CROMOS DE NIETO / RECUERDOS DE LIGA
Migueli, el juego de Tarzán
Un hombre que, sin pasar por la Masía, fue fiel a los colores blaugranas

Miguel Bernardo Bianquetti, Migueli, nació en Ceuta, tierra que ha dado al mundo a peloteros como Nayim, entre la magia y las caballas rientes de dos mares y tres mundos.
Miguel Bernardo Bianquetti forma parte de la mitología del Barcelona que hizo la ... Transición con patillas faciales, y todo el mundo recuerda que se atavió, para dar fuerza, con un mostacho rubio en una declaración pilosa del ' No pasarán'. Tarzán le llamaban, y aquí el protagonista, ya desde el O'Donnell de su Ceuta amada, mandaba epístolas mágicas de su juego a la otra orilla del Estrecho de Gibraltar. Fue el Cádiz el que trajo a la Península a ese gigante que hizo que todos los delanteros fueran trémulos ante él.
Entraba con todo lo posible y lo imposible para hacer de muralla, una muralla sellada frente al poema de Nicolás Guillén. Ya había llamado Migueli la atención, en la Tacita de Plata, del Sevilla, del Madrid y del Barcelona. Sería finalmente el Barcelona quien un 2 de junio de 1973 se hizo con sus servicios por 12 millones de pesetas.
De un modesto a un grande, y un ceutí de 1,83 con la jindama de entrar en un histórico: Cruyff, Rexach y así. Migueli pasó el miedo escénico, pero las cosas de la vida, jugó su primer partido un 18 del noviembre de 1973 en La Romareda, y fue detenido después por las autoridades por tener la edad de servir a su país. Cuando ya cumplió sus deberes patrios, salió de la mili uno de los mejores centrales del fútbol español. Un 'alemán' de Ceuta que imponía psicológicamente a los rivales. Pero más allá, un hombre que fue fiel a los colores blaugranas. Y eso que no venía de los barros de la Masía, que es donde el barcelonismo cose las fidelidades más allá de lo futbolero
A Migueli se le asocia con aquel Barcelona de Cruyff, de Rexach; un equipo que fue poniendo las bases morales y deseosas del equipo global que vendría mucho después. Sus detractores le recuerdan la entrada a Bonet; sus seguidores lo ven el día que dejó 'Can Barça', ocultándose las lágrimas con una toalla amarillenta en el vestuario. Un tipazo.
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