LIBROS
«Vidas de Alejandro y César», Plutarco inagotable
Plutarco ostenta en la Historia de la literatura el título de creador del género biográfico, y todo gracias a sus «Vidas paralelas». Acantilado ofrece las dedicadas a Alejandro Magno y César. Una mezcla de semblanzas y enseñanzas éticas

La vida de Plutarco transcurre -sigo para los datos el magnífico manual de «Historia de la literatura griega» del austríaco Albin Lesky , reimpreso en 2010 por Gredos- entre pocos años antes del año 50 después de Cristo y pocos años después del 120 de la era cristiana. Nació en Queronea de Beocia, a un paso de Delfos (no Delfi, como se traduce en la, por otra parte, estupenda versión objeto de este comentario), en una región muy ligada a los mitos y tradiciones de la antigua Grecia.
Pertenecía a una de las familias más importantes de la ciudad. Estudió en Atenas con el neoplatónico Amonio y se incorporó a la Academia que fundara antaño Platón, filósofo por el que sintió siempre una gran admiración intelectual. Viajó a Alejandría, donde conoció a fondo la religión egipcia , como atestigua su tratado «De Iside et Osiride», inserto en esa vasta miscelánea suya que llamamos «Moralia».
Un rótulo, este de «Moralia», que caracteriza a la perfección su actitud ante la vida y el ideal de su existencia, presidida en todo momento por una visión ética del mundo . De modo que podemos afirmar, sin miedo alguno a confundirnos, que Plutarco fue, ante todo, un filósofo y un moralista que, educado en el platonismo, muestra elementos en su formación extraídos de las doctrinas pitagóricas y órficas, junto a otros rasgos procedentes del aristotelismo, el estoicismo, la gnosis e incluso, aunque es tema muy controvertido y no hay seguridad al respecto, del judeocristianismo. Como podemos ver, el de Queronea fue todo un paladín del eclecticismo en el mejor, más amplio y más comprehensivo sentido de la palabra.
Junto a sus obras morales («lato sensu» lo son todos los opúsculos contenidos en sus «Obras morales y de costumbres» o «Moralia»), Plutarco ha pasado a la Historia de las letras universales como fundador de la biografía , ese subgénero de la Historia cuya primera obra de auténtica importancia son las «Vidas paralelas». Biógrafo singularísimo, lo que no puede evitar es que incluso en sus «Vidas» se deslice el mensaje moral, la enseñanza ética que constituyó siempre su razón de ser y de escribir.
Anécdotas aisladas
Las «Vidas» abarcan cincuenta biografías, de las que cuarenta y seis están escritas de dos en dos: un personaje griego y otro romano puestos en parangón. Las cuatro sueltas son las de Arato (s. III a. C.), uno de los últimos caudillos griegos; el persa Artajerjes y los fugaces emperadores romanos Galba y Otón.
El sello editorial Acantilado, siempre propicio a ofrecer en su catálogo traducciones nuevas y desprovistas del tantas veces inane academicismo que concurre en las publicaciones especializadas, nos ofrece ahora, en un precioso volumen de su colección «Cuadernos», las vidas paralelas plutarquianas más famosas, o sea, las de Alejandro Magno y Julio César. Se ha hecho cargo de la cuidada versión al español el escritor y traductor navarro Eduardo Gil Bera , autor también de un breve prólogo tan interesante como poco convencional, rotulado «El fortalecedor Plutarco».
Plutarco escribe sus «Vidas» seducido por la magia del «exemplum»
Leyendo con enorme interés esta nueva traducción de «Alejandro y César», me he vuelto a dar cuenta, como advertí la primera vez que leí esas dos biografías -en el volumen «Biógrafos griegos» de Aguilar y en la mítica versión de Antonio Ranz Romanillos (1759-1830)-, de que, si uno no sabe nada previamente de los personajes biografiados por Plutarco, no se hace una idea cabal de su andadura por el mundo.
En resumidas cuentas, no cabe duda de que Plutarco es cualquier cosa menos historiador . Escribe sus «Vidas» seducido por la magia del «exemplum». Le tienta mucho más la moralina que puede deducirse de ciertas anécdotas aisladas de los personajes elegidos que el propio encanto de la narración diacrónica de sus vidas, proezas y milagros. Pese a todo, el lector lo pasa estupendamente con las divagaciones psicológicas y filosóficas del polígrafo de Queronea y con su incontenible retórica, propia de la época que le tocó vivir, mucho más pródiga en genios compiladores y enciclopédicos, de los que él es la muestra más relevante, que en auténticos creadores literarios.
Cultura en griego
Parece que la redacción de estas cincuenta «Vidas paralelas» ocupó la última etapa de la existencia de Plutarco, ya retirado en su ciudad natal, allá por el año 115, en los últimos estertores del gobierno imperial de Trajano. Se dice que, a pesar de la atención dispensada por nuestro autor a la antigüedad romana en detrimento de la griega, no llegó nunca a hablar el latín con fluidez. Eso demuestra hasta qué punto la cultura en griego sobrevivió a la lógica expansión lingüística del latín en el momento de mayor poder y extensión del Imperio Romano. La cuenca oriental del Mediterráneo siempre fue griega, lo seguirá siendo al dividirse el Imperio en dos en tiempos de Teodosio, y continuará siéndolo hasta la caída de Constantinopla en 1453.
Plutarco es muestra inequívoca de la pujanza de lo helénico en plena hegemonía militar y política de la Roma imperial. Su producción es ingente. La «Biblioteca Clásica Gredos» lleva ya publicados hasta la fecha trece tomos de sus «Obras morales y de costumbres» («Moralia») y ocho de sus «Vidas paralelas».
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