Crítica de LIBROS
'La inflación alemana. Crónicas 1923-1924', de Josep Pla: Pla, la inflación y Hitler al acecho
ENSAYO
Sorprende que hasta ahora no se hubieran rescatado estos excepcionales trabajos del autor catalán sobre la Alemania de la preguerra. Crítica de Sergi Doria
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La Alemania inflacionaria marcó a Josep Pla para toda la vida. Cinco años antes de su muerte escribía en 'Notes del capvesprol' ('Notas del crepúsculo', 1976): «La primera obligación de un ciudadano no es ni la bandera, ni el honor retórico, ni las frases grotescas. ... La primera obligación de un ciudadano es mantener el precio de su moneda —y cuanto más alto sea, mejor».
Del 1 de agosto de 1923 al 30 de marzo de 1924, Pla envió ciento veintitrés crónicas a 'La Publicitat', diario catalanista de centro izquierda. Sorprende que hasta ahora no se hubieran compilado por su excepcional calidad periodística. En 'La inflación alemana' Xavier Pla ha rescatado 88 de aquellas crónicas.
ENSAYO
'La inflación alemana. Crónicas. 1923-1924'

- Autor Josep Pla
- Editorial Destino
- Año 2023
- Páginas 416
- Precio 21,75 euros
Al llegar a Berlín el ampurdanés contacta con su amigo Eugeni Xammar, corresponsal de 'La Veu'. Xammar le servirá de guía e intérprete (Pla no sabía alemán). El cronista de 26 años «hace siempre una defensa rotunda de la libertad individual, muestra cierta predilección por los judíos y una moderada sensibilidad por los problemas de los obreros. Pero el principal impacto que recibe aquellos días es la inflación», subraya el antólogo.
Al cobrar en pesetas, el corresponsal se beneficia del cambio por la depreciación del marco. La hiperinflación, el menguado PIB por las reparaciones de guerra, el paro galopante y la incapacidad del Estado para atender la miseria motivan que Pla califique la situación de «cáncer monetario» advierte el historiador Josep M. Fradera en el prólogo.
El cronista aplica su 'modus operandi': priorizar la descripción sobre la opinión: «Yo pago por mi habitación doscientos mil marcos al día. El trato lo hice para el lunes pasado, es decir, cuando doscientos mil marcos me costaban dos pesetas. Al fin de la semana se habrá producido un hecho extraordinario. El marco habrá bajado. El sábado, antes de pasar cuentas con el propietario de mi hotel, para tener los doscientos mil marcos, habrá suficiente con una peseta. De manera que habré dormido toda la semana a mitad de precio», escribe en su crónica del 10 agosto de 1923.
La inflación mata a la nación y a sus habitantes. Se multiplican los suicidios y el coste de la incineración sube el doscientos por ciento. Suicidas de clase media —médicos, abogados, dentistas, procuradores, profesores, antiguos oficiales—, el chivo expiatorio de la masacre inflacionaria. La clase media, explica Pla, «compra siempre las cosas con el marco valorado a primeros de mes o el primer día de la semana, esto es, con la moneda evaporada». Tan evaporada que ni siquiera se puede atender la demanda de billetes: «Se fabrican, cada día, billones y billones de marcos… Y eso porqué cuanto más se hacen, menos valen y más se necesitan. Los días que faltan billetes, que es un día y el otro también, el mozo del café os devuelve el cambio en cheques y pagáis la caja de cerillas del vendedor ambulante con un magnífico papel de esta clase». La descripción se completa con una interpelación a los lectores de 'La Publicitat': «A veces pienso la que se armaría en Cataluña si algún día las circunstancias hiciesen que cayéramos en un régimen así»: hoy, lo estamos viendo en Argentina y el pavor europeo ante la escalada inflacionaria.
La vida caótica que describe Pla, donde es imposible anticipar lo que ocurrirá en pocas horas, es un río revuelto para los pescadores totalitarios. La clase media que garantizaría cierta estabilidad social acabará abducida por el nacionalismo.
Prioriza la descripción sobre la opinión. La vida caótica que refleja Pla es un río revuelto para los pescadores totalitarios
El 1 de noviembre de 1923 el dólar se cambia por 65 billones de marcos y un panecillo cuesta mil ochocientos millones de marcos. Pla emprende un viaje por Colonia, Aquisgrán, Bonn, Coblenza, Maguncia, Wiesbaden, Frankfurt, Palatinado, Munich, Nüremberg, Coburgo, Weimar, Dresde… El 8 de noviembre, Adolf Hitler —«histérico del nacionalismo» en palabras de Pla- protagoniza su fallido 'putsch' en una cervecería muniquesa.
Aquel noviembre de 1923 Pla y Xammar visitan la redacción del 'Völkischer Beobachter' ('El Observador Popular'), órgano del partido nazi. Los periodistas son recibidos amistosamente por venir de la España de Primo de Rivera. Pla dedica una etopeya al anfitrión: «La característica de Hitler es el impermeable. Es un impermeable vulgar, con cinturón y solapas grandes, pero parece el patrón del que han salido los impermeables vulgares, con solapas y cinturón. En la manga del impermeable, Hitler lleva una gran cruz teutónica. Esta cruz, hoy en Alemania, es el signo antijudío».
Ilustrativo documento
No es seguro, apunta el antólogo, que Hitler realizara sus declaraciones en una entrevista convencional; más bien parecen responder a un cuestionario o, como anticipa el titular de Pla, un monólogo segmentado en varios apartados. El futuro Führer critica la 'solución' española al 'problema judío': elegir entre conversión o expulsión. «Estamos por la expulsión pura y simple», sentencia.
La primavera de 1924, cuando Pla y Xammar abandonan Alemania para dirigirse a la URSS, el gobierno alemán, arropado por el crédito de la banca norteamericana, comienza a solucionar la inflación. Lo que no soluciona es la eclosión totalitaria que propulsará a Hitler de la cervecería a la cancillería en diez años. Las crónicas de Pla constituyen un ilustrativo documento de ese periodo terminal de la democracia alemana.
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