Atletismo
Cinco medallas olímpicas y tres récords mundiales: los estadounidenses llegan hasta el fondo
Los 'american distance runners' son la nueva potencia de las carreras de media y larga distancia
El secreto de Ingebrigtsen: «No me creo que se preparen igual que el resto»

Las coordenadas de inicio pueden ubicarse en los Juegos de Río 2016. Allí, Matthew Centrowitz se convirtió en el primer estadounidense en ganar la prueba de 1.500 metros desde Londres 1908, cuando el atletismo era otro. Su éxito no llegó solo. En aquellos Juegos, ... Jennifer Simpson fue bronce en la competición femenina de 1.500; Paul Chelimo, de origen keniano, se colgó la plata en 5.000 metros, y Clayton Murphy, el bronce en 800. El mediofondo y fondo estadounidense, tantas veces residual en comparación con otras pruebas, comenzaba a asomar la cabeza.
Han pasado casi nueve años y, desde entonces, los 'american distance runners', como los llaman en su país, no han dejado de ganar jerarquía. 2024 fue el año de las medallas. Hasta siete obtuvieron en el Mundial en pista cubierta de Glasgow, en pruebas comprendidas entre 800 y 3.000 metros, su mejor actuación histórica, casi a la altura del récord de nueve metales que logró Etiopía en 2022. Después llegaron los Juegos, con el oro y el bronce de Cole Hocker y Yared Nuguse en 1.500; la plata de Kenneth Rooks en 3.000 obstáculos y el histórico doblete de Grant Fisher, bronce tanto en 5.000 como en 10.000. Un botín inverosímil.
Y 2025 está siendo la temporada de los récords. Este febrero, Nuguse batió en los Millrose Games la plusmarca mundial de la milla en pista cubierta, con 3:46.63, mientras que su compatriota Hobbs Kessler acababa en 3:46.90, también por debajo del antiguo registro. Esa marca duró poco, es verdad: a los pocos días, Jakob Ingebrigtsen la pulverizó en Lievin (3:45.15).
Aún más espectacular ha sido el rendimiento de Fisher, quien también en Nueva York destrozó la plusmarca mundial de 3.000 metros (7:22.91), en un final apretado ante otro estadounidense, el campeón olímpico Hocker, que asimismo quedó por debajo de la registro anterior. Lejos de conformarse, Fisher rebajó una semana después el récord de 5.000 (12:44.09). El estadounidense le quitó seis segundos de un plumazo al crono de Kenenisa Bekele, vigente desde 2004.
Parece claro que ese desempeño ya no es casual ni circunstancial. Para hallar los motivos de esta explosión de talento hay que asomarse a la NCAA y al entramado de las grandes universidades norteamericanas. Quienes conocen ese circuito destacan que el deporte universitario, con sus recursos y su obsesión por la competitividad, construye un ecosistema tan fértil como una selva tropical, donde brotan los futuros medallistas olímpicos.
Mario García Romo, bronce europeo en 2022, lo conoce bien. En 2018 dejó su pequeño pueblo salmantino de Villar de Gallimazo para estudiar y entrenar en la Universidad de Misisipi, una de las más destacadas. «Muchos de los actuales medallistas han pasado por ahí», cuenta a ABC. «Es un sistema de competición que te obliga a rendir cada semana y en el que, entre los 18 y los 23 años, te enfrentas a algunos de los mejores atletas del mundo». Su afirmación revela el motor esencial que impulsa este asalto estadounidense.
Mientras en otros continentes se batalla por mantener a los deportistas con becas mínimas, la NCAA ofrece pistas impecables y un acceso ilimitado a fisioterapeutas, dietistas y entrenadores personales. Pero no es un spa de alto nivel, sino un entorno de rivalidad continua. Cada fin de semana, la presión de los eventos universitarios exige a los atletas dar el cien por cien, un aprendizaje salvaje que eleva marcas y templa nervios.
«Se mueve mucho dinero y eso atrae también a los atletas», explica a este periódico Antonio Serrano, entrenador español especializado en fondo y mentor, entre otros, de Adel Mechaal y Marta Pérez, plusmarquista española de 1.500. «Ganan cifras que en España no se ven ni siendo campeón olímpico. Las marcas tienen grupos de veinte o treinta fondistas, con entrenadores bien pagados y excelentes lugares de entrenamiento».
Ese ambiente tan especializado fue lo que animó a García Romo a seguir en Estados Unidos tras concluir su etapa universitaria. También pesó el generoso contrato que le ofreció la marca On Running para unirse al grupo dirigido por Dathan Ritzenhein en la altura de Boulder (Colorado). Cada vez son más los deportistas internacionales que optan por ese camino.
«Es verdad que en Europa se están haciendo las cosas cada vez mejor, pero normalmente aquí los atletas cuentan con más oportunidades», reflexiona García Romo. «Hay más repercusión mediática y, además, desde hace un par de años se permite a los deportistas universitarios firmar contratos de imagen. Ethan Strand, récord universitario de la milla y los 3.000 metros este año, acaba de hacerlo. Él y Parker Wolfe son las dos grandes apuestas de futuro de Estados Unidos, mimados hasta el extremo con un plan de formación a diez años, pensado para evitar sobrecargas y competiciones excesivas, y así prolongar sus carreras profesionales».
África, a otra cosa
Existe, además, otra pieza que encaja en el puzle: la aparente retirada de los africanos hacia la ruta. Quienes siguen la evolución de potencias de fondo como Kenia o Etiopía señalan que el prestigio (y la rentabilidad económica) del maratón los seduce a edades cada vez más tempranas. «Cuesta ver a los mejores en la pista, sobre todo en las temporadas invernales», asegura Serrano. Kenia, gran dominadora de las últimas décadas, sufre ahora la lacra del dopaje, lo que merma su capacidad hegemónica.
Y aún cabría otro factor, con nombre noruego: Jakob Ingebrigtsen. Al menos, esa es la opinión del propio Grant Fisher: «Él ha cambiado el juego en muchos sentidos. Muchos de nosotros lo estamos siguiendo. Es una especie de modelo a seguir. Jakob ha subido el listón. Ahora los chicos quieren seguirle el ritmo. Eso es lo que pasa cuando alguien establece un nuevo estándar, y es divertido ser parte de esto».
Estados Unidos, con todos sus recursos al alcance, se ha lanzado a por una de las pocas disciplinas que escapaban de su control. «He estado allí y sé que el atletismo es prioritario para ellos», concluye Serrano. «Hay una base enorme y cada vez está más profesionalizado. Y un deporte universitario muy fuerte da pie a un atletismo profesional muy potente. Es una pirámide». «Veremos cómo evolucionan los próximos años -añade García Romo-. Ha cambiado el sistema de becas y el atletismo ha salido perjudicado. Me interesa ver cómo afectará en el futuro».
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