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Quién es quién en Las Ventas: conoce a areneros, alguacilillos, monosabios, mulilleros, acomodadores y almohadilleros

Son el alma de la plaza, el equipo imprescindible para que cada tarde de toros salga adelante

Todos los carteles de la Feria de San Isidro

Álvaro y Rocío, los alguacilillos de Las Ventas Guillermo Navarro

Alicia P. Velarde

Madrid

Las Ventas es la plaza de toros más importante del mundo. Lo que aquí ocurre marca el devenir de la temporada taurina, lo que le hace merecedora de recibir el nombre de 'la Cátedra del toreo'. Los toreros que pisan su ruedo lo hacen con una responsabilidad máxima, sabiendo todo lo que se juegan.

Sin embargo, para que esto funcione, tiene que haber detrás un gran número de profesionales que, encargado cada uno a una labor, haciendo así que el espectáculo sea lo más perfecto posible, tanto para los matadores que trenzan el paseíllo, como para el público asistente durante este mes seguido de toros en la Feria de San Isidro.

El personal de la enfermería, los alguacilillos, los mulilleros, los acomodadores, los almohadilleros, los carniceros y los mozos de cuadra son las personas que, día tras día, trabajan en la plaza para que engranaje funcione perfectamente. Por ello, se puede decir sin lugar a dudas que son el alma de Las Ventas. Lo que puede parecer simplemente un trabajo, para la mayoría de ellos es su pasión, y le dedican gran parte de su tiempo.

Monosabios

«Los monos aparecen desde los primeros tiempos de la Fiesta, desde que esta se organiza como espectáculo popular. Entonces se les llamaba chulos . Su indumentaria era desarreglada y no uniforme. Fue en 1840 cuando un empresario de Madrid, don Justo Hernández , les dotó de una vestimenta muy semejante a la actual. Al principio y por su blusa roja, se les llamó 'pajaritos cardenales', contaba Cañabate en una crónica. Aquel apelativo no cuajó y, a partir de 1847 se les llamó definitivamente monosabios. Uno de los que ejercen tal función en Las Ventas es Segundo, que lleva 31 años. Su padre también fue monosabio, y le encantaba venir a la plaza desde niño para verle trabajar. De ahí nació su amor a la tauromaquia, a la que ha dedicado su vida laboral: «Es lo que más me gusta, y me apasiona mi trabajo». Como ha pasado siempre, la afición se va pasando de padres a hijos, como también ocurre con los oficios dentro de la plaza madrileña.

Los monosabios intentan levantar un caballo tras un derribo Guillermo Navarro

Mozo de cuadras

Esto ocurre, por ejemplo, con Juan José, encargado del cuidado de los caballos de picar. Lleva de 27 años en esta plaza. «Esto no es mi trabajo, es mi hobby. Trabajo en unas minas, pero mi vida es el mundo del toro. Por eso esto es mi afición», dice mientras asegura que el toro le da vida. Quiso ser torero; sin embargo, pese a ponerse delante de algún novillo, consideró muy joven que no valía para eso. Gracias a una amistad, se metió en las cuadras, donde ha vivido momentos que le han llenado. «No es sólo el mundo del toro, es también lo que conlleva». Va de pueblo en pueblo con los caballos, lo que le ha hecho tener grandes vivencias, dentro de la plaza y con las gentes del toro. El año pasado, sin ir más lejos, recibió un premio en Almadén como «Mejor detalle taurino de la Feria» por hacer un quite a un toro, que se dirigió al caballo al entrar en la plaza. La afición le pegó una ovación que se emociona al recordar. Ovación que también escuchó en Málaga el año pasado. «Se pasa mal, pero es lo más bonito».

Juan José, de la cuadra de caballos G. Navarro

Alguacilillos

Fran hizo el primer despeje en 2026, y ya lleva en esta plaza 5 años. A su lado se encuentra Rocío, primera mujer en ser alguacilillo de Las Ventas. Salió por primera vez el 1 de agosto de 2019, aunque ya conocía bien la plaza: «Yo de alguacililla empecé con 18 años en Ledesma. En esta plaza empecé con los programas de mano a trabajar». Los dos coinciden en que «para ser alguacilillo hay que tener afición al mundo del toro y al del caballo, tienes que ser conocedor del animal porque se pueden sufrir imprevistos, por lo que tienes que saber montar a caballo.» Y, aunque ser alguacilillo en cualquier parte es bonito, Madrid es la plaza que más impresiona. «Para nosotros, como para los toreros, hacer el paseíllo en Madrid es una responsabilidad muy grande», dice Fran. «Madrid es una responsabilidad, pero es un sueño», apunta Rocío.

Areneros

David lleva trabajando en Las Ventas desde 1996. Desde los 11 años le gustaba ir a la plaza, movido por la afición también de su padre: «Mi padre trabajaba allí, en las puertas». Él empezó de acomodador hace 27 años, y desde el 2001 es arenero. Actualmente hay 10 areneros en la plaza, contando con el hondero, encargado de enganchar al toro en las mulillas.

Los areneros peinan el ruedo venteño G. Navarro

Acomodadora

Sonsoles lleva 13 años de acomodadora en la plaza. Nos indican sus compañeros que hablemos con ella, por ser la veterana del equipo. «Me gustan los toros y es una ayuda económica. Antes tenía otro trabajo, pero ahora este es mi trabajo, desde marzo a octubre», comenta mientras coloca a unos espectadores, sabiendo perfectamente la localización exacta de las entradas, porque ya conoce la plaza como si fuera su casa.

Sonsoles, la acomodadora más veterana G. Navarro

Mulilleros

Otros han logrado que su afición pase a ser un trabajo familiar. Así que la sucedido a Juan, mulillero desde hace 22 años. «Empecé por afición. Venía a los toros al tenido tres, y estaba dándole la paliza todos los días a uni de los mulilleros para ver si me metía, y se debió cansar de oírme y me metió. Afición pura y dura». Actualmente trabajan sus tres hijos con él: Raúl, Juan y Óscar. Los dueños de las mulas son dos hermanos y sus hijos también están aquí. Juan explica la labor que desempeñan, mientras sus tres hijos le miran orgullosos «Nuestro trabajo llegar a al toro al desolladero para que allí los carniceros hagan su trabajo».

Las mulillas arrastran un toro G. N.

Carnicero

José Luis empezó a trabajar aquí desde hace 4 años. «Mi trabajo es la carnicería, pero me gustan muchísimo los toros, lo que más, así que es un trabajo precioso», nos comenta después de meter el último toro de la corrida en el camión, mientras sus compañeros limpian ya el instrumental que han usado.

El equipo del desolladero G. N.

Almohadilleros

Cerca del vomitorio del tendido 8 se encuentra Ángel con las almohadillas. Lleva tan sólo 1 año en esta plaza, pero su afición a los festejos populares hizo que le pareciera una gran oportunidad trabajar en Las Ventas. «Empecé aquí por trabajar simplemente, me gustaban más los encierros, pero desde que estoy aquí me gustan mucho las corridas».

Ángel, en el tendido8, con las almohadillas en la mano G. Navarro

El ángel de los toreros

No podíamos olvidar al ángel de los toreros. Don Máximo García Padrós empezó aquí como segundo ayudante, y desde 1985 desempeña el cargo de Cirujano Jefe. Venía por la plaza desde los 3 años, ya que su padre era por aquí entonces primer ayudante en la enfermería. Su padre ocupó después el puesto de cirujano jefe, y D. Máximo espera que igual haga su hijo, de igual nombre, que ya trabaja aquí con él. «Esto te tiene que gustar, porque si no te gusta no hay quien lo aguante. Todos los festivos tienes condicionada a la familia. Sólo puede ser por afición, aunque es una afición muy adictiva». «Es un puesto de mucha responsabilidad, has conseguido tener un equipo que funciona y que sabe qué hay que hacer en cada momento. Yo estoy muy contento con toda la gente que tengo, son profesionales de mucha valía», dice en su despacho, lleno de recuerdos y premios. «Hemos pasado bastante situaciones en las que si no actuábamos en ese momento toreros hubieran fallecido. Siempre me quedará el recuerdo de la lucha que tuvimos con el Campeño, banderillero de Joselito, que entró prácticamente en parada cardíaca, fue la ruptura de arteria carótida, yugulares, tiroides y parótida que llegó prácticamente hasta la base del cráneo. Entro prácticamente muerto y lo sacamos, pero falleció a los ocho días en el hospital», cuenta sobre el que posiblemente sea el caso más grave que ha atendido.

Máximo García-Padrós, en la enfermería del coso Guillermo Navarro

También recuerda a otros toreros, como David Mora, Gonzalo Caballero o Román, que de no haber sido atendidas en el momento, habrían podido tener un desenlace trágico. Tras estos recuerdos, sonríe al recordar un dibujo que tenía guardado que salió en este periódico, en el que tenía unas alitas, bien ganadas, ya que muchísimos toreros le deben la vida. «Lo bueno de esto es que siempre quedamos bien, porque les pegan una cornada y nosotros ponemos «pronóstico grave», dando plazos de recuperación largos, y luego al poco tiempo está el tío toreando», como ocurrió en el caso de Emilio de Justo, tal vez el caso más grave que haya tenido en el último año. Cuando salió el extremeño para el hospital, el doctor pensó que no podría volver a torear, y que tendría suerte si podía hacer vida normal. Sin embargo, Emilio reapareció 4 meses después. La capacidad de recuperación de los toreros es distinta a la del resto de humano

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