Catastróficas colisiones en cascada y explosiones: los peligros de la basura espacial
La ESA acaba de poner fecha a la primera misión espacial para acabar con los residuos en órbita: 2025. Pero, ¿será suficiente?

El 29 de noviembre de 2011 una nube de basura espacial apareció de repente frente a la Estación Espacial Internacional (ISS). Sin tiempo para reaccionar y realizar una maniobra de desvío de órbita, los tres astronautas rusos, dos americanos y un japonés que ... se encontraban dentro de la estación se vieron obligados a refugiarse en la nave Soyuz para poder ser evacuados en caso de impacto. Al final, los peores presagios no se cumplieron, pero los desechos pasaron a tan solo 250 metros más rápido que un pestañeo: 5 kilómetros por segundo. «A esa velocidad la ISS hubiera sido atravesada como si fuera mantequilla y hubiese quedado como un colador», afirmaba entonces un especialista de la agencia espacial rusa, Roskosmos. Esta situación se ha dado en otras dos ocasiones más y, solo en lo que va de año, la plataforma ha tenido que ser desviada de su órbita tres veces (la última el pasado mes de septiembre) ante un potencial choque con escombros espaciales . Es decir: el problema de la basura espacial ya no es un dilema a largo plazo, sino que necesita soluciones urgentes .
Por ello, la Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de firmar un contrato por 86 millones de euros con un consorcio industrial privado para establecer un «servicio de limpieza» en la órbita baja de la Tierra. La misión ClearSpace-1 , primera en su especie, tratará de probar una nueva tecnología para «remolcar» los desechos espaciales hasta la atmósfera y, tras un « abrazo » (gracias a sus cuatro brazos mecánicos), desintegrarlos a más de 1.000 grados centígrados. En concreto, en 2025 la nave se aproximará a los restos del cohete Vega, lanzado en 2013 y cuyo adaptador de carga, ahora inservible, se encuentra desde entonces en una « órbita cementerio », entre 660 y 800 kilómetros de altura. Este objeto concreto tiene una masa de 112 kilos y dos metros de largo, un cuerpo pequeño escogido para este primer test; sin embargo, ClearSpace está diseñada para desorbitar « objetos de tamaño mediano », según afirman desde la ESA. Y la intención es que, una vez se compruebe su eficacia, el sistema se explote comercialmente y se amplíe su uso por parte de otras agencias y empresas espaciales.
Choques y explosiones
«Una pequeña pieza flotando en el espacio es peligrosa, ya que puede causar una amplia gama de daños, dependiendo de dónde impacte en un satélite operativo», explica a ABC Irene Huertas , ingeniera de sistemas de guiado, navegación y control de la ESA. «Incluso un objeto de tamaño milimétrico puede reducir la potencia disponible a bordo si golpea una pieza de los paneles solares, causar problemas de comunicación importantes si choca con una antena, o romper la lente de un instrumento a bordo, inutilizando el sistema». Pero si se trata de un objeto más grande, la avería pueden ser « catastrófica »: «Un desecho con tamaño de centímetros o incluso mayor causará un gran impacto, no solo destruyendo definitivamente el satélite operativo, sino también creando una miríada de fragmentos más pequeños que comenzarán a orbitar en sus propias órbitas y causarán más colisiones a su vez», continúa.
Y los choques no son el problema más grave. «El mayor peligro de los desechos espaciales son las explosiones en órbita, causadas por la energía sobrante -combustible y baterías- a bordo de naves espaciales y cohetes», explica Holger Krag , Jefe del Programa de Seguridad Espacial de la ESA. «La tendencia hacia eliminar todas las misiones y no crear basura espacial está mejorando, pero a un ritmo lento».
La llegada de las megaconstelaciones
Las actuaciones hasta ahora se han limitado a intentar reconducir los satélites hasta órbitas más o menos seguras o hacia la atmósfera terrestre, para desintegrar los restos; también se han llevado a cabo pruebas para vaciar los remanentes de combustible y baterías para que las naves fuera de uso no exploten, o construirlas con materiales que no se descompongan. Pero todo esto no ha evitado que cada año, en las últimas dos décadas, se hayan producido de media 12 eventos de fragmentación , con objetos a la deriva que no se pueden guiar desde tierra, y que amplían aún más el peligro.
Aunque cada vez más se crean cohetes y naves reutilizables, nuestra órbita continúa recibiendo nuevos «inquilinos». Y con las megaconstelaciones de satélites espaciales, como las de Starlink , el vecindario cada vez está más concurrido. Por ello, aparte de esta misión, la ESA trabaja en otros proyectos, como un rastreador láser de desechos espaciales . «Intentamos demostrar cómo los láseres pueden ayudar a modificar ligeramente las órbitas de los objetos de desechos espaciales para ayudar a evitar colisiones», explica por su parte Tim Flohrer , jefe de la Oficina de Desechos Espaciales de la ESA. La NASA trabaja en un sistema similar desde 2013, si bien aún no ha dado más noticias al respecto. De momento, 7.000 toneladas de basura espacial siguen rodeando nuestro planeta, sobre nuestras cabezas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete