Gregorio Marañón: «En España es difícil ver a una gran fortuna apoyar la cultura»
Responsable de algunas de las instituciones más importantes del país, Marañón reflexiona para ABC sobre el futuro de la cultura y del Teatro Real, cuyo Patronato preside desde 2010
Leer la biografía de Gregorio Marañón y Bertrán de Lis puede hacerle perder el resuello a más de uno si pretende encadenar todos los cargos que ha ocupado u ocupa en la actualidad. Tanto en el mundo empresarial, abarcando un amplio espectro de actividades, como ser presidente de Universal Music y de Roche Farma, director del Banco Urquijo en 1974 y posteriormente de Banif, y estar vinculado al mundo mediático, solo por citar unos pocos ejemplos. También lo está, y mucho, al mundo cultural. En 1989 impulsó la Fundación del Teatro Abadía, es presidente del Patronato del Teatro Real desde 2010 y de la Fundación El Greco 2014. «No soy un coleccionista de cargos —bromea—, y no estoy en ninguno de ellos por estar. Soy incapaz de permanecer en ellos sin involucrarme». Su ubicuidad, en lugar de ser un problema permite una relación transversal entre las diferentes actividades . «Hay que utilizar la imaginación».
Nieto del humanista, historiador y célebre médico, e hijo de un jurista y diplomático clave durante el franquismo, Gregorio Marañón y Bertrán de Lis asegura atravesar actualmente un momento de «desbordamiento», en donde todo lo tocante a lo profesional «me va bien, cuando debería pensar ya en dejar algunos cargos», mientras que en lo relacionado con la cultura, «una actividad más evangélica», sigue abordando proyectos «que me apasionan».
Sin meternos en sus ocupaciones empresariales, ABC ha querido conversar con Marañón sobre el futuro de la cultura en nuestro país, ante un más que previsible cambio de Gobierno, y también sobre dos de los proyectos con los que se siente más comprometido: la Fundación El Greco 2014 y el Teatro Real, cuyo último cambio artístico, la contratación de Gerard Mortier, ha apadrinado y defendido a capa y espada.
—Hace unos días se constituyó el Consorcio que permitirá la entrada de capital privado para financiar actividades para celebrar el IV Centenario de la muerte de El Greco...
—Conseguimos en la Ley de Presupuestos Generales del Estado que se considere el Centenario de El Greco como un acontecimiento de «excepcional de interés público», lo que permite que a lo largo de tres años existan unos beneficios fiscales.
—Promover la inversión de dinero privado es una de las vías para insuflar algo de esperanza a los proyectos culturales en tiempos de recortes, algo que el PP, como explica en su programa, quiere aliviar a través de una nueva Ley de Mecenazgo.
—Esta es una reforma que pertenece más a la línea política de centro-derecha que de centro-izquierda. Un proyecto de mecenazgo con exenciones fiscales generosas no significa que sean los privados los que financien la cultura sino que dejan de pagar impuestos para que sean pagados con carácter finalista en las causas en las que creen. Es, digamos, un atajo.
—En Europa, donde ha habido gobiernos de las dos tendencias, los beneficios fiscales para aquellos que han apoyado la cultura son bastante mayores que en España.
—Es cierto, pero también sucede en países donde existe una sociedad civil más estructurada. Creo que en el mundo de la empresa empezamos a estar a nivel europeo, pero queda mucho por hacer a nivel de los particulares. Aquí en España es difícil ver al dueño de una gran fortuna apoyar un proyecto cultural.
—¿Qué opina de la posible fusión del Ministerio de Cultura con el de Educación, o incluso en su transformación en Secretaría de Estado, dependiente de Presidencia?
—Lo importante no es la forma sino lo relevante de sus funciones, éstas pueden ser mayores aún siendo una Secretaría de Estado.
—Estamos acostumbrados a que a los cambios políticos les sigan los cambios en instituciones culturales. ¿Le preocupa que vuelva a suceder en el Teatro Real, donde es una tradición?
—No me preocupa nada. La alternancia forma parte de la democracia y cuanto más madura es ésta menos debería afectar a las instituciones si funcionan bien. Además, mi cargo está a disposición del Ministerio 365 días al año.
—El balance económico puede ser determinante en los cambios. ¿Cuál es el del Teatro Real?
—Magnífico, gracias a la labor del director general, Miguel Muñiz. Hemos pasado de tener un presupuesto, cuyo 51% era público, a que actualmente sea del 47%. En cuanto al gasto en producciones, hemos pasado de 18,1 millones en 2010 [año cuya programación compartieron Moral y Mortier] a los 13,6 previstos para 2012; y en el capítulo de ingresos, los 1,7 millones de déficit de 2010 está previsto que pasen a 2,5 de superávit en 2012.
—¿Está preparado el Real para afronar más recortes?
—El Real tiene fuelle más allá de un plazo razonable. Si esto se alarga, habrá que revisar el plan de gestión.
—Tras una temporada «exigente», la próxima parece ser más equilibrada. Una programación de la que se informó a los abonados hace meses para evitar una caída de abonos mayor (finalmente se ha situado en el 11%).
—A los abonados se les explicó que a lo largo de las próximas temporadas el equilibrio iba a ser mayor, y que había que ver las temporadas desde la perspectiva pluranual y no anual. Eso no significa que con la próxima temporada queramos rectificar la actual, ambas ha sido aprobadas por unanimidad en el Patronato. Por otra parte, la bajada de abonos inicial se compensó con la venta de nuevos abonos, lo que supone también un nuevo público. Además, la caída de abonos es similar la del resto de teatros en España.
—Uno de los activos de los que ahora presume el teatro es la orquesta...
—En el tema de la orquesta hay que destacar que ahora estamos viendo una formación, que en lo esencial es la misma que había, muy motivada. Ahora están pasando por Madrid directores de primera fila que antes no venían y que están trabajando con la orquesta mucho tiempo. No vienen a cubrir el expediente para luego marcharse.
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