Críticas de discos de la semana: dani, Sam Smith, Puzzles y Dragones, Nuria Graham, The Black Dog y Refree
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Empieza a carburar el vendaval habitual de lanzamientos que, por supuesto, no llegamos a cubrir en su totalidad (para su suerte) y en donde nos hemos decidido a reseñar estas nuevas obras, una buena remesa, de los siguientes artistas: dani, Sam Smith, Puzzles y Dragones, Nuria Graham, The Black Dog y Raül Refree.
Por Fernando Rojo
dani - 'Posdata'
La nueva voz del indie nacional. Ese es el sambenito que algunos se han empeñado en ponerle desde su irrupción en 2020 a la viguesa dani (así, con minúsculas, que para eso estudió Publicidad y Relaciones Públicas, y se creó su propia marca). Después de escuchar su segundo disco, la verdad es que muy indie no parece ni quiere parecer. Aunque teniendo en cuenta que al indie se le atribuye un campo de acción tan amplio que igual caben los Lagartija Nick que los Ojete Calor, pues oye, aceptemos indie como etiqueta para esta hija de dos miembros de Aerolíneas Federales y sobrina de otro, Miguel Costas, que también fue cantante de los aún más miticos Siniestro Total.
Nuestra dani no tira en absoluto por el punk gallego ochentero, sino más bien por recoger un poquito de muchas cosas, sin llegarse a definir del todo, que es estrategia precavida si no se quiere fallar, pero con el riesgo cierto de caer en la irrelevancia.
Pop
dani - 'Posdata'

- Discográfica El Volcán
Risto Mejide no quiso darle una segunda oportunidad en su agridulce paso por Factor X. Y aunque solo sea por eso, merece varias escuchas un disco que deja frío en el primer intento, pero que termina pasando el corte si uno es paciente y persevera con una segunda o tercera ronda. Un problema en el Imperio de Spotify, cuya tarifa plana aboca a descartar canciones e incluso álbumes enteros tras los primeros 30 segundos de inmersión. Será por eso que la parte marquetiniana de Dani colocó en los primeros lugares sus canciones más accesibles: 'No te voy a mentir', 'Cero rosas', 'Códigos' y, sobre todo, 'Nubes', un hit rotundo que a buen seguro va a funcionar en directo.
Encontraremos en esta parte inicial acercamientos a Jane Birkin (la voz es uno de sus mayores activos), a Billie Eilish, pero sobre todo a Alizzz (cuánta influencia está teniendo el productor catalán en toda una generación de músicos), a Amaia y a La casa azul, con quien ya colaboró tras el primer disco. Más irregular es la parte final, con una rara mezcolanza de sonidos funkies, medios tiempos y algún arreón electrónico. Todo ello aderezado por letras que hablan de desamores juveniles y de la morriña que siente una moza gallega en la soledad de Madrid. El tiempo dirá si dani vuelve a Vigo en clase business o en el Intercity.
Por Javier Villuendas
Sam Smith - 'Gloria'
El inicio del inicio, en 'Love Me More', la primera canción en su primera parte, recuerda a los Backstreet Boys para rápidamente caer en el r&b más inane que vertebra un álbum disperso, con tímidas muestras de originalidad y que se sustenta en una estupenda voz, unas canciones correctas y una pretensión mal cuajada de no salirse del carril marcado por el mercado y las expectativas que, suponemos, tendrá el divo británico sobre sí con sus 70 millones de oyentes mensuales.
Rhythm and blues
Sam Smith - 'Gloria'

- Discográfica A Capitol Records
En el soul de 'No God' encontramos la mejor canción del disco, una balada en la que descuellan las dotes vocales de Smith, con unos coros graves divertidos de cierre junto a una armónica marciana, y señala, curiosamente, por contraste, las posibilidades de un álbum de vuelo rasante en lo creativo, que diría Chirbes, en todo su potencial aguado.
Como también refleja ese 'No Lose' y su gorgorito de una particularidad particular que particularmente se vuelve una partícula de genialidad casi inédita en un disco como auto-obligado a que suene como todo lo que suena en Radio Plástico FM. O sea, deprimente.
También destaca el arabaseco industrial con Kim Petras en este caso por su fuerza. Pero el conjunto es de obra plana, comercialoide y frustrante por esas tímidas muestras de originalidad que apenas tienen recorrido, aparte de la falta de unidad y canciones memorables en un conjunto que se va diluyendo.
Por Fernando Pérez
Puzzles y Dragones - 'Recuerdos de Puzzles y Dragones'
Quizás porque no hay rompecabezas más obsesivo que intentar acercarse a la canción pop perfecta, a los madrileños Puzzles y Dragones les ha costado más de cuatro años alumbrar su segundo disco de larga duración. Nada nuevo: ya sea por convicción o porque no les ha quedado más remedio siempre han seguido al pie de la letra el viejo axioma popular de que las prisas no son buenas consejeras. Pero, en fin, poco importa que la cocción sea a fuego lento si el bocado acaba resultando irresistible.
Pop
Puzzles y Dragones - 'Recuerdos de Puzzles y Dragones'

- Discográfica El Genio Equivocado
Ni actitud, ni virtuosismo, ni coartadas generacionales o de vanguardia... Puzzles y dragones es uno de esos grupos, cada vez más contados, para los que las canciones, y nada más que las canciones, son las que mandan. Y en esta colección de instantáneas íntimas hay unas cuantas redondas, ejemplares. Pequeñas filigranas artesanales que consiguen reunir la herencia del pop de los sesenta, la nueva ola ochentera española, la facción ‘jangle’ del C86 y el espíritu de Sarah Records. 'La distancia está cerca', por ejemplo, parece un cruce entre Los Secretos de 1981, los que escribían tu nombre sobre un vidrio mojado, y la magia etérea de The Field Mice. Y como de la fuente prístina del sello del Bristol también han bebido J y compañía, ‘Abismos y sombras’ tiene una cadencia muy planetaria hasta que acaba arrollada por ese magma sonoro agridulce tan característico de los himnos fugaces de Another Sunny Day.
Además de mantener su proverbial pulso melódico, el salto cualitativo en la producción es evidente. Aunque esto no sea precisamente ‘Forever Changes’, detalles como las trompetas que irrumpen en la deliciosamente amarga ‘El final de mi felicidad’ actúan como fogonazos de luz en una tarde infinita de lluvia en la ciudad. Y ese es su elemento diferencial, la pieza que completa el puzle: su capacidad para provocar pellizcos emocionales generando una melancolía, voraz y catártica al tiempo, que igual surge del desencanto amoroso canónico (’Y me sentí muy viejo y me sentí muy solo cuando vi tu imagen en mi ordenador’, cantan en ‘Facebook’ apelando a nuestro adolescente arrinconado) que brota anticipando un inevitable futuro en el que tú y yo, desgastados, invisibles, daremos vueltas en círculo entre dos abismos abiertos (fantástica ‘Gente Mayor’, el ‘Para ti’ de la senectud en ciernes).
Si un disco tan redondo no les da para llegar a audiencias mayores, habrá que conformarse con colocarles en la imaginaria primera división honorífica de bandas nacionales (Me enveneno de azules, los primeros Maronda, El Palacio de Linares... igual la lista no es tan larga) que confirmaron, sin que a nadie le importe, que todavía hay lugar en el siglo XXI para alumbrar bonitas y emotivas canciones de pop de guitarras empeñadas, sin prisas, en detener el tiempo.
Por Andrés Castaño
Núria Graham - 'Cyclamen'
Sigo a Núria Graham desde que en 2013 publicó sus primeras 7 canciones en 'First Tracks' (Halley Records) dónde ya apuntaba un estilo propio, con cierta fuerza rock en la línea de PJ Harvey pero con ganas de elaborar un discurso propio. Y su evolución musical ha sido asombrosa, llegando a altas cotas de excelencia con 'Marjorie' (2019), cuidando cada vez más los detalles, los arreglos, el concepto, el todo. Y claro, 'Cyclamen' su quinto y último disco, la eleva aún más, y la confirma como una de las mejores compositoras de aquí, pero a la que veo capaz de ampliar una proyección por el mundo anglosajón, como ya lo está haciendo Joana Serrat. Primavera Labels, antes El Segell del Primavera, detectó pronto su talento (con acierto) y la fichó, y con ellos lleva desde su segundo disco 'Bird Eyes' (2015).
Folk
Nuria Graham - 'Cyclamen'

- Discográfica Primavera Labels / Universal Music Spain
Antes de nada decir que este disco tiene un concepto y una lógica interna. Posee algo de ese florecimiento, de ese ciclo de florecer, al que hace referencia el título, se inicia con 'Procida I', a modo de intro vocal, con un leve acompañamiento de cuerdas, y acaba con 'Procida II', interludio final presidido con unas campanas. Exhibe además una conexión muy cercana con la naturaleza, y una dicción exquisita, la conexión irlandesa de su padre ayuda, claro está.
'The Catalyst' y 'Yes, It's Me the Goldfish' son preciosas canciones que exploran en texturas y experiencias personales, en una fusión de pop con folk en el caso de la primera, y con arreglos muy jazzy (ese saxo) en la segunda. La etérea 'Poisonous Sunflower' nos trae a la memoria de gente como Cat Power, Beth Orton o Joanna Newsom, mientras que 'Birdman' explora en el abrazo góspel, folk y jazz. 'Fire Mountain Oh Sacred Ancient Fountain' parece una leyenda, o un cuento moderno. La voz de Graham nos atrapa y nosotros viajamos con ella. El final de cuerdas de 'Oh I Bless Thee' una mínima tensión que prosigue en la relativa furia rockera que desata en 'Disaster in Napoli', muy PJ Harvey. Prosigue con preciosidades como 'The Begginning of Things', la breve 'Dust Bowl Dreamin' o los arreglos de 'Gloria'. Sus canciones no se esfuman, permanecen en un lugar soñado, mágico u oscuro, pero al que queremos volver. En definitiva, un disco hermoso en el que nada sobra, sino que todo está en su justa medida, y que la consolida como una artista mayor.
Por Jesús Lillo
The Black Dog - 'Music For Dead Airports'
Ofertados al oyente como lugares para el sosiego y la relajación, cada uno de los espacios que a caballo de las décadas de los años setenta y ochenta Brian Eno utilizó como contenedores virtuales de sus primeros ensayos ambientales (aeropuertos, películas o naves espaciales) eran susceptibles de albergar todo lo contrario de lo que el compositor británico había planteado con la mejor de las intenciones. Hablamos, como en el bolero, de ansiedad, angustia y desesperación, estados nerviosos que terminaron por sustituir a la calma que Eno había tratado de extender por su mundo sintetizado y somnoliento.
Electrónica
The Black Dog: 'Music For Dead Airports'

- Discográfica Dust Science Recordings
Fue en 2010 cuando a Black Dog le dio por editar 'Music For Real Airports', réplica al fundacional 'Ambient 1 (Music For Airports)' de Eno. En aquel álbum, y a través de sonidos de campo y de unas líneas melódicas impregnadas de desasosiego, el conjunto de Sheffield introdujo el estrés en unos aeropuertos que Brian Eno había deshumanizado, contrahecho y falsificado, como corresponde a una obra pretendidamente artística. Black Dog no solo le dio la vuelta a la obra maestra del autor de 'Discreet Music', sino que antes se dio una vuelta por el mundo para reflejar las verdaderas sensaciones generadas en el viajero por las líneas aéreas y los grandes 'hubs' aeroportuarios, precisamente en la época del abaratamiento de los vuelos y la globalización del turismo de masas. Los explícitos títulos de piezas como 'DISinformation Desk', 'Passport Control', 'Wait Behind This Line' o 'Delay' contrastan con la numeración con que Eno identificó treinta años antes los movimientos de 'Ambient I'. Ahí quedó eso.
Una década después de 'Music For Real Airports', reeditado a finales del año pasado, Black Dog editan un breve anexo a aquella guía turística de interiores y asfixias. Se llama 'Music For Dead Airports' y representa un grave lamento, provocado por el progresivo abandono de unas instalaciones que no sobrevivieron a la era de los vuelos de bajo coste. El grupo de Sheffiel utiliza las códigos de la IATA para dirigir al viajero hacia unas superficies en las que ni siquiera hay ya rastros de vida, prisa o espera. No hay nada. Volvemos así a la obra original de Brian Eno, deshumanizada. Black Dog regresa a la pista de la que partió el vuelo de Eno, pero con un tono sombrío, fúnebre por momentos, réquiem del sector de las infraestructuras y la logística, que proporciona a este breve trabajo el verismo que ya tuvo 'Music For Real Airports', humano e inhumano.
Por David Morán
Refree - 'El espacio entre'
A años luz de cualquier cosa parecida a ‘La matrona’ o ‘Nones’, no digamos ya del furibundo hardcore con acné de Corn Flakes o de la electrónica pop de Élena, barco que supo abandonar justo a tiempo, Raül Fernández no sólo ha cambiado de división. Lo ha hecho también de deporte y, exageremos (o no), de galaxia. Nadie en su sano juicio trazaría una línea directa entre ‘Quitamiedos’, el retraído y cabizbajo debut del barcelonés como Refree, y la exuberancia experimental de ‘El espacio entre’. Y, sin embargo, ahí está el camino de migajas; el ir uniendo los puntos poco a poco para acabar descubriendo el autorretrato cubista de un creador que ni siquiera necesita ya de la palabra para expresarse con asombrosa lucidez.
Raül Refree - 'El espacio entre'

- Discográfica tak:til-Glitterbeat
Encerrado en los últimos años en la cocina de discos ajenos y proyectos colaborativos, en diálogos con Rodrigo Cuevas, Lee Ronaldo o Lina, el músico y productor barcelonés guardaba silencio en solitario desde que en 2018 publicó ‘La otra mitad’, voltereta experimental que queda ahora pequeña ante la ambición de este ‘El espacio entre’ en el que convergen electrónica ambiental, flamenco desfragmentado, minimalismo hipnótico y madrigales contrahechos. Ecos, vacíos y grietas por las que la música se cuela para reaparecer convertido en algo arrebatadamente fantasmal.
De una complejidad fascinante, como uno de esos cuadros que, aunque no se acaben de entender, no se pueden dejar de mirar, ‘El espacio entre’ nace de la mezcla de las composiciones que Fernández realizó para la versión restaurada de ‘La aldea maldita’, película de Florian Rey de 1930; pedazos de su banda sonora para ‘Una día, una noche’, de Isaki Lacuesta; y extremadas relecturas de ‘Lamento de la ninfa’ de Monteverdi. Una masa madre con la que sigue los pasos de Brian Eno (o, tanto monta, de Aphex Twin), deja que cuerdas y piano hagan del roce el cariño y convierte las voces de las sopranos en samples como recién llegados del más allá. Poesía sonora en verso libre y puertas abiertas al músculo creativo de un músico que no se ha convertido en uno de los productores más solicitados por casualidad.
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