Antony Beevor: «Antes subestimaron a Hitler y hemos hecho lo mismo con Putin»
'A estas alturas, la vida (XVI)'
El historiador británico reflexiona sobre la escalada nuclear rusa en Ucrania, su juventud como soldado y su lidia con el mieloma múltiple
Putin promulga la nueva doctrina nuclear de Rusia

El historiador de la guerra Antony Beevor (Londres, 1946) habla 'in extenso' y veloz sobre geopolítica, sobre Hitler, sobre las zonas oscuras de los bandos 'buenos', sobre la corrupción del lenguaje en Israel y Gaza sin escatimar señalamientos y, sin embargo, cuando habla de ... sí es más parco, las preguntas le lentifican reflexivo. El divulgador padece un mieloma múltiple y en diciembre volverá la quimioterapia. Con muy buen color tras una semana de vacaciones en las Maldivas, hablamos con el erudito en Segunda Guerra Mundial o Revolución Rusa antes de su charla la semana pasada en el Festival Eñe titulada 'Lecciones de la historia que no deberíamos volver a repetir'. Sostiene que los historiadores no son pitonisos y, sin embargo, casi se autoinvalida a la luz de las malas nuevas de Putin, pues lo clava... También rechaza el uso de lenguaje bélico en la enfermedad: «Es de mal gusto».
-Es una de las personas que más sabe sobre la guerra. ¿Por qué?
-La guerra es el nivel más extremo si quieres tener un conocimiento profundo de las virtudes y defectos humanos. Además, siempre me ha fascinado la cuestión del mal. ¿Es el mal un elemento real y definible, o simplemente un concepto filosófico o religioso? Las implicaciones son aterradoras. Recuerdo haber hablado con un gran psiquiatra inglés, muy conocido en su tiempo, quien además tenía interés por la historia. Le pregunté cuál era la diferencia entre Hitler y Stalin. Me respondió, con las habituales reservas, que no se debería analizar a alguien sin haberlo conocido. Aun así, afirmó que, con cierta certeza, Stalin era un paranoico esquizofrénico mientras que de Hitler lo único que se podía decir era que tenía un problema de personalidad. ¿Era malvado? ¿Estaba perturbado o loco? Según este psiquiatra, no; solo tenía un problema de personalidad. Esto refuerza mi idea de que la guerra plantea más preguntas sin respuesta sobre la humanidad que casi cualquier otro tema.
-Se dice que hay que aprender de la historia para no repetir sus errores. Al contrario, usted recuerda también a Otto von Bismarck: «Lo único que aprendemos de la historia es que nadie aprende de la historia». ¿Pesimismo con la humanidad?
-Por supuesto, sí. No comparto del todo lo que decía Bismarck, pero hay algo de verdad en ello. Bismarck también dijo que solo un tonto aprende de sus propios errores; él aprendía de los de los demás. ¿Te imaginas cuán arrogante es eso? No hay que tomarse demasiado en serio a Bismarck, sabía ser muy ingenioso. Pero debemos aprender de los errores de la historia. El problema es que hoy en día, especialmente en la televisión y los medios, se apresuran a llamar a un historiador para que prediga el futuro, cuando en realidad los historiadores se ocupan del pasado. Churchill decía que estudiamos la historia para entender el futuro, pero eso es un error. Nunca entenderemos el futuro porque la historia no se repite. Mark Twain decía que la historia rima, otros hablan de ecos. Y, efectivamente, hay ecos, pero no es una fórmula para prever lo que sucederá. Actualmente vivimos en un tiempo más aterrador, con cambios sociales, tecnológicos y económicos que hacen que el mundo se parezca a un juego de pinball, donde la bola rebota de manera impredecible. Los historiadores solo pueden señalar ciertos ecos y razones para temer. Un patrón que he notado es que la honestidad intelectual es la primera víctima de la indignación moral. La gente, en su enojo, está dispuesta a mentir para respaldar sus argumentos, algo muy evidente en las redes sociales. Lo vemos con Trump y sus seguidores, que creen cualquier teoría conspirativa si concuerda con su resentimiento y rabia. Esto es extremadamente peligroso para el futuro. Y un error común es el sesgo de confirmación democrática: no podemos concebir que alguien quiera otra guerra. Cometimos este error antes de la Primera Guerra Mundial, porque sería financieramente ruinosa. Este razonamiento se repitió recientemente con Merkel, quien creía que más comercio con Rusia reduciría las probabilidades de guerra. El resultado fue un error de cálculo. Después de la Primera Guerra Mundial, británicos y franceses no creían que alguien deseara otro conflicto, por lo que subestimaron a Hitler. Hicimos lo mismo con Putin, pensando que nadie iniciaría otra guerra terrestre en Europa. Y ahora vemos la invasión de Ucrania. Tras la caída del Muro de Berlín, Occidente pensó que podía reducir el gasto en defensa, pero subestimamos el riesgo. Ahora vemos que esto ha alentado a dictadores a creer que sus adversarios son incapaces de defenderse y nos deja en un momento muy peligroso. No estoy diciendo que estemos al borde de otra guerra mundial, pero sabemos por la historia que los conflictos globales surgen de la acumulación de tensiones locales. Hoy vemos tensiones en Corea, Ucrania, Taiwán, Irán y Siria sigue siendo un campo de batalla. Esto debería ser una señal de alerta, no necesariamente una certeza, pero sí una posibilidad. Más preocupante aún es la actitud rusa hacia las armas nucleares tácticas, viéndolas no como una escalada, sino como una extensión lógica del conflicto convencional. Esta idea es profundamente inquietante y sí, hay mucho de lo que preocuparse.
-La ONU señaló hace unos días que los métodos de guerra de Israel en Gaza son «acordes con las características del genocidio». ¿Cómo lo ve?
-Estamos presenciando limpieza étnica en ambos bandos: por un lado, la limpieza étnica llevada a cabo por Israel en los territorios ocupados de Cisjordania y, por supuesto, en Gaza. Pero también vemos llamados a la limpieza étnica en los discursos de la parte palestina. Lamentablemente, lo que observamos aquí es una corrupción del lenguaje y una exageración impulsada, nuevamente, por la indignación moral desbordada. Los israelíes actúan en defensa de su existencia, que sienten amenazada, mientras que los palestinos defienden a su pueblo, sometido a una discriminación atroz. Me temo que estamos ante un círculo vicioso de retórica que solo agravará el conflicto.
-Fue oficial del ejército británico y casi entró en combate. ¿Practicaban alguna técnica de autodominio?
-En mis tiempos no había formación en autocontrol o preparación para el combate. Eso empezó más tarde, con la crisis en Irlanda del Norte, cuando se preparaba a los soldados para enfrentar explosivos improvisados y escenas de cuerpos destrozados. Recuerdo una misión en la frontera entre Alemania del Este y del Oeste. Nos ordenaron intervenir en un edificio en disputa, y tengo que hacer una terrible confesión. Recuerdo un momento cuando de repente recibimos la orden… Y estábamos entusiasmados. Esa es la inocencia y arrogancia de la juventud, de repente… caramba, vamos a la guerra. Y allí estábamos cargando nuestras ametralladoras, atravesando el tráfico en Lübeck con coches de policía con nuestras sirenas azules y todo. Y cuando llegamos allí, descubrimos que en realidad los alemanes orientales se habían retirado y no había crisis. Estábamos decepcionados, fue un poco como un anticlímax. Lo digo como una especie de autocrítica, porque, obviamente ahora mirando hacia atrás, estoy horrorizado. Pero recuerdo mis emociones en ese momento, y me temo que eran, digamos, simples emociones machistas.
-¿Se preparó psicológicamente para matar?
-Yo era comandante de tanque, que es matar a distancia. No ves a la persona que estás matando. Ves un objeto deshumanizado en forma de tanque enemigo. Y así, en cierto modo, es un poco como en una galería de tiro o como una especie de videojuego. Nunca fui entrenado para el combate cuerpo a cuerpo, que eso es otra cosa. Entonces, yo no... yo no habría... No puedo decir más que eso, realmente. Pero las emociones son, creo, mayoritariamente iguales a las de mis compañeros en ese momento.
-Hace unos años se le diagnosticó mieloma múltiple, un tipo de cáncer que afecta a la médula ósea, y recibió quimioterapia. Mucha gente usa lenguaje bélico para hablar de 'la batalla contra el cáncer'...
-Yo espero no haber usado nunca términos militares. Por desgracia, volveré a tener quimio el mes que viene, pero ahora estoy fantástico. La quimio es la que hace sentirte tan mal… Pero he tenido mucha suerte porque otros amigos han sufrido muchísimo Pero no, no creo que se pueda hablar del cáncer utilizando terminología militar. Si uno lo hace, es una broma de mal gusto. Me temo que la guerra y el cáncer desatan, digamos, un humor muy negro.
-Al recibir una noticia de tanta trascendencia, ¿le sumió en reflexiones de corte existencial?
-Es difícil responder a eso con sinceridad, pero creo que puedo ser razonablemente sincero. Sinceramente, sentí que, no es que mereciera tener cáncer, sino que había tenido tanta suerte en mi vida que no había absolutamente ningún motivo para sentir resentimiento o enfado. Porque, ya sabes, la suerte golpea, y la mala suerte, ya sabes, golpea de formas totalmente impredecibles. Y cuando has tenido mucha buena suerte, en cierto modo, esperas a medias que algo así ocurra. No todo puede ser perfecto. Así que, ciertamente, no estaba enfadado. Uno tiene que enfrentarlo un día de golpe y no pensar en el futuro. Quiero decir, obviamente, no puedes esperar que tus médicos, tus oncólogos, hagan predicciones. Lo único que sabes es que, si no haces el tratamiento, morirás. Pero al mismo tiempo, hoy en día, hay maravillosos avances en medicina y especialmente en tratamientos como el mieloma múltiple. La ventaja del mieloma múltiple, por así decirlo, es que se trata de un cáncer muy común, por lo que se ha investigado mucho más sobre él. Tengo una gran amiga que padece una rara variedad de mieloma múltiple. Pero como son un número pequeño, se ha invertido muy poco dinero en la investigación. Porque no es la cura, sino el tratamiento. Nunca te vas a curar. No puedes. Una vez que está ahí, está ahí. Pero ahora pueden, si quieres, extender tu vida de una manera inimaginable antes.
-¿Pasó miedo con su nueva situación? Y, en tales momentos o antes como soldado, ¿creyó en Dios o le hubiera gustado hacerlo?
-No, la verdad es que no creo. Tampoco nunca me describiría como un completo ateo, siempre he sido agnóstico. Pero no, realmente no creo en Dios. Y no pasé miedo. También creo que es bueno no ser demasiado imaginativo, ¿sabes? Quiero decir, ¿qué sentido tiene especular? Sabía que mis conocimientos médicos eran nulos, mi mujer es mucho mejor con este tipo de cosas y a veces se ríe de mi ignorancia médica. Creo que lo importante es no especular sobre el futuro. Hay que seguir adelante y hacer lo que aconsejan los médicos. Y yo he tenido mucha suerte, han sido excelentes.
-Viendo el número de guerras de los últimos siglos y que la humanidad no aprende, ¿pensó en retirarse o aislarse del mundo alguna vez?
-Especialmente cuando uno se preocupa y piensa en la guerra en el futuro, con sistemas de armas automatizados. Otro aspecto es la forma en que, por ejemplo en las Bolsas, una ventaja de medio segundo puede ser vital. Y puedes imaginar que en la guerra, si esa ventaja de medio segundo va a ser vital… Es aterradora la forma en que, por ejemplo, los chinos están creando sistemas de armas automatizados que no requerirán la intervención humana para acelerar las cosas. En el pasado, las democracias siempre han tenido ventaja sobre las dictaduras en una guerra larga porque han tenido la imaginación y la libertad de crear mejores sistemas de armas y muchas otras cosas. Pero eso va a cambiar si ahora estamos hablando de una guerra con esta tecnología.
-A lo largo de su vida, ¿siente haberse dedicado a su misión en ella?
-Sería arrogante o narcisista decir que tengo una misión. Yo escribo para mí, no para una audiencia, y creo que es un error cuando los escritores piensan que se deben a un público. Eso sí, si lo que escribo interesa, me produce satisfacción. Pero no hubo misión alguna.
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