Karina Sainz Borgo, premio Gistau: «La columna de opinión es la gran ágora de España»
La autora venezolana gana el IV premio de Periodismo David Gistau por el artículo 'Aunque digáis lo contrario', publicado en ABC
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Karina Sainz Borgo, ganadora del IV premio de Periodismo David Gistau

A Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) la noticia de que ha sido la ganadora del IV premio Gistau de Periodismo le pilló casi de camino a la redacción de ABC, periódico en el que escribe desde hace más de dos años; en movimiento, ... como le gusta rematar sus columnas. «Se escribe mejor en el bloc de notas del móvil y en la calle, incluso caminando. O, en el taxi. Moviéndome. En la redacción hay demasiada paz. La columna tiene que estar arraigada por la realidad, por la prisa, por la urgencia, por la calle. Y, al mismo tiempo, tiene que tener una dosis de lucidez que permita hacer una foto», dice, ya en el periódico. En estas páginas, precisamente, salió publicada la columna ganadora, 'Aunque digáis lo contrario', una reflexión de la periodista y escritora sobre el peligroso camino al que conducen los tribalismos.
—Es la columna de una expatriada, y anticipas cosas que están ocurriendo hoy en España. ¿Todo esto lo habías visto antes?
—Justamente en la conversación que da pie a esa columna entre Santiago Roncagliolo, que es un autor peruano, y yo, estamos intercambiando la idea de que esa crispación y esa incapacidad de entenderse ya la hemos visto antes. Y no lo entendemos, porque España siempre ha tenido la capacidad de entenderse, que no es una sociedad que nació con la violencia adentro, como las nuestras. Es decir, creo que España ha tenido, por lo menos en el siglo XX, un siglo desafortunadamente pedagógico para aprender de la crispación. En la columna hay un recuento del terrorismo de ETA. Es decir, si España se ha podido sobreponer a episodios tan trágicos, puede perfectamente sobreponerse a un episodio de temblor del edificio de la democracia. Porque estoy convencidísima de que España no va a dinamitar su propio edificio de la democracia. Y la democracia empieza en muchas instancias, en el uso del lenguaje, en cómo empleas el lenguaje, qué mensajes exacerbas. Y yo creo firmemente que esto lo he visto antes en Venezuela, claro que lo he visto antes, pero uno no puede darse de baja en el ejercicio consciente de la razón. Los que escribimos estamos obligados a optar siempre por la razón.
—En la columna no solo hablas de la palabra, también del respeto a las leyes.
—Hay sitios de los que no se regresa, y lo hemos visto claramente en experiencias como Estados Unidos. Es decir, el descrédito al que sometió Trump a los medios de comunicación fue tal y tan profundo, que realmente convirtió el hecho de la información libre, veraz, en un tema falible. Contaminó los canales, las formas y las leyes. Es como una carcoma: se come por dentro un árbol. Tú estás viendo el tronco, pero por dentro está carcomido. Esto empieza por la palabra y termina con las leyes.
—¿Qué debe hacer la prensa para evitar esto?
—Lo que siempre hemos hecho: ir, ver y contar. Son tres verbos que atienden al elemento básico de la curiosidad y ponerse del bando de la razón. La columna es el espacio para decir eso. Cuando ABC sacó hace unos días su editorial en la portada, dije: eso es lo que debe hacer un periódico, porque no es solamente una empresa económica, es una empresa intelectual. El ejercicio y la defensa de unas ideas es lo que te hace coherente. Un periódico tiene que seguir usando las palabras tal y como son.
—¿Por qué hay tanta política en las columnas de opinión?
—Le estás preguntando a una persona que se ha tenido que montar en el vagón de la columna de opinión como género literario, político e intelectual de la relación con el mundo. A mí siempre me ha sorprendido enormemente la pulsión política que debe tener siempre la columna, como género, en España. Hay una idea de que lo político nos vertebra y nos explica. En la columna que salió premiada yo planteo un tema profundamente político, que tiene que ver con la idea de pertenecer o no pertenecer. En España ha habido una subida de la temperatura. Las cosas no están ahora como cuando yo llegué hace casi 20 años. Hay una hipérbole y un exceso en el uso de las palabras. La columna de opinión que sobrevive es aquella que logra ver en un episodio cotidiano mucho de una sociedad, lo verdaderamente político.
—¿Te consideras más periodista que columnista o más columnista que periodista?
—Siempre me he sentido una mal periodista, que me falta más garra, más arrojo, más valentía. Y siempre me he sentido una novelista poco hecha. Lo que sí sé hacer es escribir. La columna es el apunte urgente de quien necesita escribir para explicarse algo. Y yo, si no pongo las cosas por escrito, no las entiendo. Yo no puedo digerir un episodio personal, histórico, político, si no lo pongo por escrito. En ese aspecto, la columna sí que ha sido como ir a un gimnasio. Y la columna de opinión es un ejercicio aeróbico de la intuición, del pensamiento, de las ideas, de las lecturas. Y es, básicamente, el gran elemento para comunicarse en España. Aquí todo se dirime en el espacio público. En el bar, en la calle… La columna de opinión es la gran ágora de España. ¿Leíste lo que dijo Prada hoy? ¿Escuchaste a Alsina? ¿O a Federico Jiménez Losantos? La columna radiofónica también influye. Es como una correa de transmisión. Y eso, ¿sabes qué? Eso vale oro.
—Con tanta opinión como hay, ¿qué debe tener una columna para sobresalir sobre las demás?
—Todo ejercicio creativo tiene que partir de la honestidad. Es decir, no puede haber impostación en una columna o en una novela. Cuando escribes algo que no crees o de lo que no sabes, se nota, aléjate. El riesgo de la columna es que sea un ejercicio literario, un ejercicio de forma. Esto lo decía mucho Gistau: tú no puedes sacar adelante una novela o una columna solo con estilo. Tienes que tener contundencia y ser honesto. De lo contrario, es una farsa.
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—¿Hay una generación Gistau?
—Sí la hay. Gistau fue la primera persona en España que me permitió hacer puente entre ese columnismo literario canónico de Camba, Pla, o Umbral. Los más jóvenes y los menos enterados empezamos a crecer con Gistau. Marcó a una muy buena parte de los que nos formamos en periodismo entre los años 2000 y el 2020.
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