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Papel de Fumar

Quevedo es el rey y nosotros hemos vuelto al Barroco

«Tal vez lo que nos pasa –este no sé qué en el pecho, la mala vida, la soledad, Tik Tok, Rosalía– es que hemos vuelto al Barroco»

Bruno Pardo Porto

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Si pones en Google Quevedo lo primero que te sale es un cantante de veinte años. Al poeta hay que buscarlo más abajo, a no ser que creas que el trap es poesía, que para eso te vale el primero. En fin, vivimos tiempos extraños, raros. Norbert Bilbeny dice en su ensayo 'Moral Barroca' (Anagrama) que quizá lo que nos pasa –este no sé qué en el pecho, la mala vida, la soledad, Tik Tok, Rosalía– es que hemos vuelto al Barroco, aunque luego ves el funeral de la Reina de Inglaterra y se parece más bien al Rococó. Es todo un cuadro.

Bilbeny le dedica doscientas cincuenta páginas a justificar la boutade. La idea no es nueva, pero sigue funcionando: la crisis nos iguala, los paralelismos entre siglos se encuentran con facilidad. En el XVII, como hoy, la opulencia tapaba el horror vacui, la miseria convivía con la búsqueda de la belleza, con el jaleo cultural, y el progreso tecnológico asombraba a una sociedad que también se dejaba seducir por el autoritarismo. La religión, apunta el autor, hoy pesa menos, pero la Inquisición no ha muerto. Y no hay imperios, pero sí empresas imperiales y discursos dominantes y mentiras patrocinadas. Y lo que antes era teatro ahora es pantalla. Una farsa, una representación para sustituir a lo real. El resumen es que aquello fue un gran desengaño, un naufragio. Ajá.

Tal vez todas las épocas son la misma época, y pueden tenderse tantos puentes con el Barroco como con la Grecia Clásica o los romanos, pero el ejercicio sigue siendo útil: buscar un ángulo distinto para observar lo de siempre, esto es, nuestro mundo; encontrar palabras nuevas (o muy viejas, que es igual) para señalar o descubrir los vicios que nos definen. Además, es complicado no pensar en lo barroco cuando oteas el horizonte digital o ves 'Euphoria'. Y de nuevo: el tema más escuchado del planeta lo firma un tal Quevedo. Las letras son otra cosa. Ya no se gasta el hipérbaton. Ahí hay una distancia insalvable, la distancia de la Historia. El filósofo la subraya bien, pero a él le interesa lo esencial, lo espiritual.

«Cuando el ámbito de la moral está vacío o decaído todo es, en contraste, espectáculo y consuelo, sea fiesta o misa, corte o teatro», escribe Bilbeny. Tal vez por eso el fútbol ha vuelto a Ucrania. No por nada Sorrentino es uno de los nuestros. Esto es de Jep Gambardella: «Siempre se termina así, con la muerte. Pero primero estuvo la vida, escondida tras el bla, bla, bla, bla. Todo está resguardado bajo la frivolidad y el ruido: el silencio, el sentimiento, la emoción, el miedo. Los exiguos e inconstantes destellos de belleza. Y luego la tristeza desgraciada, el hombre miserable. Todo sepultado bajo la vergüenza de estar en este mundo. Bla, bla, bla, bla. Más allá está el más allá. Yo no me ocupo del más allá. Así pues, que comience la novela. En el fondo, es sólo un truco... Sí, sólo es un truco».

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