El megalodón vuelve de las profundidades
Nuevas investigaciones arrojan luz sobre cómo vivía, cómo cazaba y por qué desapareció este sobrecogedor tiburón prehistórico de hasta 20 metros de longitud que aterrorizó los océanos de todo el mundo durante millones de años. Esto es lo que se sabe, sin películas, del mayor depredador que jamás haya existido
El mayor depredador de todos los tiempos
Recreación de un megalodón, más de tres veces más grande que un tiburón blanco actual
El megalodón (Otodus megalodon) es un récord hecho de carne y cartílago. Considerado el depredador más grande que jamás haya existido, este tiburón prehistórico de sangre caliente pudo llegar a alcanzar los 20 metros de longitud y las 100 toneladas de peso. La fuerza ... de su mordedura, de entre 100.000 y 180.000 newtons, es la más poderosa conocida, catorce veces mayor que la del gran tiburón blanco y probablemente más del doble que la del tiranosaurio rex. Si el temible dinosaurio habría sido capaz de aplastar un automóvil a dentelladas, escena que aparece en 'Parque Jurásico', el megalodón directamente lo pulverizaría. Sus mandíbulas estaban repletas de dientes serrados gigantescos: el más grande recogido por los paleontólogos mide unos escalofriantes 18 cm, como un cuchillo de carnicero. Cuando abría la boca, podía tragarse una orca entera de un bocado.
Aunque el cine lo ha utilizado para hacer taquilla hinchándolo, exagerándolo y atribuyéndole una incansable sed de sangre, está claro que este pez descomunal no necesita de películas para impresionar. Distintas investigaciones han intentado en los últimos años definir el auténtico perfil del monstruo: qué comía, cómo cazaba, cuál era la forma real de su cuerpo y, sobre todo, qué le hizo desaparecer de los océanos de la Tierra después de dominarlos durante casi 20 millones de años.
No es un trabajo fácil, porque el megalodón es esquivo. El último vivió hace unos tres millones de años, hace relativamente poco si se compara con los dinosaurios, que se extinguieron hace 66 millones de años. Pero mientras hay bestias jurásicas recuperadas hueso a hueso, del megalodón «solo se conservan algunos dientes y vértebras, lo que hace que la especie siga siendo en buena medida un misterio. La razón es que el cartílago que forma el esqueleto del escualo no se fosiliza fácilmente. Nunca se ha encontrado un fósil de cuerpo entero», explican Tim y Emma Flannery en 'Megalodón' (Destino), una «biografía» del tiburón publicada recientemente en nuestro país. Por eso, casi todo lo que se sabe de él son estimaciones.
Un cuerpo alargado
Para empezar, su tamaño. Kenshu Shimada, paleobiólogo de la Universidad DePaul en Chicago, cree que lo hemos subestimado. «Alcanzaba con facilidad los 15 metros de largo y es posible que llegara a los 20 o incluso los superara (Las hembras de tiburón blanco, más grandes que los machos, no llegan a 5 metros). Sin embargo, necesitamos el descubrimiento de al menos un esqueleto completo para estar seguros», afirma a este periódico.
Su silueta también es un enigma. Tradicionalmente, se ha atribuido al megalodón la forma rechoncha de un tiburón blanco moderno. Sin embargo, Phillip Sternes, biólogo de la Universidad de California Riverside (UCR), sostiene que es más probable que tuviera «un cuerpo más alargado o delgado». Según un estudio firmado por ambos autores, su aspecto sería más similar al del moderno tiburón mako.
Los investigadores saben que el megalodón era uno de los principales depredadores de su cadena alimenticia. Consumía ballenas y otros mamíferos marinos, como prueban las marcas de dientes encontradas en los huesos de sus presas. Pero según Shimada, un cuerpo alargado supondría también un sistema digestivo alargado, lo que «podría haber aumentado la eficiencia para descomponer grandes trozos de comida ingerida en busca de nutrientes». Esto significa que quizás no necesitaba cazar tan a menudo como se le atribuye.
Comparación del tamaño entre un diente del extinto Otodus megalodon del Plioceno temprano y el de un gran tiburón blanco moderno
Su gran competidor
También se desconoce si se trataba de un depredador de emboscada o de persecución. «Anteriormente se pensaba que era un nadador rápido, como el gran tiburón blanco, pero nuestros estudios muestran que tenía escamas pequeñas con crestas y surcos, que nos indican que era un nadador más lento, aunque podría utilizar 'nados rápidos' ocasionales para capturar a sus presas», señala el investigador.
¿Significa eso que era menos atroz de lo que se creía anteriormente? «No necesariamente. Seguía siendo un tiburón endotérmico muy grande que requeriría mucha energía y, por lo tanto, un gran consumo de alimentos para mantener su condición corporal», señala Sternes.
Siendo los reyes de su mundo, ¿qué pudo llevarles al ocaso? «Creo que hubo una combinación de factores, incluido un clima cambiante y la aparición de un competidor como el gran tiburón blanco, lo que pudo haber creado demasiadas presiones», resume el investigador.
Un estudio de isótopos de zinc llevado a cabo por Jeremy McCormack, investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y de la Universidad Goethe de Frankfurt, sugiere un nivel trófico similar entre megalodones y tiburones blancos. Los megalodones juveniles podrían haber competido con los blancos adultos por la comida. «La competencia con otros depredadores marinos también pudo haber sido posible. Se necesitarán más investigaciones para verificar o rechazar la hipótesis, lo cual ahora es posible gracias a la aparición de nuevos métodos geoquímicos para investigar la dieta y la ecología trófica de animales extintos hace mucho tiempo», indica McCormack.
Cambio climático
Además de la hipótesis biológica, Humberto Ferrón, investigador del Instituto Cabanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, apunta al enfriamiento del clima hace 2,6 millones de años como posible guadaña del monstruo prehistórico. El cambio climático «cerró el istmo de Panamá y cambió la configuración de las corrientes oceánicas. Se ha sostenido la teoría de que el gran tiburón no pudo adaptarse y seguir a sus presas, que se movieron a aguas más frías. Pero esta idea se ha refutado porque al ser de sangre caliente, los megalodones habrían podido ocuparlas», aclara. Lo que pudo ocurrir es que el enfriamiento bajara el nivel del mar al acumular agua en los polos en forma de hielo. «Un montón de zonas costeras se habrían perdido, y con ellas, los hábitats potenciales del animal. Junto al megalodón desaparecieron otras especies de tiburones y cetáceos», apunta.
A este gigante no solo lo ha resucitado el cine. Los criptozoólogos, interesados en el estudio de animales cuya existencia aún está por acreditar, creen que puede seguir vivo oculto en las profundidades, como ocurrió con el kraken (el calamar gigante). El celacanto se creía extinguido al mismo tiempo que los dinosaurios hasta que en 1938 apareció uno vivo frente a las costas de África. Pero los investigadores están convencidos de que esta no es la historia del tiburón prehistórico. Por muy emocionante -y escalofriante-que resulte la idea de que una criatura así esté a punto de emerger del fondo del océano, «no hay evidencia científica convincente de que siga vivo», asegura Sternes.
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El megalodón parece el tiburón más terrible de todos los tiempos, pero, como dice Shimada, «lo 'terrible' está en el ojo del espectador». De lo que no hay duda es de que sigue causando sensación.