Carlos Sainz, el bicampeón que se resiste a sucumbir a la fama de su hijo en la F1

Bicampeón de Rallies (está considerado el mejor español de la historia en esta disciplina) se resiste a los 61 años a ser engullido por la fama de su hijo Carlos, piloto de Ferrari y el segundo español en ganar una carrera de la F1 tras Fernando Alonso. Se le han quedado pequeñas las vitrinas al madrileño, que atesora entre otros muchos títulos, dos campeonatos del mundo de rallies, cuatro subcampeonatos y cuatro Dakar, el último conquistado este viernes y que eleva el listón de longevidad del 'Touareg' más preciado del mundo. El tercero le valió en 2020 el premio Princesa de Asturias del Deporte a su trayectoria.

«Sigue hambriento como un chaval y solo piensa en el motor. Estás con él en una cena y solo te habla de cómo mejorar algunos aspectos del motor o cómo llevar el coche en según qué recorridos. No descansa. Tendrá cien años y seguirá igual», explica a este diario Laia Sanz, pupila del madrileño y alumna en el Extrme-E, pruebas de preparación para el Dakar. Sus ansias de victorias y su gen competitivo son la base de uno de sus grande slemas: «Ser segundo es ser el primero de los perdedores». Por eso este año ha apelado a la prudencia, tirando de estrategia y dejando que el propio Dakar devorase a los imprudentes.

No obstante, la trayectoria de Carlos Sainz no podría entenderse sin su progenitor, Antonio (fallecido en julio del año pasado a los 97 años de edad). Nacido en Madrid en el seno de una familia acomodada, fue su padre, que era cónsul, el que le compró al pequeño Carlos (sus hermanos Carmen, Elena y Antonio eran mayores) su primer coche, un R-5 con el que iba a la universidad y gracias al cual empezó a interesarse por las carreras. Ya de pequeño demostró desenvolverse bien en el mundo del deporte (fue campeón de España de squash dos veces de adolescente, aunque también practicó fútbol, golf, tenis, motocross o esquí) pero su pasión fueron los coches y la velocidad.

El Renault-5 que le compró su padre fue con el que se estrenó en el rally Shalymar de Madrid. Apenas tenía 18 años y estudiaba Derecho, carrera que no acabaría, para bien del automovilismo español y para disgusto de su padre. Como todo queda en familia, su primer mánager fue su cuñado, Juan Carlos Oñoro (curiosamente el hijo de Oñoro, Carlos, es el manager de Sainz hijo en la F1), que había sido antes piloto oficial de Chrysler. En el equipo KH7, que compite en el Dakar con Laia Sanz, Isidre Esteve o Jordi Juventany, le conocen bien. «Madruga mucho, sigue una rutina de ejercicios y de buena mañana ya está emtido en la sauna. Se cuida mucho, es metódico y testarudo. Si quiere algo lo persigue y es perseverante», aseguran.

Cuando no hay competición es habitual verle en los viñedos que tiene en Avila, en Cebreros. Un vino llamado 'Pegaso' es de su producción y ya ha generado varias añadas. Sainz se relaja entre las uvas, palpando los racimos y mirándolos al trasluz. Empadronado en Pozuelo de Alarcón también disfruta apadrinando iniciativas para prevenir y concienciar a los jóvenes de la peligrosidad de mezclar alcohol y gasolina.

En el terreno de lo familiar, Sainz está casado con Reyes Vázquez de Castro, su novia de toda la vida. Contrayeron nupcias en 1992, matrimonio del que nacieron tres hijos: Blanca (1993), que estudió empresariales y trabaja en la cadena de gimnasiso de la familia, Ana (1998), que estudió ADE en la IE University de Madrid y quiere dedicarse a la moda, y Carlos JR (1994), el más conocido de todos por su dedicación a la F1.