El bar de Mou
Un toque, dos toques, tres toques
«A ver si ahora el señorío va a ser taparse con un esparadrapo el número '15' para no ofender a quien tenga menos. Somos el país de la envidia igualitaria, y, dada nuestra alma envidiosa, habrá que apencar con la pena que en estas circunstancias supone convivir con el rey del mambo»
123 años del Real Madrid

Pasó el Madrid, como estaba escrito, y el circo mediático se quedó cantando un toque, dos toques, tres toques, la Champions es un toque que se me escapó, con la música de un globo, dos globos, tres globos, aquella fantasía televisual de María Luisa Seco ... y sus cuentos para la infancia, infinitamente más entretenidos que los cuentos para la merma de Carlos Martínez y su escuela de sirenas, con los 'madridistas' Valdano y Morientes defendiendo la 'mano natural' en el área de un tipo que manotea, cortándolo, un balón centrado, porque Mateu, que es como el padre Mundina del arbitraje, y ha visto su nicho de mercado en la revisión de los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci, así lo predica.
Lo noticioso de la noche no fue el penalti de Julián, o 'julipenal' (versión futbolera del 'julipié', que es, en los toros, el volapié guarrindongo de otro Julián, el Juli), sino el sentido de Simeone, que por algo es el entrenador mejor pagado del mundo, para el espectáculo de la derrota.
En Argentina esta cultura de la derrota viene, según Borges, de Almafuerte, poeta prodigioso que juega con la idea de la derrota como un fin. Para Borges, desde luego, esa idea era realmente nueva. Almafuerte, dice, aceptó su neurosis a conciencia de que nunca sería feliz y asumió la frustración como la meta única de todo su destino: «Cuanto más abatido sea un hombre, más alto». Para encontrar algo parecido, Borges tira de Stevenson, que no sabía para qué fin había sido destinado el hombre, «pero ciertamente no lo es para el éxito». Y tira también de T. E. Lawrence, que en 'Los siete pilares de la sabiduría' pone en boca de uno de sus personajes estas palabras:
–La victoria es una limosna de Dios, y un hombre orgulloso no tiene por qué aceptarla. Lo único digno es luchar contra Dios, que es omnipotente.
Milton, añade Borges, piensa de la misma manera: desafiar a Dios es lo único digno, precisamente porque es omnipotente y, de antemano, sabemos que seremos derrotados por él. Desafiar a Dios… ¡o desafiar al Espíritu de Juanito! Fue la conclusión que sacaba uno viendo a Simeone dar, como un Batman otra vez abatido, su vuelta triunfal ante un público entregado a la magia de la derrota. Un amigo taurino solía decir que sólo él sabía de dos criaturas en el mundo que se crecen ante el castigo, los toros y los falangistas. Visto lo visto, habría que añadir a Simeone: «Nosotros hemos perdido, vale, pero ellos siempre van a recordar lo mal que se lo hemos hecho pasar». Otra historia es la purria mediática: en el plató de Valdano estaban haciéndose cruces como beatonas con rosario de cuentas de lapislázuli porque Vinicius (y varios jugadores más, pero esos no interesan) se habían señalado ante la afición colchonera la pegatina de las quince Champions. En Vinicius (que venía de hacerle al Rayo el gol de Charlot, el cómico que dijo: «La comedia es la vida vista de lejos. La tragedia es la vida vista de cerca») fue su respuesta a la mofa en orfeón de «balón de playa». Toma, 15. ¡Qué falta de respeto! ¿A dónde vamos a llegar? Que es lo que otros tontos de época, la de Luis Miguel Dominguín (padre de Bosé, para los nuevos) dando la vuelta al ruedo (con devolución de prendas) de Las Ventas y el dedo índice en alto para proclamarse el Número Uno.
–En este mundo, modesto es el que no puede ser otra cosa –sentenció felizmente Gregorio Corrochano.
A ver si ahora el señorío va a ser taparse con un esparadrapo el número '15' para no ofender a quien tenga menos. Somos el país de la envidia igualitaria, y, dada nuestra alma envidiosa, habrá que apencar con la pena que en estas circunstancias supone convivir con el rey del mambo. Visto por Joselu: «Es que estos cabrones ganan una Champions y ni lo celebran».
Dicho lo cual, el derbi europeo fue, como fútbol, un horror. Ancelotti, que va a ganar la Champions porque tiene la fortuna incluso de las lesiones, fue en el Wanda el payés que conocemos y que tiene en Modric (ídolo, ahora, de todo el antimadridismo) la superstición del detente. Mozos: «A Juanito pedimos, / por ser nuestro patrón, / nos guíe en el encierro / dándonos su bendición».
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