El violento 'divorcio continental' entre África y Sudamérica
La separación de ambos continentes no se produjo de forma tranquila, sino que fue un episodio extraordinariamente violento y explosivo
Dos enormes 'continentes hundidos' podrían estar desestabilizando el campo magnético de la Tierra

Hace 135 millones de años, la Tierra era un lugar muy diferente de lo que es hoy. Un supercontinente gigantesco, Gondwana, dominaba el hemisferio sur del planeta y en su centro, las actuales Sudamérica y África estaban, como dos hermanos siameses, estrechamente unidas. Haría ... falta una energía descomunal para separarlas, pero las fuerzas tectónicas, titánicos e invisibles escultores de nuestra geografía, ya habían comenzado a agitarse en las profundidades del mundo.
Poco después, en efecto, la Tierra fue testigo de un espectáculo geológico de proporciones épicas: la ruptura de Gondwana y la separación de Sudamérica y África. Durante largo tiempo se pensó que el proceso fue poco más que una fractura de la corteza terrestre, seguida de un lento y tranquilo deslizamiento, cada continente por su lado. Pero una nueva investigación ha revelado que aquel 'divorcio continental' fue, en realidad, un episodio extraordinariamente violento y explosivo, marcado por una erupción masiva de magma que duró varios millones de años y que dejó una huella imborrable en el planeta.
La corteza, fundida 'desde abajo'
El estudio, dirigido por el geofísico Mohamed Mansour Abdelmalak, de la Universidad de Oslo, y recién publicado en 'Earth Science Reviews', nos pinta un vívido retrato de este cataclismo. En total, más de 16 millones de km cúbicos de magma, suficiente para enterrar continentes enteros bajo roca volcánica, fueron expulsados desde el interior de la Tierra. Una cantidad equivalente a la que sería necesaria para llenar, más de 40.000 veces y hasta los bordes, el Gran Cañón del Colorado.
Según los investigadores, todo pudo comenzar con el ascenso, desde cientos, o quizá miles de km de profundidad, de una 'pluma' super caliente, algo similar a un géiser subterráneo de ardiente roca líquida. Ese colosal 'soplete' empezó a fundir la corteza continental desde abajo, debilitando el vínculo entre Sudamérica y África.
La hipótesis, sin embargo, sigue siendo objeto de debate. «No tenemos demasiadas muestras -admite Abdelmalak-, así que no sabemos exactamente si ese vulcanismo está realmente relacionado con la pluma del manto». Para confirmarlo, los científicos necesitan más evidencia, especialmente de las rocas que ahora yacen en el fondo del océano frente a las costas de Argentina y Uruguay, una región donde hasta ahora se han realizado muy pocas perforaciones en aguas profundas.

Un océano de magma
Sea como fuere, lo cierto es que la tensión, como la de un elástico que se estira, fue aumentando gradualmente. Cuando llegó al límite, la corteza empezó a agrietarse, y por las fisuras brotó un torrente de magma incandescente. Cuesta imaginar esta escena apocalíptica, con volcanes gigantescos surgiendo a lo largo de toda la línea de fractura, vomitando ríos de lava y nubes de ceniza que oscurecían el cielo.
Durante millones de años, el espectáculo continuó. Y con el tiempo la lava se enfrió, se volvió sólida y creó montañas de roca volcánica que aún hoy podemos ver en ambos continentes. Así, poco a poco, el abismo entre Sudamérica y África se fue ensanchando, y empezó a llenarse con el agua de un Océano Atlántico recién nacido. Océano que se instaló para siempre entre los dos continentes.
Las pruebas de esta furia volcánica aún persisten en la actualidad. En Sudamérica y África, por ejemplo, y también en el fondo del Océano Atlántico, los geólogos han encontrado extensas capas de roca volcánica, el testimonio petrificado de aquel evento. En algunas regiones de Namibia y Angola, estas capas alcanzan un grosor asombroso de hasta un kilómetro.
Cronometrando el cataclismo
Una de las claves del nuevo estudio es la precisión en la datación de aquellas erupciones. Abdelmalak y sus colegas, de hecho, lograron determinar que el grueso de la actividad volcánica ocurrió hace entre 135 y 131 millones de años, con un pico alrededor de los 134.5 millones de años. Una precisión que ha permitido a los investigadores 'conectar' las erupciones con otros eventos sucedidos en ese período, como extinciones de especies y cambios climáticos.
El clima global, desde luego, se vio profundamente afectado. La inmensa cantidad de gases de efecto invernadero liberados por los volcanes provocó un calentamiento global masivo. Pero también hubo períodos de enfriamiento, cuando la meteorización de las rocas absorbió dióxido de carbono de la atmósfera.
La vida en la Tierra también sufrió cambios drásticos. Muchas especies se extinguieron, mientras que otras se adaptaron a los nuevos entornos. Los dinosaurios, por ejemplo, que por aquel entonces dominaban el planeta, fueron testigos mudos del cataclismo.
Finalmente, la furia se calmó. El magma dejó de fluir, los volcanes se apagaron y la tierra se estabilizó. Sudamérica y África, ahora separadas por un océano, siguieron alejándose lentamente, impulsadas por las corrientes del manto. Cosa que siguen haciendo en la actualidad, a un ritmo de entre 2 y 4 cm al año.
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El Gran Divorcio de Gondwana había terminado, dejando una cicatriz imborrable en la Tierra que aún es posible apreciar observando los perfiles costeros de ambos continentes, que encajan como piezas de un rompecabezas y que cuentan la historia de un pasado ardiente y tumultuoso.
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