Bárbara Lluch: «La sala de ensayo ideal para mí es una conversación»
Nieta de Nuria Espert e hija de Alicia Moreno, debuta en el Teatro Real como directora de escena de la ópera 'La sonnambula'

Bárbara Lluch quería ser actriz. No es extraño, respira teatro desde que nació: es nieta de Nuria Espert, una de las más grandes intérpretes españolas, e hija de Alicia Moreno, productora y durante un tiempo delegada de Cultura en el Ayuntamiento. Pero, ... confiesa, «yo no era muy feliz como actriz; sentía sobre todo la sombra de mi abuela. Tampoco tenía muchas cualidades». Se fue a Londres, a estudiar en el Covent Garden, buscando su camino, y lo encontró: «Cuando me ofrecieron una asistencia de dirección, me enamoré. Descubrí que todas mis cualidades que podían ser un impedimento para la interpretación, como la vulnerabilidad -tenía entonces una piel muy fina, y cuando me decían que no en un casting me lo tomaba muy a la tremenda-, me podían servir. De pronto todo se alineó, sentí como como el puzle se completaba. Desde que entré en una sala de ensayo no volví a mirar atrás. Y desde entonces estoy enamorada de mi trabajo».
El próximo día 15, Bárbara Lluch debutará en el Teatro Real como directora de escena de 'La sonnambula', la ópera de Bellini de la que el coliseo madrileño presenta una nueva producción, con dirección musical de Maurizio Benini y dos prometedores repartos que incluyen a Nadine Sierra, Jessica Pratt, Xabier Anduaga, Lawrence Brownlee o Francesco Demuro.
«Me encanta la ópera desde pequeña -cuenta Bárbara Lluch cuando se le pregunta cómo ha escogido este camino-; a mi abuelo le encantaban la ópera y la zarzuela, y yo quería siempre ir. Llevaba a mi madre de la mano. '¿Parsifal otra vez?' Sí, mamá, 'Parsifal otra vez'. Me compraba discos con el dinero que me daban... Es un arte tan completo, en el que se incorporan la danza, la orquesta, el coro... Hay muchísimas posibilidades y, sobre todo, un elemento, que es la música. Siempre me ha tocado más que la palabra. Sibelius decía una cosa muy bonita: 'Cuando las palabras no son suficientes, entra la música', y yo comparto totalmente esa sensación; para mí es muchísimo más completa, me conmuevo más a través de los oídos que a través de la vista.
«Estamos intentando hacer una lectura completamente contemporánea; la historia podría estar pasando ahora con la que se está liando en Irán... Es un lugar donde se convive con la superstición, y hoy hay millones de sitios así»
En el arte de la ópera, el director de escena, dice Bárbara Lluch, ha de «escoger la perspectiva, escoger la interpretación que quieres hacer de la historia y el camino a a seguir». Siempre se ha dicho que el libreto de 'La sonnambula' es lo más flojo de la ópera. «No es 'La traviata', no es Puccini, eso es cierto, pero yo estoy enamorada del libreto; de lo contrario, no podría dirigir esta ópera. Pero en 'La sonnambula' hay mil posibilidades; se pueden hacer muchísimas cosas con el texto. A mí sobre todo me interesa Amina, la protagonista; me interesa cómo la trata la sociedad, me interesan las cosas que pasaban en 1831 y que siguen pasando ahora. Sin hacer una lectura feminista, lo que le está pasando es tan 'antifémina', por utilizar un término, que es imposible no querer defenderla».
Asegura Bárbara Lluch que el Romanticismo -'La sonnambula' es una ópera eminentemente romántica- tiene una lectura contemporánea. Fue Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, quien le abrió los ojos. «Me dijo que me leyera bien la obra. Igual me estoy agarrando a un clavo ardiendo para justificar la pasión que siento ahora mismo por 'La sonnambula', pero estamos intentando hacer una lectura completamente contemporánea; la historia podría estar pasando ahora con la que se está liando en Irán... Es un lugar donde se convive con la superstición, y hoy hay millones de sitios así; puede ser una religión, o puede ser simplemente un futbolista llevando toda la liga los mismos calzoncillos porque cree que le dan suerte para marcar goles... En 'La sonnambula' es un fantasma. Pero hoy en día convivimos con la superstición».
Sociedad polarizada
Además, Amina, la protagonista, es tratada por una sociedad completamente polarizada e impulsiva, que me recuerda mucho al Twitter actual; a esa impulsividad de la sociedad que nos lleva a todos como borregos, a la manipulación de la masa. No he traído la acción a nuestros días; no hay ningún teléfono móvil ni aparece Twitter, pero a mí me gusta pensar quela historia podría pasar mañana, podría haber pasado ayer o hace dos siglos, porque seguimos teniendo los mismos problemas y, lo que es peor, seguimos sin aprender de ellos, que es lo más increíble».
Cuenta Bárbara Lluch con dos repartos, encabezados por dos sopranos y tres tenores. «Son maravillosos porque son increíblemente diferentes. Jessica Pratt ha hecho el rol de Amina en trece producciones diferentes, y nada de lo que le puedo decir es nuevo para ella, porque conoce el papel perfectamente. Francesco Demuro también lo ha cantado mucho, pero Nadine Sierra y Xabier Anduaga se estrenan en sus roles. Son es-pec-ta-cu-la-res, vocalmente han nacido para cantar este papel, pero el acercamiento es muchísimo más general, y el trabajo con ellos es más detallado y ellos están más abierto porque no tienen la mochila del personaje llena».
«Los cantantes de ópera me parecen dioses por ser capaces de cantar lo que cantan y además comunicar y contar la historia»
Los cantantes actuales se toman su faceta de actores, en general, mucho más en serio que los del pasado. «Pavarotti es un dios, pero hay una anécdota muy reveladora. En una ocasión, Ezio Frigerio le pidió, en el Metropolitan de Nueva York, que si se podía mover literalmente medio metro hacia un lado, y dijo que no; y no se movió. Hoy en día es impensable que un cantante no quiera arrodillarse, no mirar a la soprano...» Pero claro, el director de escena ha de tener en cuenta que trabaja con cantantes y no con actores, y que la voz tiene sus exigencias propias. «Hay colegas que dicen que no les gusta trabajar con cantantes. Pues no lo hagas, porque son muy diferentes; los tiempos de ensayo lo son, también la manera de trabajar. Y sobre todo hay que respetar a los cantantes, me parecen dioses por ser capaces de cantar lo que cantan y además comunicar y contar la historia. Lo que hay que buscar, con todo el amor del mundo, es conjugar los dos mundos, el del canto y de la interpretación. La sala de ensayo ideal, para mí, es una conversación».
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