevo la media europea, y no veo que estemos en ese camino. Tenemos otros retos por resolver: el del presupuesto de las comunidades autónomas y el independentismo, pero sobre todo, el desafío de los jóvenes. Nuestra obligación es darles un mejor porvenir. Lo que quiere decir que tenemos que mejorar la educación. La secundaria. Y la profesional. Se ha mejorado la formación dual, pero queda camino en la universitaria, que tampoco está a la altura, ni mucho menos de lo que es nuestro país. Hay que resolver el problema de la vivienda. Son problemas importantes que requieren un esfuerzo y una discusión serena, si es posible.
—Usted cierra su libro apelando al papel del ser humano en el universo, ¿para vislumbrar el futuro tenemos que salir del tira y afloja doméstico y mirar más allá?
—Lo que quería decir es que debemos ser modestos. Porque somos un planeta muy agradable y magnífico. De una estrella insignificante en una galaxia. También insignificante entre millones de galaxias. Dicho lo cual, tiene bastante sentido que dediquemos recursos a la exploración. A la exploración interplanetaria. Hemos avanzado muchísimo en los últimos 20 o 30 años. La visión que tenemos ahora del universo es muy distinta a la que teníamos hace unos 40 o 50 años. Fundamentalmente por los satélites, por la exploración espacial. Yo creo que como especie, en realidad como país y como continente, debemos dedicar recursos importantes a esa exploración y a ese mejor conocimiento del universo.
—De rabiosa actualidad, está el asunto sobre el relevo en el Banco de España, ¿qué le parece que este Gobierno no quiera pactar con el principal partido de la oposición un nuevo gobernador?
—Yo creo que es un problema importante, en el que merecería la pena que gobierno y oposición se pusieran de acuerdo, como ha sido la tradición. Que el Gobierno en el poder nombre al gobernador y que el principal partido de la oposición proponga al subgobernador, eso sí, bajo criterios estrictamente profesionales, un técnico, con todos los conocimientos y experiencia necesarios que requiere el cargo.
—Y sobre los reguladores, ¿hay demasiada regulación en España?
—El problema de los reguladores es que tienen que ser neutros, y hoy la tendencia que prima es politizarlos. Hay que buscar personas independientes, pero de verdad, que lo hayan demostrado profesionalmente, al frente de los organismos reguladores. Hay que despolitizar los órganos reguladores.
—Con tanta OPA en marcha y con el Gobierno ojo avizor frente a la entrada de inversores extranjeros, ¿necesitamos escudos anti-opas como el creado expresamente en la época de pandemia?
—Hay que protegerse del inversor extranjero en lo esencial, no aquí y allá. Entre otras cosas porque es contrario a las normas europeas. El Gobierno debe proteger ciertos activos estratégicos, pero no puede estar en todas partes, ni en todas las empresas que quiera, ni en todos los sectores.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete