LIBROS
Jenny Offill y su huracán Lizzie
La escritora norteamericana, finalista de prestigiosos premios, sorprende por lo original de sus planteamientos

Una cosa es hablar del clima y otra escribir sobre el clima. Se habla acerca de sol y lluvia de manera ligera y cuando no se tiene nada que decir. Se escribe de manera profunda sobre calentamiento global y pestes varias cuando ya no ... hay casi tiempo para seguir diciendo cosas; y ahí tienen ensayos como «El planeta inhóspito» de David Wallace-Wells como fuente de conversación segura para próxima acalorada reunión entre amigos cada vez más temblorosos.
«Clima» -tercera novela de Jenny Offill y suerte de secuela autónoma de su anterior y muy celebrado «Departamento de especulación»- es otra cosa y cumple con gracia y elegancia otro tipo de función. Lo aquí ofrece Offill (Massachusetts, 1968) es, en verdad, una suerte de trastienda intimista de todo lo anterior: el momento en que alguien -tal vez tarareando «It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine)» de R.E.M.- se viste para ir a esa fiesta y salir de una casa a punto de terremoto.
¿En qué piensa una mujer?
Y aquí va y viene (y no deja de dar vueltas dentro de su cabeza) la tan atormentada como tormentosa Lizzie. Bibliotecaria universitaria en Brooklyn, náufraga de carrera académica e insomne ama de casa . Preocupada por su hijo, por su perro, por la hija de su hermano adicto en recuperación, por la inminente pérdida de su seguro odontológico y (súbitamente obsesionada por «podcast» ecologista de su ex mentora en la universidad, nada mejor para distraerse del catastrofismo doméstico que el cataclismo global) por la trayectoria prea-apocalíptica de un planeta cada vez más desorbitado. También está Donald Trump, claro. Y vecinos. Y un chofer. Y un tentador corresponsal de guerra. Y, ah, esos monjes budistas.
Una cosa es segura: es más probable que antes del Armagedón planetario tenga tiempo y lugar la más modesta y privada -pero igualmente devastadora- extinción de su matrimonio coprotagonizado por un amable pero opaco marido diseñador de «video-games» educativos y adicto a las noticias y cada vez más conspiranoide. Lo que no significa que «Clima» no sea, además, un libro muy gracioso y rebosante de sonrisas que pueden llegar a confundirse con muecas a lo Lorrie Moore.
Escribe a la velocidad del pensamiento, saltando de aquí para allá
Y de nuevo, otra vez, el «modus operandi» que tan bien le resultó a Offill en «Departamento de especulación»: escribir a la velocidad del pensamiento, en exabruptos, saltando de aquí para allá, libre asociación de ideas y flujo de consciencia y todo eso. Método que, por momentos funciona muy bien y que por otros convierten a Offill -como Lizzie- en una suerte de prisionera de la propia jaula en la que se metió (no estaría mal que se tradujese el más formalmente convencional debut novelístico de Offill, «Last Things», de 1999, para comprobar allí hasta donde puede llegar cuando no se autoimpone límites estructurales). Algunos párrafos de tan buenos obligan a la automática comparación con otros meramente circunstanciales. Así, el casi aforismo brillante comparte página con el dicho poco hecho.
En cualquier caso, nada que no hayan intentado y en lo que supieron descollar los mejores modernistas, el genial fragmentarista Donald Barthelme y el maníaco referencial David Markson , y -más cerca de Offill- Elizabeth Hardwick y Renata Adler y Lydia Davis y Rachel Cusk con sus novelas-breviario. ¿De qué trata y que intenta «Clima» entonces? Respuesta: revelar con potencia y prepotencia de rayo x y ojo de huracán todo aquello en lo que en verdad piensa una mujer cuando, si le preguntas en que está pensando, responderá mintiendo con un «Pensaba en qué clima hará más tarde».
Preparen los paraguas. Una novela magnífica .
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