Heinrich Harrer, siete años en el Tíbet
TERRA IGNOTA
El alpinista austriaco, vinculado a las SS, intimó con el Dalai Lama y profundizó en el budismo
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Dice un viejo dicho tibetano que es mejor no decir nada cuando hay que expresar algo sublime. El alpinista y aventurero austriaco Heinrich Harrer sí encontró las palabras para escribir su libro 'Siete años en el Tíbet', traducido a 56 idiomas y ... adaptado al cine por Jean-Jacques Annaud. Harrer es interpretado por Brad Pitt en esta película, estrenada en 1997. Murió en 2006 a los 93 años en su patria natal.
Fue el primer europeo que logró ganarse la confianza del joven decimocuarto Dalai Lama, que tenía 14 años cuando el alpinista se convirtió en su tutor y amigo. Recorrió el Tíbet desde 1944 a 1951, donde aprendió la lengua y la cultura locales. Los últimos cuatro años los pasó en Lhasa, la capital. Tuvo que abandonar el país tras la invasión del Ejército chino, que le forzó a volver a Austria.
«Mientras contemplaba las banderas de oraciones que anunciaban mi salida de Lhasa, me di cuenta de que habían pasado siete años desde que había entrado en el Tíbet», escribió, «ya fuera, me encontraba entre europeos de nuevo. Me miraban con extrañeza y yo también a ellos«, confesó.
OTRAS ENTREGAS DE LA SERIE 'TERRA IGNOTA'
Su historia comenzó en 1939 cuando se desplazó a Pakistán para escalar el Nanga Parbat, una cima mítica en la cordillera del Himalaya en la que habían perecido once alpinistas alemanes en esa década. A pesar de su juventud, era un consumado escalador que había ascendido la cara norte del Eiger. Había participado en la prueba de esquí alpino combinado en los Juegos Olímpicos de Invierno en 1936.
Himmler, el líder de las SS, financió la expedición tanto con fines propagandísticos como para investigar los orígenes de la raza aria. Al estallar la II Guerra Mundial, Harrer y sus compañeros fueron capturados por las autoridades británicas. Pasaron más de cuatro años en el campo de prisioneros de Dehradun en el norte de la India. Tras varios intentos, logró escapar con Peter Aufschnaiter.
Durante 21 meses, los dos fugados recorrieron 2.000 kilómetros hasta llegar a Lhasa. Sobrevivieron gracias a la hospitalidad de remotas aldeas tibetanas cuyos habitantes les suministraron víveres y ropa. Aprendieron el idioma y las costumbres locales, venciendo la desconfianza hacia los extranjeros en un país cerrado al exterior.
Harrer relata en su libro su llegada a Lhasa, en la que sus habitantes les negaban cobijo y les pedían que se marcharan. Sólo cuando vieron que tenían llagas en los pies y que estaban desfallecidos, se compadecieron de ellos. Finalmente, lograron entrar en el templo donde vivía el Dalai Lama, que sintió la curiosidad de conocerlos. Pronto se convirtieron en sus huéspedes y Harrer comenzó a estudiar el budismo y profundizar en sus enseñanzas hasta ser considerado un maestro.
Los monjes le enseñaron las técnicas de meditación, mientras él informaba al Dalai Lama de las costumbres europeas. El escalador austriaco llegó incluso a instalar una sala de cine para que su amigo viera películas occidentales.
«Afiliarme a las SS fue el mayor error de mi vida»
Harrer volvió a Europa y reanudó su actividad como etnógrafo y alpinista, viajando por todos los continentes para culminar cimas como el Puncak Yajadikesum, el monte más alto de Oceanía, o el Hunter en Alaska. En 1953 publicó 'Siete años en el Tíbet', libro que le convirtió en una leyenda.
Fue en 1997, unos meses antes del estreno del filme de Annaud, cuando la revista alemana Stern publicó un reportaje en el que revelaba el pasado nazi de Harrer. Se había afiliado al partido a los 21 años y luego había ingresado en las SS. Su historial de 35 folios figuraba en un archivo de Washington. Al mismo tiempo, se conoció su privilegiada relación con Himmler. Aunque inicialmente desmintió su vinculación con el nacionalsocialismo, tuvo que admitir que había tenido que hacerse miembro de las SS para poder realizar la expedición al Nanga Parbat. Aseguró que jamás había aprobado los horrores del régimen: «Cuando yo ingresé en el partido, no había ningún indicio de que había de convertirse posteriormente en una organización criminal. Afiliarme a las SS fue el mayor error de mi vida«, afirmó.
Pasó los últimos nueve años de su vida en el más estricto anonimato y sin aparecer en público hasta que la muerte le sorprendió. Su familia se limitó a confirmar su defunción en Friesach en la región de Carintia: «Ha partido con gran serenid
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