A LA SAZÓN
De altos vuelos
Se ha comparado a Benjamín G. Rosado con Auster o Bolaño, pero esta novela bizantina tiene más que ver con el 'Persiles' que con 'Los detectives salvajes' o 'La música del azar'
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De ‘Frankenstein’ a la alternativa de José Tomás, pasando por ‘Ciudadano Kane’, ‘Pedro Páramo’ o el primer disco de The Clash, hay debuts que no parecen debuts. El valor se le supone al soldado y la vacilación al recluta; de ahí la sorpresa cuando éste ... ni duda ni titubea. Verbigracia, Benjamín G. Rosado (Ávila, 1985), cuya primera novela lleva por título ‘El vuelo del hombre’ (Seix Barral). ¡Y vaya si vuela! Un pollo volantón no bate las alas con esa fuerza.
Se la ha comparado con Auster o Bolaño, pero esta novela bizantina tiene más que ver con el ‘Persiles’ que con ‘Los detectives salvajes’ o ‘La música del azar’. Con el meticuloso cuidado de quien desgrana un collar de cuentas, Rosado atrapa al lector con las historias que la peripecia del protagonista va eslabonando. No se amilana al meterse en honduras (son excepcionales las páginas dedicadas al gen FOXP2 y el rastro evolutivo del lenguaje) ni pierde en momento alguno la tensión o el ritmo.
En ese ovillo de tramas y subtramas (la desaparición de un artista incómodo, la posibilidad de que el padre viudo haya rehecho su vida en secreto) hay hueco para humor, la erudición, la picaresca y el misterio, dando la razón a Valera cuando afirmaba que en la novela cabe todo.
¿No es como un puñetazo en la mesa de novedades? A diferencia de tantos carcamales de la prosa, este debutante tiene algo que contar
¿Puede un benjamín debutar con galones? Rosado tiene el nombre del más bisoño de los hijos de Jacob, pero lleva en el apellido la rotundidad de la uva pisada y el vino asolerado. ¡Vivir para ver! En una época de pamemas autoficcionales y monsergas del yo, en que los libros caen en el olvido al poco de llegar a imprenta, irrumpe una ficción pura, sustanciosa y bien armada, que tiene cuerpo y deja poso.
¿No es como un puñetazo en la mesa de novedades? A diferencia de tantos carcamales de la prosa, este debutante tiene algo que contar. He aquí uno de esos raros prodigios que llegan sin pedir permiso y que, sin ruido ni alharacas, suelen terminar quedándose. ¡He aquí un escritor!
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